Por Javier Hernández Alpízar
A Esther Hernández Palacios, in memoriam
En los más recientes artículos en Hotel Abismo hemos reflexionado sobre el populismo, esa deriva del fascismo en la posguerra que lo articuló como “democracia autoritaria” y antiliberal que recicla la triada teológica fascista: líder-pueblo-nación.
Algunos autores ven como positivo el lado antiliberal del populismo actual porque critica el elitismo que suele defender el liberalismo ortodoxo. Pero es preocupante la antidemocracia que resulta de la sustitución del consenso en la búsqueda del bien común o de una hipotética “voluntad general” por el monopolio de saber lo que el pueblo verdaderamente quiere en manos de un “infalible” líder incuestionable.
En el caso mexicano, es preocupante que la masiva votación que llevó a la presidencia a López Obrador se convirtió en un cheque en blanco para que haga todo lo que quiera y pueda tachar de “adversarios del bloque conservador” a todos los que disienten de sus palabras y sus políticas.
Desde el mirador de los derechos humanos, se aprecia un grave y ominoso corrimiento a la derecha de un sector aparentemente amplio de la sociedad que en lugar de exigir a su candidato ganador cumplir con sus promesas de campaña, cambia sus expectativas y defiende lo que antes criticó: el caso más patético es la militarización.
Las frases de criminalización de las víctimas (“estaban vinculadas al crimen”) que usaron los gobiernos federales y estatales priistas, panistas y perredistas (sobre todo Felipe Calderón, quien llamó a las víctimas “daños colaterales” de la supuesta “guerra al crimen”) son ahora usadas por los defensores del gobierno obradorista y de sus políticas fallidas, con su nefasta consecuencia de violaciones de derechos humanos.
Frases de raigambre protofascista para criticar y criminalizar a los defensores de derechos humanos (en comentarios en YouTube pude ver la frase aberrante: “narcoderechos humanos”) son repetidas, como estrategia goebbelsiana, en comentarios y en redes digitales.
De acuerdo con el propagandista de Adolf Hitler, Joseph Goebbels: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Si los neodefensores del militarismo y la militarización, así como de la fallida (desde Calderón) “guerra al narco” tuvieran que reconocer antecedentes en el uso de su retórica que revictimiza y criminaliza a las víctimas del crimen, de violaciones a los derechos humanos y a personas defensoras de derechos humanos, se reconocerían en personajes como Arturo Montiel, Peña Nieto, Calderón o Isabel Miranda de Wallace y gobernadores del PRI y el PAN de sexenios recientes.
No solamente están reproduciendo el populismo punitivo (la falaz idea de que se necesitan castigos severos, o políticas violatorias de derechos humanos como la prisión preventiva oficiosa, ojo, no la justificada, la oficiosa), sino otras ideas peligrosas como la fetichización de dar altos presupuestos a cuerpos armados, la militarización y el derecho penal de enemigo: la idea de que hay un “enemigo Interno” para el cual no pueden existir derechos humanos sino solamente un derecho punitivo de excepción.
Las víctimas de masacres se convierten así en personas revictimizadas cuando se les criminaliza y se pretende que por “ser delincuentes” no deben tener derechos y su asesinato sumario o ejecución extrajudicial se “justifica”. Eso nos hace recordar la reflexión de Theodor Adorno: “Culpar a las víctimas es fascismo.”
No solamente se acercan y repiten a los gobernantes priistas y panistas que dicen detestar (criminalizan a las víctimas igual que García Luna), incluso se parecen a los republicanos ultraderechistas fanáticos de la pena de muerte, la portación de armas, la legitimidad de la “defensa propia” o justicia por propia mano, así como de la intervención (incluso militar) en países extranjeros, violatoria de sus soberanías.
El compañero Alberto González ha expresado en su programa “Personajes de México” su preocupación por el hecho de que hay sectores de la población mexicana dispuestos a aceptar la intervención de las fuerzas armadas de Estados Unidos en territorio mexicano para “combatir a los criminales”. Es lo que está cosechando la ideología y la propaganda de que los militares son la única solución, propaganda que han enarbolado de manera creciente los gobiernos de Calderón, Peña Nieto y Obrador.
Sembrando populismo punitivo, derecho penal del enemigo, demonización de los derechos humanos y de las personas y organizaciones que los defienden, criminalización de las víctimas, criminalización de la prensa y sobredosis de ideología militarista están cosechando una preocupante derechización de un sector de la opinión pública pro gobierno y pro militares.
Una grave consecuencia sería que, al ver que las fuerzas armadas nacionales no logran “acabar con el crimen”, algunos sectores derechizados terminen aceptando fuerzas extranjeras: la propaganda antiderechos humanos está generando una grave derechización reaccionaria y protofacista.
Aparentemente es poco común que las formulaciones del fascismo como populismo (“democracia autoritaria”) regresen a su pasado fascista, pero no es imposible, e incluso no necesitan volverse abiertamente fascistas para derechizarse peligrosamente como el trumpismo o el bolsonarismo, o seguir con una retórica izquierdista pero ser de facto dictatoriales como el orteguismo nicaragüense.
El populismo militarista mexicano juega con fuego.