Al compañero Alberto González, con un abrazo solidario
“La preocupación de la tendencia más difundida del multiculturalismo no es atender los auténticos reclamos de las colectividades y de los individuos colocados en una situación de desigualdad y de dominación sociocultural, sino cómo hacer para que sus reclamos dejen de ser una amenaza para las sociedades liberales capitalistas y, al mismo tiempo, convertir al liberalismo en la ideología hegemónica global, en concordancia con la globalización de la economía capitalista. Con este propósito, han desarrollado una teoría de los derechos de las minorías étnicas, nacionales y culturales, que consiste en definir los derechos de cada grupo desde una perspectiva liberal.” (Consuelo Sánchez)
Como respuesta a las demandas de los pueblos y naciones indígenas que reclaman el derecho a su diferencia, a mantener su otredad identitaria y cultural respecto a la cultura liberal, burguesa, individualista y capitalista dominante, desde el liberalismo, algunos autores han construido el multiculturalismo.
El multiculturalismo hace una defensa del derecho de los diferentes a mantenerse y ser respetados en la diferencia cultural, siempre dentro de los límites de una nación liberal, un marco normativo liberal, individualista, de igualdad formal ante la ley, de derechos humanos individuales y de instituciones liberales como límite de los que puede o no hacer alguien con una persona con una cultura diferente.
Esta estrategia pone el acento, sobre todo, en los valores, los usos y costumbres culturales, lingüísticos, religiosos y espirituales, en el arte, las artesanías y el folklor, siempre y cuando la expresión de esas diferencias no cuestione el paradigma liberal hegemónico: libre mercado, individualismo, etcétera.
… “el Estado nacional multicultural tiene la misión de universalizar las nuevas formas de expansión y de acumulación capitalista en el interior de sus fronteras, así como de la forma de sociedad correspondiente por medio de la individualización de la vida social y la fragmentación cultural (de las personas y de las colectividades). Con la individualización y la fragmentación, el Estado logra la homogenización de la sociedad que precisa la universalización capitalista.” (Consuelo Sánchez)
Por ende, el multiculturalismo no permite a los pueblos cuestionar la política liberal, ni mucho menos la economía neoliberal, la propiedad privada como derecho, ni les permite hacer reivindicaciones económicas, patrimoniales y territoriales específicas que transgredan el orden, el estado de cosas: el Estado liberal, su derecho positivo, y de las reglas mundiales de libre mercado.
En México, la estrategia de adoptar el multiculturalismo ha sido usada por los gobiernos para enfrentar las demandas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y los pueblos indígenas, algunos de ellos organizados en el Congreso Nacional Indígena (CNI); así como para limitar sus demandas a aspectos “culturales”, pero negarles el derecho a hacer propuestas de orden político nacional (reservadas a la clase político-empresarial-militar y los partidos políticos), y menos aún, propuestas de orden económico, limitadas por las políticas reguladas por el tratado de libre comercio y las reglas mundiales del capitalismo y sus instituciones.
Del multiculturalismo, puede concluirse que:
“Su aparente defensa de las culturas es en realidad la defensa del liberalismo y la pretensión de su universalización, esto es, la sujeción de los diversos sistemas culturales en la órbita de la hegemonía política y cultural liberal. En suma la liberalización que proclama el multiculturalismo no es la liberación de los pueblos indígenas, los grupos étnicos y las nacionalidades, sino su autocolonización y asimilación a la cultura liberal, mediante el abandono de su condición de ser Otro.” (Consuelo Sánchez)
La no aprobación de la Ley Cocopa y con ello la traición a los Acuerdos de San Andrés por los tres partidos políticos entonces gobernantes estuvo basada en argumentos liberales como el fantasma de que la autonomía llevaría al separatismo y la balcanización. Personeros de la clase política, que jamás se han interesado en los derechos humanos, se decían preocupados porque los derechos consuetudinarios indígenas violaran los derechos de las mujeres. Ahora no podemos ignorar que el EZLN y el CNI tienen prácticas internas de defensa de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual más avanzadas y congruentes que las de los partidos políticos y el gobierno mexicano.
Desde una mirada individualista y liberal, los gobernantes y legisladores mexicanos no podían ver derechos colectivos, y les asustaba sobre todo el derecho al territorio, por ello pretendieron obligar a los pueblos indígenas a someterse al derecho positivo mexicano liberal, para el cual existen solamente derechos individuales y la abstracta e ilusoria igualdad ante la ley.
Ante ello, la resistencia indígena ha impulsado por su cuenta las autonomías y los derechos colectivos, como organizaciones, pueblos y comunidades, a la autonomía y el autogobierno, e incluso, los zapatistas impulsan la no propiedad de tierras recuperadas para el cultivo y la defensa comunitaria, como una forma de reconstrucción del tejido social atacado por la contrainsurgencia.
El despojo territorial que implican los megaproyectos como el Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec y el Tren “Maya” es resultado, entre otras causas, del no reconocimiento de las autonomías indígenas y el derecho al territorio de los pueblos indígenas, a quienes el gobierno en turno sólo puede ver como “pobres” a los que puede “atender” con programas sociales individualizados, que fomentan el individualismo, la ruptura del tejido social, el avance de la privatización de la tierra, y debilitan la resistencia ante el proceso de acumulación capitalista militarizada.
Todo ello, por supuesto, es acompañado con un discurso indigenista y multiculturalista liberal (con referente en el liberalismo decimonónico) y nacionalista. Así, gobiernos del partido oficial puede hacer exposiciones de fotografías sobre el movimiento zapatista por sus 30 años de vida pública y, al mismo tiempo, dejar el campo libre a la contrainsurgencia paramilitar que no ha cesado en esos 30 años.
Las citas son tomadas de Consuelo Sánchez, “Multiculturalismo. La máquina integradora del capital”, en Sánchez, Consuelo (2019), Construir comunidad. El Estado plurinacional en América Latina, México, Siglo XXI.