Colectivo Grieta, 25 de noviembre de 2019.
Xpujil, Campeche.- A unos meses de haber iniciado, el programa llamado “sembrando vida” ya ha dejado una cauda de deforestación en el municipio de Calakmul, Campeche. El testimonio de campesinos de dos ejidos de la Reserva de la Biósfera de Calakmul da cuenta de las contradicciones del programa y de cómo el gobierno de la 4T usa el “apoyo económico” que da a los pobladores, como herramienta de control político y social.
Hablamos con campesinos del ejido Heriberto Jara y del poblado Unión 20 de Junio (con tierras ejidales y de propiedad privada). En ambos casos el escenario es el mismo, incluso quienes participan en el programa y simpatizan con el partido en el poder señalan que el programa de Sembrando vida ha sido impuesto sin conocer la realidad ni las necesidades de los campesinos de la zona. “En mi caso lo que necesitamos es acceso a agua para poder utilizar mejor las parcelas de cultivo que ya tenemos y apoyo para cuidar los pedazos de selva, no dinero para hacer una plantación de árboles”, explica Héctor, cuya parcela colinda con un pedazo de selva tropical.
¿Sembrando vida o talando vida?
El programa Sembrando vida es publicitado por el gobierno de López Obrador como un programa de reforestación, con el que se espera reconvertir tierras de cultivo hacia la explotaicón forestal con árboles frutales y maderables. Sin embargo, los campesinos de Calakmul tienen claro que para que los frutales y los maderables empiecen a producir se llevará tiempo, lustros en el caso de los frutales y décadas en el caso de las especies madereras. “El gobierno no entiende que aquí la tierra es seca, que aquí para que un naranjo, un limón o un aguacate empiecen a dar buena producción tarda al menos 5 años y lo que es peor, el pico de producción no dura como en otros lugares, después de 5 o 6 años ya no se produce suficiente, se acaba”, señala otro ejidatario mientras platicamos con en él en su traspatio, en la zona urbana del ejido Heriberto Jara.
Eso implica una contradicción: para poder entrar al programa sin perder sus medios de sustento, los campesinos tienen que buscar tierras que puedan inscribir en el programa. En esta zona hay dotaciones de 20 o 50 hectáreas por campesino, 10 o 20 veces más que la media nacional. Como los campesinos tienen que comer en lo que se empieza a producir la madera, y como los 4500 pesos que reciben al mes simplemente no alcanzan para vivir, se ha comenzado a deforestar la selva, “monte alto”; las parcelas recién peladas, son entonces inscritas en el programa Sembrando vida. “Yo me pregunto ¿qué vida estamos sembrando? lo que estamos haciendo es matar al monte, estamos tumbando árboles, no hay Sembrando vida así, es matando el monte más bien”, señala Joaquín, quien por cierto, es militante de Morena.
El resultado, que pudimos constatar al visitar las parcelas, es que los campesinos inscriben parcelas recién taladas al programa, para poder seguir viviendo de lo que producen en sus milpas. Son pocos los que tienen la opción realmente de reconvertir parte de sus parcelas agrícolas, que producen en condiciones muy difíciles, de temporal, en una zona donde las temporadas de secas y de lluvias son muy marcadas y en tiempos de calentamiento global, impredecibles. De acuerdo a Joaquín, de las aproximadamente 800 hectáreas de conservación del ejido, el 10%, unas 80, ya han sido taladas para inscribirlas al programa. Todo esto en plena zona de amortiguamiento de la Reserva de la Biósfera de Calakmul. Este es el saldo de menos de un año de este programa.
Por si fuera poco, la selección de especies a sembrar viene desde el gobierno federal: principalmente aguacates, cítricos, árboles maderables y en general especies o variedades que no son propias de la región. Los aguacates que se pretende sembrar no son los nativos (la región tiene sus propias variedades), sino las variedades comerciales que el mercado de exportación demanda. El problema es que esos aguacates, como el Haas, requieren mucha tecnificación y agotan la tierra rápidamente. Eso lo saben los campesinos locales, que prefieren sembrar para su consumo las especies de la zona: guayabas, zapotes, ciruelas nativas, nanches, ramón, o los aguacates nativos. De las especies comunes en los traspatios y milpas, solo la pimienta gorda ha sido adoptada por el programa Sembrando vida; las demás especies, llegan desde fuera, para beneplácito de Alfonso Romo a cuya empresa el gobierno federal paga por las plántulas y semillas.
El programa por un lado, las necesidades de la gente por otro
Más al norte, en Unión 20 de junio pudimos visitar el “monte alto” o selva que no ha sido cortada en mucho tiempo. Ahí Oscar insistía: “nosotros somos ambientalistas, por eso no hemos cortado nuestro monte, si a los gobiernos les interesa de veras conservar, ¿por qué no mejor nos apoyan para hacer conservación?… el problema es que cada gobierno viene con su idea, pero nunca preguntan qué es lo que necesitamos realmente. A mí el monte alto me sirve, para tener leña, para resolver mis necesidades, para mi uso, para tener el árbol del ramón, de la pimienta natural”.
Aquí el gobierno estatal y federal han metido el llamado limón persa, pero los campesinos prefieren el llamado limón criollo “su ventaja es que ese tarda para echarse a perder, ese es el que de veras nos sirven”. Nuestras parcelas así como están nos sirven para producir lo que necesitamos para comer: “tengo maíz, tengo caña, tengo plátano, tengo ciruela, tengo Jamaica, hasta sandía… y todo eso no es de gobierno, es de mi esfuerzo; lo único que siembro para vender es el macal (un tubérculo); si quisiera sembrar para vender lo que necesitaría es agua, riego, no un programa de sembrando vida” afirma Oscar quien se muestra orgulloso de ser conservacionista, de que 44 de sus 50 hectáreas son de selva alta y de que las otras 6 le dan para comer. La agricultura campesina produce primariamente valores de uso, el capital requiere que se produzcan valores de cambio.
“Imagínese, para que levantemos de nuevo esta selva, eso va a llevar mucho tiempo, no se puede; nosotros lo sabemos porque llegamos aquí hace 40 años, en la época de los desmontes, cuando las empresas se llevaron mucha madera preciosa. Pero este año mandaron a una ingeniera que no conocía y, autorizaba que se tumbara el monte, porque lo veía bajito, pero nosotros conocíamos ese monte era selva de 40 años, sólo que por el tipo de suelo o la falta de agua no crecía alta. El gobierno no entiende como se produce en el campo, ni siquiera en un 40 por ciento”, resume Joaquín, que acompañó la visita al ejido vecino.
Más cerca de Unión 20 de Junio (llamada también Mancolona), Abraham atendía su parcela, una de la muchas milpas que existen en el país donde se producen, en un espacio reducido, maíz, calabazas, chiles, plátanos, cacahuates y pepinos. 80 kilómetros al sur, en la comunidad Ch’ol de San Miguel pudimos ver otro sistema de milpa diversificada, de la señora Roberta, donde el único cultivo comercial es el chile Jalapeño, pero lo que más valoran las indígenas son las sandías criollas, porque a diferencia de las variedades comerciales que proliferan en gran parte del país, sus semillas pueden guardarse y utilizarse para otras temporadas. En medio, cerca de la localidad de Narciso Mendoza, pudimos apreciar una de las parcelas de selva taladas en los últimos meses, ¿quién siembra la vida y quién la destruye?.
“Proyectos de desarrollo”, control político y control social
Apenas 15 días antes de nuestro recorrido, López Obrador fue a la región a promover el tren maya. Las promesas se dan al por mayor: que ahora el tren también será para mover las mercancías -aunque la mayor parte de la producción de la región es de autoconsumo- eso sí “no nos explicaron como se certificará que los chiles o el maíz que producimos aquí tiene derecho de ser llevado en el tren maya y como se certificará que viene de aquí cuando alguien lo compre en Chetumal”, explica un ejidatario.
También les prometieron que el turismo no será de grandes hoteles, que ellos podrán alojar a los turistas. Pero los números no cuadran. Las declaraciones oficiales dicen que se espera que el tren maya mueva a tres millones de turistas al año (https://www.nitu.mx/index.php/2019/03/12/tren-maya-podra-trasladar-a-3-millones-de-turistas-al-ano/); en todo le municipio de Calakmul viven 28 mil personas, solamente recibir un millón y medio de turistas al año significaría recibir un promedio de 125000 personas al mes, sextuplicar la población de Calakmul y con ello las necesidades de agua en una zona donde la agricultura de temporal adolece de falta de la misma. No hay manera de que un plan turístico de ese tamaño no pase por el gran capital transnacional. Óscar, que nos ha acompañado de regreso a Xpujil resume “no me queda claro eso de que le tren maya no será para los empresarios, yo creo que ellos están detrás de todo esto”.
Hace unos meses en el ejido vecino de Cunhuas, en el cual se ubica la zona arqueológica de Calakmul, pobladores que laboran cuidando el espacio nos comentaban: “esta zona arqueológica recibe 50,000 visitantes al año, es para eso para lo que da el camino (de 45 km) que corre en medio de la selva en la zona núcleo de la Reserva; si el gobierno quiere que vengan 5 millones al año, como en Chichen Itzá, no sólo la zona arqueológica no resistirá, se acabará la selva”. Por eso hubo manifestaciones en contra del tren maya durante la visita de López Obrador.
Y la continuidad del régimen aparece cuando Joaquín se sincera: “después de esa visita, los coordinadores de los programas sociales empezaron a preguntar si sabemos los nombres de los que se manifestaron, de los que levantaron los carteles contra el tren maya, pero yo les dije que no los sé” y otro ejidatario interrumpe “lo que pasa es que los coordinadores que trabajan para el delegado federal dicen que no se vale que cobren programas sociales por un lado y al mismo tiempo se manifiesten contra el señor presidente, así que se los quieren quitar”. Así se revela el objetivo de estos “programas sociales”: el control político de la población, a cambio de 4,500 pesos al mes.
El gobierno ha prometido también la construcción de una “ciudad modelo” como parte del proyecto del tren maya. A los ejidatarios y campesinos de la zona les queda la duda de ¿dónde construirán tal ciudad?, ¿para que vivan ahí quiénes?, ¿qué le pasará a la actual cabecera municipal de Xpujil? Y se mira un mapa, se puede ver que del lado norte, todo el terreno cercano a Xpujil corresponde la zona de amortiguamiento de la Reserva dela Biósfera de Calakmul; menudo lugar para una ciudad modelo. Por supuetso, nada de esto aparece en el cuadernillo “Información para las comunidades indígenas sobre el proyectod el tren maya”, en el que el gobierno federal afirma como prueba de modernidad cuidado al ambiente que el tren estará impulsado por motorres diesel-eléctricos… solo que esa tecnología data de finales del siglo XIX.
Después, en medio de la conversación el propio Joaquín revelaba otra cara del programa Sembrando vida. “Ahora tengo que pedir permiso si salgo de mi comunidad, el otro día que mi suegra se enfermó y cómo vive en Tabasco, tuve que pedir permiso para ir a cuidarla, porque la regla que nos aplican es que si salimos de la comunidad sin pedir permiso, nos quitan del programa de sembrando vida”. El tiempo de los campesinos es así sustituido por el del trabajador asalariado, que debe rendir cuenta de cada instante a un patrón. Tamaño problema para los habitantes de estos ejidos, que se formaron con gente llegada de Veracruz, Tabasco y Chiapas, donde muchos tienen familia todavía.
Así, durante la visita a Xpujil se hacía pertinente, una y otra vez, lo que los zapatistas dijeron hace unos meses:
“- El problema con el el dinero es que… se acaba .
-La naturaleza es una pared elástica que multiplica la velocidad de las piedras que le arrojamos. La muerte no regresa en la misma proporción, sino potenciada. Hay una guerra entre el sistema y la naturaleza. Esa confrontación no admite matices ni cobardías. O se está con el sistema o con la naturaleza. O con la muerte, o con la vida.” (https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2019/08/15/sonata-para-violin-en-sol-menor-dinero/)