Ojalá que aventar una piedra fuera anarquista, ojalá que romper un vidrio, patear un granadero, tumbara al Estado; ojalá que cubrirse la cara diera superpoderes; ojalá que los anarquistas se fueran al cielo por ser anarquistas, como los Testigos de Jehová se van al cielo por ser Testigos de Jehová. Ojalá que incendiar carros patrulla representara una baja en las fuerzas del Estado; ojalá que tirar una valla espantara a los soldados; ojalá que todo fuera tan fácil, tan sin esfuerzo, como piensan los anarquistas o encapuchados o como ellos mismos se nombren. Ojalá que todo fuera como acometer contra los antimotines para que un país entero se levante: los países entonces se levantarían todos los días. Ojalá que su desprecio por la organización civil, que es su desprecio por la gente, redituara en la politización de las personas. Ojalá que todo fuera tan fácil como arrojar una piedra a Palacio Nacional para que el Estado se rindiera. Pero la historia dice lo contrario: es la organización de la gente lo que mueve los ápices del mundo. Ningún acto incendiario ha producido nada. Nerón quemó Roma y no dejó de ser Nerón. Ojalá que arriesgar la vida de los otros fuera a transformar la vida de una sociedad que se levanta y que no los necesita a ustedes encapuchados o no, anarquistas.
Ret Marut