Guadalupe Acosta Naranjo dijo que hay quienes están preocupados por el futuro, pero él está todavía peleando por el presente. Sin ironía, le deseo suerte en su tarea de tratar de demostrar que Morena y sus partidos rémoras (PT y el Verde) no tienen mayoría calificada. Será quizá el último servicio que el PRD le haga a la nación, antes de perder su registro. Si lo logran, evitarán, en un primer momento, que Morena dé un golpe de estado blando cambiando la Constitución para inaugurar una era postdemocrática en México, con elecciones de mero “trámite”, sin alternancia ni alternativa, con un solo partido de estado, partido-gobierno o partido-poder, como el PRI en la era contra la que el PRD nació, para hacer en México una “revolución democrática”.
El logro luego podría volverse inútil, porque el partido oficial estaría a pocos votos de conseguir la mayoría calificada, y hay otros partidos genéticamente compatibles con Morena y sus aliados, como el PRI y MC, que podrían sumarse a la maquinaria burocrática del “carro completo” (expresión de cuño priista).
No es trivial que el PRD pierda su registro. El registro con el que el PRD se hizo partido, con base en la militancia del Frente Democrático Nacional que apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas, provino del último partido comunista mexicano, o mejor dicho partido socialista, que tuvo registro en México: el Partido Mexicano Socialista (PMS). Bueno, estaba también el Partido Revolucionario de los Trabajadores (trotskista), que en 1988, tuvo a su candidata histórica: Rosario Ibarra.
Hubo quienes observaron que, en cuanto los partidos socialistas o comunistas obtenían registro, sus élites se iban incorporando a la clase política, se iban aburguesando y separando de sus bases.
Pero con todo el entusiasmo de los movimientos de masas, el PRD nació con expectativas. Su nombre implicaba un proyecto ambicioso: hacer en México una revolución democrática, esto, en un país donde habíamos vivido siete décadas de partido de estado, de elecciones de estado, de partido dominante-hegemónico, de elecciones sin democracia, de lo que Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”, porque daba la apariencia de democracia, pero por dentro era una monarquía sexenal hereditaria.
Luego, el PRD fue anquilosándose, sus cúpulas se alejaron de sus bases, y el partido, de los movimientos sociales en lucha. En tanto, el salinismo lo reprimía (con muertes por violencia política y todo), el partido trataba de alejarse del sambenito de “partido violento”, y Cárdenas, su candidato perenne, se fue desdibujando, dejándose arrebatar la bandera de la oposición al PRI y el cambio. Y por ello, Vicente Fox y el PAN los rebasaron por la derecha y ganaron por primera vez la presidencia al PRI en el 2000.
Cuando apareció el EZLN en 1994, con un alzamiento que le dio oxígeno a la izquierda a nivel mundial, parecía que el PRD podría ser la izquierda que representara electoralmente ese descontento masivo que representaba no solamente el EZLN, sino una sociedad cada vez más crítica.
Pero el PRD decidió, desde su cúpula, no hacer nada como irse hacia la izquierda, y en lugar de ello, se fue corriendo a la derecha, con cada vez menos recato. Mientras el gobierno de Zedillo simulaba dialogar con los zapatistas, el PRD aceptó negociar con el PRI-gobierno y el PAN una reforma electoral a espaldas de los zapatistas y de la sociedad, pues el priismo zedillista se negaba a negociar con los indígenas temas de alcance nacional como la democracia. En los Acuerdos de Barcelona (por la calle en la Ciudad de México en que se reunían), primero Porfirio Muñoz Ledo y finalmente López Obrador negociaron con Felipe Calderón (PAN) y el gobierno zedillista, la reforma electoral que inició la “transición democrática” en México: Cárdenas y el PRD alcanzaron el gobierno del DF y Fox el gobierno federal. Y al fin se reconocieron triunfos a otros partidos, distintos al PRI: Algunos perredistas pensaron que se podía caminar más con el EZLN, pero Muñoz Ledo siempre torpedeó esa posibilidad (lo escribió Luis Hernández Navarro tras la muerte de Muñoz Ledo).
Ya en el año 2000, la traición de los acuerdos de San Andrés por el PRD, representado por Jesús Ortega, y en complicidad con Manuel Bartlett (PRI) y Fernández de Cevallos (PAN), selló ese pacto que había iniciado con los Acuerdos de Barcelona. Todavía algunos gobiernos municipales perredistas y militantes de base o simpatizantes perredistas apoyaron las controversias constitucionales que intentaban rechazar la ley indígena que no recogía los Acuerdos de San Andrés.
Sin embargo, la ruptura del zapatismo con el PRD y la denuncia de toda la clase política como unos bribones, comenzó con esa traición. Pero el PRD pretendió que los zapatistas debían apoyarlos incondicionalmente, y en su narrativa, se llamó a traición, la víctima era él.
Cuando en 2005-2006 el EZLN criticó duramente al PRD y a su nuevo líder y eterno candidato López Obrador, entre otras cosas, el zapatismo retó a que el PRD debatiera qué es ser de izquierda. El PRD se negó a debatir y acusó de manera calumniosa al zapatismo de haberse “aliado con el PRI y el PAN”. Irónicamente, quien a veces se aliaba en elecciones estatales a uno de esos partidos para oponerse al otro era el PRD. Pero tenían que calumniar al EZLN. Las caricaturas de El Fisgón (entonces perredista y obradorista, se podía ser las dos cosas) ponían a Marcos al lado de Salinas y Fernández de Cevallos. Eso no tiene sustento en nada: es simplemente la mentira que, primero perredistas y luego morenistas, repitieron como propaganda negra. Asimismo, inició el método de hacer propaganda negra contra toda persona u organización relevante que osara criticar al nuevo líder mesiánico perredista (ex priista, como la mayor parte de los dirigentes y candidatos perredistas): López Obrador.
El PRD se sumó a la contrainsurgencia antizapatista, aceptó en sus filas a paramilitares, por ejemplo a los que dispararon contra una marcha pacífica de zapatistas en defensa del agua, en Zinacantán. Algunos paramilitares priistas y del PFCRN de la época de Zedillo pasaron a las filas del PRD, luego a las redes de AMLO, al Verde, y a Morena. Por eso los zapatistas dicen que Chiapas jamás ha dejado de gobernarlo el PRI, solo repintado de colores: amarillo, verde, guinda…
El PRD, sus dirigentes, intelectuales y candidatos, dieron con su aliento calor al huevo de la serpiente: López Obrador tenía arrastre electoral, gracias a él, ganaban puestos y mucho dinero: ¿para qué cuestionar su autoritarismo, su populismo, esa forma de corrupción política que es tener piel de demócrata y alma de autócrata? Luego vino la ruptura, los Chuchos se fueron acercando al PRI y al PAN y terminaron siendo sus rémoras. Justo de lo que falsamente acusaron al EZLN, en eso se convirtieron los perredistas, en aliados menores, muy menores, del PRI y el PAN.
Ya, para detener la eclosión de huevo, era demasiado tarde, Obrador había crecido por su cuenta y tenía su propio movimiento electoral personal, que se volvió su partido político personal: Morena. Las bases del PRD, siempre ninguneadas, jamás escuchadas, se fueron en masa con el Flautista de Hamelín, perdón, de Macuspana. Y el PRD fue sistemáticamente destruido por sus excompañeros. La pérdida del registro es el final de ese camino.
En 2006, organizaciones comunistas y socialistas (partidos muchos de ellos) le sugerían al EZLN simular que apoyaban a AMLO para luego rescatar a sus bases cuando se decepcionaran de él. El EZLN les dijo que si querían “rescatar las bases de AMLO” lo hicieran ellos, los partidos rojos, pero no contaran con los zapatistas, quienes proponían hacer otra cosa, otra izquierda, que caminara fuera de la ruta electoral.
No sé cómo les iría a esas organizaciones de izquierda comunista y socialista, algunas quizá se han sumado al obradorismo, pero con el PRD se cumplió la profecía que el EZLN les hizo: “AMLO nos va a romper la madre a todos” La Jornada destacó, sacada de contexto, la frase: Marcos se refería a las organizaciones de izquierda, no a la población del país. La estrategia de Obrador de ofrecer candidaturas para ir cooptando líderes y bases de organizaciones de izquierda le funcionó. El PRD fue víctima de su propio oportunismo, de irse derechizando, de creer que él usaba a Obrador cuando en realidad era usado por el candidato.
Terminar aliado a sus enemigos históricos, justo aquello de lo que con falsedad acusó al EZLN, es nomás un síntoma de esa descomposición.
Sin embargo, no es de celebrar la pérdida del registro del partido: ellos pierden el registro, pero el resto de los mexicanos perdemos más, perdemos un país, una incipiente democracia que muere poco después de nacida.
México se ha quedado sin partidos de izquierda con peso: el PRD murió de su propia ictericia ideológica, irse repintando lo más lejos posible del rojo izquierdista. El PT fue fundado con la bendición de Salinas de Gortari: “necesitamos un partido de izquierda”, y fue acusado por Cuauhtémoc Cárdenas de nacer para quitarle votos al cardenismo. MC (antes Convergencia por la Democracia, fundado por el ex priista Dante Delgado) es otro desprendimiento del PRI, rémora de Obrador y hoy oposición leal y funcional al obradorismo para esquirolear a la oposición en las elecciones, y ya veremos si no se pliega con el partido oficial en el Congreso.
Lo trágico es que los dirigentes perredistas destruyeron un proyecto que nació como promesa de democracia y de lucha de izquierda. Casi lograron hacer inútiles las muertes de muchos militantes y simpatizantes de base, y luego llevaron a sus candidaturas y gobiernos a los políticos priistas (salinistas,, zedillistas y aún más viejos) que deberían haber rendido cuentas sobre esos crímenes.
Una parte, no sé de qué tamaño, del abstencionismo (este 2024 el 40%, más que el 35% del padrón que voto por Morena y rémoras, el 16.6% que votó por el PRIAN y el 8.3% que votó por MC) de hace muchos años, es, en buena medida, porque habemos en México quienes no tenemos un partido que represente realmente nuestros valores, ideales y proyectos de izquierda: el PRD de sus inicios pudo haberlo sido, pero se negó, le ganó el deslumbramiento del poder. El populismo que salió del huevo de la serpiente es la grotesca caricatura de ese sueño de izquierda. Hoy, un PRD que fuera realmente de izquierda sería necesario para evitar que el fantasma autoritario que acecha no muy lejos (la Nicaragua de Ortega, El Salvador de Bukele) se instale en México por décadas. Pero el PRD desertó de ese lugar en la izquierda en que hubiera hecho falta. El PRD (igual que de otro modo el PAN y el PRI) crearon ese caldo de cultivo populista en que Obrador germinó y creció. Hoy los morenistas les pagan a sus excompañeros perredistas con “casillas zapato”. Juntos traicionaron los Acuerdos de San Andrés, hoy les pagan traicionando los Acuerdos de Barcelona.