Los poemas no tienen… nombres.
La vergüenza no tiene rostro,
Por eso con desesperación lo arrebata.
A los que sin vergüenza
Conspiran la noche
conjurando al sol, calentando su rabia.
La muerte no tiene piel,
Por eso la triste calaca la arranca,
A los que morena, plateada o dorada,
Cubierta la muestran con bandera negra
y una estrella roja estampada.
Las balas no tienen alma,
Por eso, que de nuestro cuerpo incrustadas
expropiamos para darles destino,
y guiarlas por nuestro camino,
el de la sangre en su herida vengada.
Las fosas no tienen vida,
Son bóveda helada,
suplicio en nuestra tierra sufrida…
Violada… amordazada…
Torturada… desollada…
Silenciada…
Y por cualquier lugar arrojada…
Olvidada…quemada…
¡Reducida… a nada!
Por eso,
A la vergüenza, muerte, balas y fosas
Sepan que:
Los que luchan no mueren,
Solo sus formas ven transformadas,
Se convierten en piedras que
Por las manos de la dignidad son arrojadas.
¡No insistan!,
¡si renuncien!,
¡Perderán!,
¡sucumbirán!,
¡los derrotaremos!,
¡los reduciremos!,
¡ganaremos!,
¡por siempre nosotrxs… debajo de ustedes triunfaremos!.
Javier Palomares
Ellos son:
Pequeños pajaritos cuyos cantos en los árboles nos llegan con una brisa rumbosa como de rocío como de eternidad como de lágrimas
Muchos recuerdos que seguiremos escuchando por sus seres amados, de las ramas en las que se mecían, del viento corriendo por su piel
Ya no serán figuras de sal que derrita el polvo y la lluvia Serán por siempre recordados y amados como se ama a la esperanza por su sacrificio y su inocencia
Serán el talón de Aquiles de todos porque aprendimos a lidiar con el dolor del otro Aunque nuestra naturaleza sea contraria Aunque nuestra situación no lo demande
Serán legión de palabras porque el mundo se derrama en argumentos por su necesidad de entendimiento y de solidaridad internacional
Serán un canto como de ternura en lo más hondo de todos Los que superaron su propia idiosincracia y egoísmo y se fueron con entusiasmo a marchar
Serán poesías y serán palabras y serán miel y ¿a dónde están? Ya están en todos nosotros Su dolor es nuestro dolor