Hotel Abismo: La divinidad del nacimiento

Por Javier Hernández Alpízar

… “el nacimiento como tal, la llegada de una nueva generación, El gran acontecimiento salvador o «milagro» que redimirá a la humanidad una y otra vez. En otros términos, se trata de la afirmación de la divinidad del nacimiento, y de la creencia de que la potencial salvación del mundo reside en el hecho mismo de que la especie humana se regenera de forma constante y eterna.”

Hannah Arendt

A quienes día a día construyen el mundo

En alguna entrevista al compositor y cantante Caetano Veloso le preguntaron qué opinaba de quienes decían que sus hijos componen igual que él. Molesto, el autor de “Forza extraña” dijo que la clase de personas que dicen semejantes cosas es la clase de quienes pueden apoyar el fascismo.

La respuesta es dura, pero pensemos qué puede pasar cuando nos negamos a ver la diferencia, la novedad, la innovación, y terminamos por afirmar que todo es lo mismo: se trata de perpetuar lo dado y cerrar la puerta a cualquier posibilidad de mejora. Si no de fascismo, al menos se trataría de un pernicioso conservadurismo.

Y no es que todo el tiempo se tenga que estar rompiendo con la tradición, ni mucho menos destruyendo la tradición. Walter Benjamin más bien nos diría que tenemos que rescatar la tradición (nuestros muertos, nuestra memoria, nuestra historia) de manos del conservadurismo. Es decir, la tradición puede estar en manos de quienes quieren la redención de las personas o de quienes quieren momificarla y volverla baluarte del statu quo.

Según la perspectiva benjaminiana, en su escrito póstumo “Sobre el concepto de historia” o “Tesis sobre la filosofía de la historia”, la generación presente tiene una “débil fuerza mesiánica” y es invocada por las generaciones precedentes y por la tradición de la lucha (de clases, por supuesto) para ser ella quien logre la redención: la mejora radical de la situación de los seres humanos, brindando así sentido a los sufrimientos, sacrificios y batallas que dieron generaciones anteriores para cambiar el mundo y la vida.

Cada generación (y quizá especialmente ciertas generaciones, en ciertas coyunturas históricas) está llamada a cambiar el mundo, a mejorarlo. Puede atender a ese llamado y corresponder a esa invitación de las generaciones que, antes que ella, lucharon, o bien puede desoírlo y dejar que los vencedores de ayer sigan venciendo y entregando la tradición, la historia y hasta a nuestros muertos, en manos de la reacción.

Ese llamado a cambiar el mundo que cada generación encarna es también conocido por Hannah Arendt, pero ella, retomando a los griegos, a los romanos, y a la fenomenología del siglo XX, ve esto en cada ser humano que nace: como dice el epígrafe, con cada ser humano nace un mundo, nace la posibilidad de introducir algo nuevo en la historia humana, nace la posibilidad de lo verdaderamente innovador y revolucionario.

Especialmente Occidente, piensa Klaus Held, con base en Arendt y en Edmund Husserl, tiene incorporado el principio de renacer una vez tras otra: el principio de natalidad. Quizá por eso nos gusta conmemorar y celebrar los nuevos ciclos, el renacer del sol, del día, del año, del siglo, de nuevo milenio. No tanto por festejar el nacimiento de la divinidad, sino por reverenciar “la divinidad del nacimiento”. Y probablemente la mayoría de los pueblos del mundo veneran el renacimiento del sol.

Con Heráclito, suscribimos que “el sol es siempre nuevo cada día”: Sí hay, sí habrá algo nuevo bajo el sol. Porque seres humanos, generaciones nuevas, siguen naciendo y, con ellas, nacen nuevos mundos, nuevos caminos.

Ésta es más que una fe metafísica, más que una fe ontoteológica, aunque puede expresarse en términos teológicos, a lo Facundo Cabral: “Cada vez que nace un nuevo ser humano significa que Dios no ha perdido la fe en los seres humanos.”

Quizá algo como ello estaba en el corazón y en el enojo de Caetano Veloso, al responder la entrevista que mencionamos: sus hijos, como todos los nuevos seres humanos, las nuevas generaciones, están llamados a plantear, decir, hacer algo nuevo.

El conservadurismo verá siempre lo mismo: una tradición que no cambia, taxidermia; en cambio, quien ama la vida verá una tradición viva, con la posibilidad de renacer, nueva cada día, como es siempre nuevo el sol.

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