Hotel Abismo: Lukas Avendaño interviene en la ciudad letrada

Por Javier Hernández Alpízar

Hace falta que ninguna viva lo que por hoy me hace falta, para que nunca falte más ninguna, ninguno”,

Lukas Avendaño.

A Feliciano García, in memoriam

y al colectivo AMORES de Nuevo León, porque siguen esperando.

En su libro La ciudad letrada, el uruguayo Ángel Rama explica cómo en nuestras sociedades coloniales la lectoescritura fue un elemento de poder, de dominación, reservado a una minoría no solo de intelectuales y escritores, o escribas, sino de burócratas, funcionarios del poder. Ignorar la lectoescritura era un elemento más de los que propiciaban la subordinación de los oprimidos.

Es la que creo debemos llamar la ciudad letrada –escribió Ángel Rama–, porque su acción se cumplió en el prioritario orden de los signos y porque su implícita calidad sacerdotal contribuyó a dotarlos de un aspecto sagrado, liberándolos de cualquier servidumbre con las circunstancias. Los signos aparecían como obra del Espíritu y los espíritus se hablaban entre sí gracias a ellos.”

En Mujeres, raza y clase, Ángela Davis cuenta cómo algunas mujeres esclavas negras estadunidenses aprendían clandestinamente a leer y escribir, y también clandestinamente (con riesgo de tortura y muerte) enseñaban a otras esclavas y esclavos afrodescendientes a leer y escribir. Se estaba preparando la emancipación de los esclavos negros, como Simone Weil pensaría que se hace; porque si primero no se emancipa simbólicamente, un alma no se emancipará en modo alguno.

El autor del libro que hoy comentamos, Lukas Avendaño, Axioma de la ausencia, comparte con quien esto escribe una condición proletaria. Si no hubieran existido luchas como las guerras de independencia, de reforma, de la revolución mexicana, además de muchas otras sublevaciones indígenas, populares y de castas, no habría existido la educación pública que a ambos nos permitió acceder a la lectoescritura.

Ángel Rama cuenta cómo la lectoescritura, empuñada como un arma disidente por los oprimidos, entra en la ciudad letrada como un elemento subversivo, un grafito, una pinta, un grito en la pared, rebelde, obsceno, majadero.

Por eso es que autores como quien esto escribe y como Lukas Avendaño no tendríamos por qué avergonzarnos de citar a Marx, a Simone Weil, a Ángela Davis, como quien esto escribe, o Immanuel Wallerstein y a la Odisea, con la que Lukas Avendaño teje intertextualmente de manera irreverente en un erotismo de los otros amores que, por cierto, los griegos comprenderían mejor que algunos contemporáneos.

Dice Pier Paolo Pasolini, un italiano que también militó por la libertad de los otros amores, que para quien nace en medio de la cultura, ésta le parece algo que naturalmente le pertenece y por ello no la aprecia tanto como quien la ha adquirido con dificultad.

Lukas Avendaño adquirió con mucha dificultad la cultura formal como antropólogo y bailarín de danza contemporánea, y juntó esa cultura institucional, universitaria, con su propia cultura de abajo, popular, indígena, binni záa y contemporánea.

El resultado lo habíamos visto hasta ahora con sus instalaciones para cuerpo humano, que podemos aludir parcialmente como danza, teatro, performance, arte escénico, en piezas como Réquiem por un alcaraván; No soy persona, soy mariposa o su puesta en escena como director, Lemiskata.

Ya el nombre de esta pieza, una palabra griega que nombra el signo con el que se representa el infinito en matemáticas, nos dice que Lukas Avendaño es un artista contemporáneo, que no solamente abreva en la cultura y la tradición popular y la cultura indígena de hoy, sino que no teme usar palabras griegas.

Ahora Lukas Avendaño, gracias al buen tino y la insistencia de su prologuista Javier Gutiérrez Lozano, incursiona en la ciudad letrada con una intervención en una colección de poesía. Publica notas de un cuaderno de escritor que no fueron escritas pensando en publicar, pero que ahora están impresas y nos brindan elementos no solo biográficos y testimoniales, sino literarios, poéticos, para aproximarnos un poco más a la naturaleza compleja del trabajo de Lukas que consiste en asombrarnos, hacernos admirarnos con su capacidad de provocar, de arengar, de emocionar, de hacer reflexionar.

Palabras en latín y música de órgano que llegara al corazón político, religioso de la Nueva España en el siglo XVII. Asistentes contemplativos, meditativos, taciturnos, dormilones, sin escuchar o siquiera soñar el respirar de las columnas estriadas, los muros de sangre, sus pisos de huesos, púlpito labrado en mármol blanco, salpicado por el látigo en la espalda.”

Del valor estético de estos textos, podemos decir algunas cosas por las que damos la razón a su editor para haber publicado Axioma de la ausencia.

Una lección de ficción poética de los otros amores en un contexto de migrantes trabajadores en California, Estados Unidos, en donde Cariño triunfa como Ulises en la Odisea y es mucho más que una Penélope que espera: es un hombre que se permite hacer cosas de hombres que algunos otros hombres no se permiten.

Cariño lo imagina a la orilla del mar esperando que los barcos lleguen al muelle y traigan los calamares, el motivo por el que Cariño y él se han conocido, y por el que ahora Cariño espera que regrese. Se imagina y se siente Penélope esperando el regreso, Odiseo cuando éste se internó en el mar. A diferencia de Penélope, Cariño no teje un sudario, sino sueños con tentáculos de calamar, y así se ha construido su ajuar de boda; cada minuto que pasa sin verle sus ojos, piensa que cuenta como un año hasta que por fin lo ve aparecerse con sus pantalones azules deslavados”…

No solamente hace una épica de la vida cotidiana de trabajadores en una empacadora de calamares y mariscos, sino que en ella hay utopía y amor, transgresor, porque es de los otros amores. Desde ambas perspectivas es transgresor, porque rompe con el estereotipo de que el amor tiene que ser entre personas de la clase libre (burguesa, personajes por excelencia de la literatura clásica), sino herético respecto del romance heterosexual.

Incluso cuando escribe su testimonio de cómo tuvo que forzar a las instituciones para que le dieran lugar en un México clasista y racista, valiéndose de su talento para el deporte, el arte, la poesía y del duro trabajo y estudio, en un texto que simplemente hila recuerdos, aparece de pronto el lenguaje literario para describirse a sí mismo en las clases de danza:

Al momento de ejecutar las diagonales me sentía un caballo desbocado o yegua, un toro de Lidia o vaca con crío; era un gallo de pelea o gallina con pollitos. En las evoluciones me sentía un perro rabioso o perra amamantando; era el río Tehuantepec en creciente arrastrando troncos, guajolotas y casas en 1944.”

Ese tipo de textos me parece que le dan derecho a Lukas Avendaño a irrumpir e intervenir en la ciudad letrada, como cuando escaló la fachada del Teatro del Estado, en Xalapa (así, con equis), para intervenir espectacularmente y fuera de programa en un festival de danza.

Esa capacidad literaria y poética ya la habíamos visto en sus textos y parlamentos en instalaciones para el cuerpo humano, e incluso en sus arengas políticas, como cuando, participando en la Otra Campaña, comparó al Istmo de Tehuantepec con un totopo de su tierra, comparación que le pareció exacta a Feliciano García, el investigador de la Universidad Veracruzana, quien, precisamente, me diera las fotocopias en que leí La ciudad letrada de Ángel Rama.

En los poemas “Porque no haga falta escribir lo que falta” y sus “Axiomas”; en los relatos cortos “La espera”, “Tehuano de 1950”, “Virgen púrpura” y “Cortejo entre calamares”; en sus memorias de “¡No, gracias!”, ajuste de cuentas con las instituciones autoritarias de la ciudad letrada, Lukas Avendaño hace literatura sin adjetivos.

Acaso nos quedaría pedir que no sea su única incursión en la ciudad letrada y que, si de memorias se trata, sus memorias políticas serían muy necesarias, antes de que otros nos escriban una versión falseada de, por ejemplo, los días de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), pues un fragmento que aparece fugazmente en “¡No, gracias!” nos hizo pensar que podría haber más.

Lukas Avendaño, Axioma de la ausencia, Alcorce ediciones, México, 2023.

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