Hotel Abismo: Populismo: la parte por el todo

Por Javier Hernández Alpízar

A Gilberto López Sántiz, herido en un ataque paramilitar, a la comunidad Moisés y Gandhi y a las Bases de Apoyo del EZLN

El tropo que toma la parte por el todo puede ser, en la literatura y en el habla, un recurso retórico y poético (sinécdoque), pero en lógica es una falacia, un sofisma, un paralogismo, un razonamiento inválido (falacia de la composición). Y en política es un recurso frecuente para simular democracia, para falsificar la participación y revestir así de “democráticos” a gobiernos de minorías que se hacen pasar no sólo por la mayoría, sino por el todo: “el pueblo”.

El populismo es una reformulación del fascismo en “clave democrática” que utiliza la falacia de nombrar a una parte como si fuera el todo: la masa de votantes que gana y lleva al poder a un líder carismático y su partido es presentada como “el pueblo”. Se dice que es el pueblo porque es la mayoría, aunque normalmente es una minoría ganadora que superó a otras minorías (por ejemplo, porque están divididas). En México, 30 millones de votos son una minoría ganadora, pues los mexicanos somos casi 120 millones de personas, por lo que 30 millones son apenas la cuarta parte, el 25% de la población.

Pero aunque fuera la mayoría, el populismo omite que no es democrático que una mayoría aplaste a las minorías (y menos si no es realmente la mayoría, sino sólo la minoría más grande). Y peor aún, suplanta al todo: presenta a una parte por el todo, un sector del electorado como el pueblo, con lo cual presenta a quienes no lo apoyan como “el antipueblo”, en la narrativa falaz que identifica: minoría ganadora = el pueblo (o la nación) = el líder. En el extremo, un solo hombre (o mujer, si es lideresa) es “el pueblo”.

Sinécdoque en literatura y falacia de la composición en lógica, en política, la parte por el todo es el populismo, la demagogia, el autoritarismo, un gobierno iliberal que tiende a destruir la división de poderes capturando o inutilizando al poder legislativo y al judicial, atacando a la prensa, demonizando toda disidencia y exaltando a las fuerzas armadas.

Hay una larga tradición de conceptos políticos que procuran hacer aparecer a una parte de la sociedad como el todo, el pueblo: el bien común, la voluntad general, la razón de Estado, la seguridad nacional, etcétera.

El bien común fue el santo y seña del aristotelismo. Se dice que la democracia nació en Grecia, aunque se omite que era una democracia para una minoría (griegos, varones, aristócratas, propietarios, excluyendo a mujeres, menores y esclavos “bárbaros”). Aristóteles encontró muy natural la esclavitud y el bien común, el bien de la polis, incluía la legitimidad de la relación “natural” entre amo y esclavo: para ambos, la esclavitud era lo mejor, por tanto, era un bien común. El bien común, el del todo de la polis (los ciudadanos iguales ante la ley: isonomía) era el de una parte, la élite de hombres libres.

Con respecto a los demás, el bien común era sólo el de una parte de Gracia, aunque “por naturaleza”, para las mujeres, los esclavos y menores era mejor obedecer. Este razonamiento no sólo fue utilizado en la antigüedad y en la edad media, pues, en pleno Renacimiento, Ginés de Sepúlveda lo usó para justificar el derecho de los españoles para conquistar y colonizar América, y tener esclavos. A él se opuso Fray Bartolomé de las Casas.

Jean-Jacques Rousseau defendió el concepto de voluntad general. Se supone de nuevo que es la voluntad del todo, del pueblo, aunque históricamente es el interés y la voluntad de la burguesía que se presenta como el del todo. Y bien pronto se ve que no incluye a las colonias (Haití, por ejemplo), ni a las mujeres ni a los pobres, sean campesinos o proletarios. Sin embargo, el interés burgués aparece como la voluntad general.

Más recientes son los conceptos de razón de Estado y de seguridad nacional, que presentan el interés de una clase dominante, la que detenta el poder, como el interés del todo, representado por el Estado (población, territorio y gobierno, dicen) y asimismo, aún más militarizado, el concepto de seguridad nacional, que en lugar de interés general pone el interés del general en jefe o de una élite de generales. Ejemplos clásicos son las dictaduras militares en el Cono Sur, golpes de estado en nombre de la seguridad nacional.

Todos estos conceptos usan el mismo procedimiento, sinécdoque, falacia de la composición y propaganda: presentan a una parte como el todo: el líder, o una minoría, más o menos grande, como el todo: quienes votaron por mí son el pueblo, lo otros no son pueblo o son “el antipueblo”. En el extremo, una cúpula es el todo: una junta militar, un equipo compacto de líderes políticos-empresariales o un líder mesiánico.

Y como en la canción de Abba, el ganador se lo lleva todo: tiene el monopolio de la democracia, del bien común, del interés general, de la razón de Estado, de la seguridad nacional (opacidad, secrecía, estado de excepción, fueros, impunidad) y de la retórica y la narrativa que escriben la historia oficial. Las minorías no cuentan, aunque pudiera pasar que esas minorías sumadas sean más grandes que la minoría ganadora.

Hoy que en el mundo repuntan derechas neofascistas y populismos de derecha, lo mismo que populismos “de izquierda”, con rasgos comunes como ser antiliberales, no respetar ordenamientos jurídicos, atacar a medios de comunicación, poner la soberanía por encima de los derechos humanos, reivindicar la trilogía de la teología política (pueblo=nación=líder), uno de sus rasgos esenciales es suplantar al todo poniendo a una parte en su lugar: mis votantes (y solo ellos) son “el pueblo”.

En lugar del pueblo, en verdad siempre plural, siempre necesitado de un espacio de debate donde haya respeto a las diferencias, e igualdad ante la ley, pero sobre todo gobierno de las leyes y no de los hombres, gobierna una parte, normalmente burguesa, que representa a las corporaciones (corpocracia), que implementa la posverdad y la posdemocracia e incluso presenta a la corporación militar como “neutra”, leal, imparcial, incorruptible: es la parte que gobierna al todo, en el nombre del pueblo.

*** Alto total a la guerra contra l@s zapatistas. Jornada en contra del paramilitarismo en Chiapas. Viernes 25 de mayo. 9 AM, Palacio Nacional. Y 6:30 PM, Secretaría de Gobernación, Ciudad de México.

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