Justificar lo injustificable: La detención de Jorge Emilio Esquivel Muñoz “Yorch”

Jorge Emilio Yorch Esquivel MuñozPor La Voladora Radio.

El caso de Jorge Emilio Esquivel Muñoz del colectivo auditorio “Che Guevara”, tiene el cariz recurrente para justificar lo injustificable.

Primero, el lenguaje utilizado para referirse a un secuestro, legitima la violación a los derechos humanos. Violenta su derecho a la presunción de inocencia, estigmatiza a la persona. “Levantón”, término que en automático justifica cualquier acto y convierte a la víctima en responsable de su incierto destino. Pero a “levantón” se suma el de “anarquista”. Sólo recordemos el uso descontextualizado y criminalizante que los medios han hecho sobre ello.

Segundo, el tratamiento mediático muestra una de las formas viles a la que se recurre en el periodismo. Mediatizar la imagen de la persona para llevarla a la picota pública; para que los otros, “los correctos”, “los alumnos que desean superarse”, “los bien portados” lapiden desde la vacuidad al otro que no es ni piensa como ellos. ¿Por qué los medios han dado tanto espacio a la detención de Jorge?, ¿por qué sacan tantas notas, si lo que menos importa, mejor dicho, menos vende es la violación de derechos humanos; menos aún si se trata de un joven anarquista, tan vilipendiados en estos tiempos?, ¿cuál es la pretensión escondida en ello?

Tercero, justamente esta situación nos lleva a pensar, que el secuestro y, posterior detención de Jorge Emilio es el parteaguas que necesita la rectoría de la UNAM para justificar la entrada de la policía al territorio autónomo de la universidad. Recuperar el auditorio “Che Guevara” es una de los temas pendientes que han tenido los rectores, incluido el actual. ¿A caso, no es esta la mejor justificación para hacerlo?

Jorge Emilio fue secuestrado por hombres armados, sin mediar palabra alguna, sin ninguna orden que justificara tan terrible acto. La imputación de narcomenudeo pende de nada en un país donde a cualquiera, a usted, a mí, en cualquier momento pueden fabricarnos delitos y sembrarnos pruebas con la anuencia de una sociedad frenética. Una sociedad capaz de justificar los injustificable.