Hotel Abismo: La complejidad de la cultura popular


Por Javier Hernández Alpízar

Las culturas populares, leídas dentro de la dialéctica hegemonía/subalternidad, permitían mantener unidos los estudios en profundidad de expresiones específicas de algunas partes de la sociedad mexicana sin fragmentarlas y por lo tanto “esencializarlas”.”

(Francesco Zanotelli)

El concepto gramsciano de hegemonía, que incluye la no pasividad de quienes son gobernados, sino su activa aceptación y asimilación de los elementos lingüísticos y culturales de los dominantes, así como el hecho de que la hegemonía es un terreno en disputa, llevó a Antonio Gramsci a estudiar lo que él llamó “folklor”. Un antropólogo cultural gramsciano, Alberto Mario Cirese (Cultura hegemónica y culturas subalternas), la llamó “cultura de las clases subalternas” o “cultura subalterna”, por contraposición a la cultura hegemónica,

En México, en diálogo con Cirese y con el legado gamsciano, científicos sociales como Jorge A. González han usado el concepto de “cultura popular” para abordar los estudios de la cultura del pueblo, el folklor, las culturas subalternas y no hegemónicas.

El tema es complejo, porque cada una de las palabras que lo denominan tiene una lectura diversa: “cultura” es un concepto amplio y polisémico, y lo mismo se puede decir de “popular”.

Además, los estudiosos han caído en la cuenta de que esta cultura popular no puede solo referir a lo rural, lo campesino, lo indígena o lo tradicional, sino que puede y debe incluir lo urbano, lo obrero, lo popular de los barrios en las ciudades. Asimismo, la cultura popular está siempre en relación con el mercado y la industria cultural o industria de productos que se pretenden artísticos, culturales, de espectáculo o entretenimiento,

En consecuencia, la cultura popular no se puede definir solo por un análisis de su contenido, ni clasificar solamente por su origen o sus productores, sino que involucra un complejo análisis de relaciones, y contradicciones, en las que incluso productos hechos por agentes distintos al pueblo pueden ser apropiados popularmente y convertidos en elementos de consumo y hasta de identidad subalterna y quizás contrahegemónica.

Según Gramsci, todos los cantos populares se pueden reducir a esta última categoría porque lo que distingue al canto popular en el cuadro de una nación y su cultura, no es el hecho artístico, ni el origen histórico, sino el modo en que dichos cantos conciben al mundo y la vida, en contraste con la sociedad oficial.

Esto quiere decir, que lo popular se define no por su origen, sino por su uso; es decir, porque es adoptado (sea o no creado por él) por el pueblo/clases subalternas dentro de su modo desnivelado de concebir el mundo en oposición a las concepciones “oficiales” del mundo.” (Jorge A. González)

En México podríamos poner ejemplos que mantienen una ambigüedad o mejor aún una indecisión respecto a origen, apropiación y significado. El cine de la llamada época de oro popularizó música inspirada en lo rural, llamada “ranchera” y con ella a intérpretes como Pedro Infante. Son productos de una industria, pero alcanzaron una apropiación popular al grado que por ejemplo la versión de “Las Mañanitas” de Pedro Infante es las mañanitas por antonomasia. Luego Televisa, una empresa capitalista, trató de hacerse pasar como la productora y la legítima beneficiaria de esa “época de oro” al proyectar esas películas en horarios estelares o “familiares” e incluso publicar revistas en las que deliberadamente se propone como heredera o albacea de una identidad nacional como “Somos”.

Sin embargo, las canciones rancheras y sus intérpretes tienen un papel en el consumo, en las fiestas, en la expresión popular y sus letras no meramente afirman la hegemonía (aunque pueda criticárseles el promover el consumo del alcohol o reforzar elementos machistas), sino que también pueden representar elementos de afirmación popular por distinción con las clases hegemónicas; verbi gracia: “yo no tengo la desgracia de no ser hijo del pueblo, yo me cuento entre la gente que no tiene falsedad… pero ¿cuántos millonarios quisieran vivir mi vida?”… etcétera, dice una canción de José Alfredo Jiménez.

Jorge A. González lo ejemplifica con la revista Kalimán: “Es así, por ejemplo, que la revista “Kalimán”, aunque definitivamente no hecha por el pueblo, se convierte en popular, si, o sólo si es adoptada, usada y consumida por grupos sociales subalternos e instrumentales, en oposición al tipo de literatura que las clases dominantes consumen. No es entonces que el “Kalimán” “enajene” al pueblo, sino que más bien deberíamos buscar cómo y de qué modo es consumido por las clases subalternas; es decir, qué es lo que hace que dicha revista sea tan ampliamente consumida por ciertas capas sociales y asimismo, qué es lo que tales clases “hacen” con el Kalimán.” (Jorge A. González)

Incluso una producción de un país industrial como la Gran Bretaña, las canciones de los Beatles, pueden tener un consumo y una apropiación popular como cuando una banda típicamente de pueblo o rural mexicana interpreta en sus instrumentos de aliento y percusión canciones como Yellow submarine. Tal como un personaje de Bruno Traven, un estadounidense en México, reconoce en el repertorio de bandas rurales mexicanas aires de jazz de los Estados Unidos. Y no olvidemos cómo los zapatistas incorporaron en un comunicado suyo una canción beatle como With a little help from my friends, para subrayar la solidaridad internacional.

La producción y el consumo, la apropiación y el modo como las clases sociales y grupos se representan y se cuentan su historia cotidiana a sí mismos están atravesados por lógicas y relaciones de poder, pero determinar que una producción u obra cultural será o es (o no) popular no es simple, se tiene que hacer en una análisis muy concreto de la dinámica social en que esa producción o consumo y apropiación ocurre.

Francesco Zanotelli, (2022), “Cirese en México: legados fecundos en los estudios culturales”, en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, Época III. Vol. XXVII. Número 54. Colima, enero-junio 2022, pp. 211-231

Jorge A. González, (1990), Sociología de las culturas subalternas, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali.

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