Hotel Abismo: Un esquema contrainsurgente colonial

Por Javier Hernández Alpízar

Las rebeliones indígenas jamás han dejado de existir, desde que, ante la llegada de Hernán Cortés a Mesoamérica, algunos pueblos indígenas decidieron no aliarse con él, sino resistirlo y combatirlo. Entre ellos, los pueblos mayas, junto a quienes luchó el español autoasumido maya Gonzalo Guerrero, a quien en uno de sus comunicados los zapatistas han llamado “hermano”.

Los indígenas rebeldes han resistido a la conquista por siglos. Contra tropas mayoritariamente formadas por indígenas ya conquistados y encabezados por criollos, los indígenas no conquistados resistieron y se rebelaron una vez tras otra durante los tres siglos de Colonia. Y luego contra los gobiernos independientes mexicanos, tanto conservadores como liberales: resistieron contra tropas de Juárez (el liberalismo siempre ha ido contra los territorios indígenas), de Díaz y de los gobiernos de la revolución mexicana.

Desde la época de la Nueva España ha existido una percepción racista sobre las rebeliones indígenas. La cúpula española, peninsular y criolla, afirmaba que los indígenas, pacíficos y dóciles, no se rebelaban a menos que los sonsacaran mestizos y castas. Estos sí, revoltosos.

El pensamiento racista que propugnó Ginés de Sepúlveda, al argumentar contra el defensor de los indígenas, Fray Bartolomé de las Casas, que los indígenas eran incapaces de gobernarse legítimamente, siguió presente en el Congreso de la Unión en 2001. Los senadores del PRI (Manuel Bartlett), PAN (Diego Fernández de Cevallos) y PRD (Jesús Ortega) no aprobaron los acuerdos de San Andrés por los mismos motivos racistas de Ginés de Sepúlveda.

En ambos casos, siglo XVI y siglo XX, detrás de la ideología racista estaba el interés por el territorio indígena como botín, entonces oro y hoy, megaproyectos.

El argumento de que los indígenas son buenos (es decir, dóciles) y quienes los incitan a la violencia son los mestizos atravesó la época de la Nueva España y llegó hasta 1994. Frente al alzamiento zapatista, coincidieron Carlos Salinas de Gortari y la primera editorial de La Jornada: había que distinguir entre los indígenas y su justa rabia y demandas y, del lado malo, una cúpula de profesionales de la violencia con intereses ajenos a la causa indígena.

Luego, mucho del antizapatismo propagado por los libros de Luis Pazos, los insultos y las calumnias de Fernández de Cevallos, Aguilar Camín, Letras libres, Luis González de Alba y después los moneros de La Jornada y los articulistas defensores primero del perredismo y hoy del obradorismo, se ha basado en la misma premisa racista: los indígenas son decoración “romantizada”, pero el autor intelectual (para colmo “rodeado de intelectuales”, grave pecado para los profesionales del antiintelectualismo) es Marcos.

Siempre han sostenido que los indígenas, por ejemplo Moisés o Tacho, son solamente un “invento” o una coartada de Marcos. El sujeto blanco es por sí solo miles de teorías de la conspiración.

Hoy, una renovada contrainsurgencia regurgita el dicho de que la comandancia indígena es “un invento de Marcos”. La verdad es casi exactamente lo opuesto: Marcos-Galeano es un invento de los indígenas. Ya durante la Otra Campaña, en 2006, como delegado Cero (jamás “comandante Cero”, como dicen dolosamente sus calumniadores), se le escuchaba hablar el castellano como indígena, pues lleva décadas viviendo con ellos. El 1 de enero de 1994 estuvo en la guerra, y no cenando en su casa, como sus detractores.

El racismo de Ginés de Sepúlveda sigue siendo el repertorio mental de la contrainsurgencia que, frente a miles de indígenas “invisibles”, culpa de todo al único caxlán, quien, al menos, ha tenido la congruencia de estar con sus hermanos, como Gonzalo Guerrero.

En Europa, frente a la parte insumisa y antisistémica del continente, los mayas zapatistas, especialmente las indígenas, han hablado con palabras más lúcidas que todos las vanguardias guerrilleras mexicanas del siglo XX. Han ido mucho más allá de un esquema marxista rígido, aportando su sabiduría indígena como pensamiento crítico contemporáneo. Si en México no se enteran, es parte del síntoma del atraso en este país.

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