Los dos últimos Viajes de Bertita

Berta Caceres x Nino OliveriPor Salvador Zúniga.

Homenaje.

La vida me permitió, que los 2 últimos viajes de Bertita, fuera de La Esperanza Intibucá, se realizarán en mi compañía.

El penúltimo, el 29 de febrero, día que caracteriza el año, como año bisiesto y que según la tradición popular, es un año de tragedia.

La noche anterior ambos estábamos concentrados en el viaje de nuestra hija Laurita, quien partiría hacia Argentina, para continuar sus estudios.

Con la preocupación de que nuestra amada Laurita, estaba recién operada de sus 4 muelitas cordales y que aún no se sanaba de sus cachetitos ya que estaban inflamados, con el agravante de que tenía que hacer una escala de 20 horas en Panamá, llamamos varias veces a COPA, con el objeto de ver si le podían posponer el vuelo, algo que resultó infructuoso, razón por la que tendríamos que salir el día lunes 29, hacia Tegucigalpa. El día siguiente después de un ligero descanso, salimos de la casa de ella, a eso de las 5 de la mañana. Después de subir las maletas sin olvidar ningún detalle de nuestra amada Laurita. En el transcurso del viaje, conversamos de nuestras hijas e hijo y de luchas que nos unificaban.

Paramos en granja Delia, ella desayuno y me insistía en que desayunara, mi malestar en el colon hizo que me negaran, finalmente ante su insistencia comí un par de bocados de su desayuno. Confieso que crecía en mí la admiración por aquella mujer incansable y diligente en todo y por su puesto con tal esmero que no escapaba ningún detalle. En el desvío del Conejo detuvo su vehículo, para subir a Sotero Chavarría su compañero de COPINH, quien presentaba señales de enfermedad y lo apoyaba para que se realizara sus exámenes en laboratorios médicos y posteriormente fuera al medical center para una consulta cardiológica. Bertita se preocupaba mucho por sus compañeros y compañeras de COPINH, y no olvidaba detalle para atenderles prontamente.

Hace algunos meses retomamos una profunda amistad que nos trajo a una relación espiritual de amor, de amigos, de la que ambos disfrutamos. Sentía un profundo agradecimiento por todo el apoyo que daba a las hijas e hijos de ambos. Llegamos a Tegucigalpa y nos repartimos las tareas. Mi tarea era ir con Laurita a traer la computadora. Después de cumplir las tareas, nos juntamos para dirigirnos al aeropuerto. En el stand de COPA, ella y Laurita gestionaron que le pasaran el viaje para el día siguiente y ya nuestra Laurita no haría escala de 20 horas en Panamá, con el compromiso de llevar el día siguiente una certificación médica.

Salimos en direcciones diferentes, ella y Laurita a buscar hotel y yo a gestionar la certificación médica. Logre sacar la certificación médica y cuando regresaba del centro a buscar comida al mercado, me llamó diciéndome

– ¿Ya venís?

– No, voy a comer al mercado. Le respondí-

– Me traes a mi porfa. Agregó.

– Si ahí le llevo. Le respondí.- Después de comer, pedí un almuerzo para llevar. Le llevaba un almuerzo con chile relleno, pensando en agradarla. Logre el propósito a medias, creo. Al llegar al hotel me dio las indicaciones de mi habitación en el Hotel Granada número 5.

Con respeto y prudencia le dije que descansara, a lo que se unió Laurita en el pedido. Medio se recostó y ya estaba de pie recordando que tenía una reunión en la Florencia. Me pidió que la acompañara a dejar el carro en un lugar donde lavan vehículos. Laurita se quedó descansando y partimos a dejar el carro, luego nos fuimos a una librería cercana para buscar un libro “Las mil y un historia de radio venceremos”, un presente de nuestra hija para su novio Marian, por desgracia no lo logramos. Después me pidió que le buscara un taxi para que la llevara a su reunión en la colonia Florencia. Le busqué el taxi.

Yo salí para el hospital del Tórax a ver a Jorgito Ramos amigo y compañero mío, cuya salud está muy afectada. Regresé al hotel en donde nos reencontramos para ir al centro y buscar el presente para el novio de nuestra hija. Ya las librerías estaban cerradas, pero la suerte nos puso a un amigo común, Carlos Acosta, quien nos ofreció el libro. Me fui yo a esperar a Carlitos a la imprenta y ellas a Paradiso a tomar algo.

Al no encontrar a Carlitos en la imprenta, me fui a Paradiso, ella estaban inquietas por la tardanza. Nos propuso ir a cenar a un restaurante chino. Salimos para ahí, en el camino expresó su admiración por Anarella, su fuerza, diciendo que tenía el compromiso de ir a visitar a su hijo. Llegamos al restaurante, ambas pidieron comida y ella me decía que pidiera yo. Le exprese que de nuevo sentía molestias en colon. Cuando les sirvieron la comida, sus ojos se llenaron de ternura y de una dulzura mezclada con ansiedad expresando:

-Ojalá estuviera Camilo, a él le gustan mucho los mariscos, e incitó a Laurita a tomar sopita. Laurita, dijo que quería ir al cine, ella dijo que estaba cansada, pero que estaba bien si íbamos nosotros. Finalmente dijo que iría con nosotros y nos fuimos a un cine de un centro comercial aledaño al hotel. Compraron los boletos y entramos a una sala VIP, bromeamos del lujo que nos estábamos dando, y que era la primera vez de andar en estos mundos por lo menos para mí y Laurita. Yo le tomé una foto a ella y Laurita y después ella nos tomó una foto a nosotros. Reímos de nuevo recordando la vez en que ella me tiro unos nachos en la película “La Vida de Pi” cuando la vimos en 3D. Al pasar por la cartelera cinematográfica se quedó viendo un cartel del anuncio de la película “OSO PANDA” sus ojos se llenaron de brillo, alegría y ternura y expreso:

– Yo voy a venir con Camilo a ver esta película.

En el cine nos pusimos cómodos y disfrutamos de la guerra entre los Dioses egipcios o algo así. Luego nos fuimos al hotel a descansar.

El día siguiente, al despertar, bajé donde descansaban ellas y pronto empezamos la faena de subir las maletas. Después de que ella atendiera a Sotero, salimos para el centro. Ellas se quedaron en un parqueo, yo salí para la imprenta de Carlitos nuestro común amigo, luego regresé con el libro, ella me miró sonriente porque ya llevaba el presente para Marianito, le entregue el saludo de nuestro amigo y un periódico de La URP.

Salimos para el aeropuerto. Yo ya andaba medio aguado por el viaje de Laurita. Al fin llegaba la hora de la salida de la muchachita cachetitos inflamados. Después de los trámites de rigor, se llegó el momento de la despedida. Ellas se fundieron en un profundo y largo abrazo. Yo me aparté a llorar. Luego Laurita se me acercó y me dio un abrazo. Al verme llorar ella se me acercó y me dio una toallita para que secara las lágrimas, no se la devolví sin proponérmelo. Uso no le falta y es un recuerdo que guardo con dedicación. Después nos fuimos a poner al par de las gradas eléctricas para ver a nuestra amada Laurita, al de ver que se iba, la despedimos tirándole besos.

Al salir del aeropuerto le dije que ya me iba a tomar el bus para mi regreso a La Esperanza.
– Esperáme. -Me dijo. -Yo me voy a ir ahora.

– Ah bueno- Le respondí. – así aprovecho para ir a hacer mis mandados.

– Yo solo voy a ir a REASA y al revisarme el carro, nos vamos-. Me dijo.

Intente ir a un ciber, a ponerle un mensajito a Laurita. Fracasé ya que estaba cerrado, el que funciona en el aeropuerto. Me fui a donde Bertita y subimos al carro y nos fuimos al taller de la agencia. Al llegar se fue con el señor del taller a probar el carro y luego regresó. Yo estaba tristón por la partida de Laurita. Seguidamente, me dijo si la podía acompañar a donde el quiropráctico ya que estaba con mucho dolor.

La acompañé donde el quiropráctico recomendado por el Dr. Juan Almendares Bonilla, con quien según me contó había ido a una consulta médica recientemente. Al llegar nos sentamos mientras se llegaba la hora que la atendieran, en la plática me dijo que nos pesáramos, en la pesa de la clínica, cuando me pare en la pesa, dijo que estaba bien pero que usaba ropa muy floja, que me fuera a comprar una camisa, cuando fuera a hacer los mandados por el centro e inmediatamente me alcanzó 500 lempiras, los que rechace porque me parecía injusto que además de tanto gasto con los cipotes, gastara en mí

– Agarralos. Me dijo. -yo sé que no andas ni un peso-.

Al final lo tome un poco avergonzado. Todavía ando conmigo ese billete, que también lo guardo como un recuerdo.

Ya cuando entró a la terapia, me fui para el centro, a realizar un par de mandados. Ella tenía una entrevista pendiente con Katia Lara, ocasión que aprovecharían para almorzar.

Después de hacer mis mandados, tomé un taxi para regresar a la agencia y encontrarme con ella. Ya para llegar. Me llamó para decirme que estaba en la oficina. Al llegar nos saludamos y me dirigí a uno de los sillones a descansar. Cuando estamos sentados se acercaron 2 hombres armados, seguro policías de civil o militares de civil, sus armas estaban por fuera, ambos tenían el celular en sus manos, se nos quedaban viendo con una risita burlesca. Me hice el dormido pero estaba observando disimuladamente. Después de realizar los trámites de pago, se me acercó para decirme que nos fuéramos.

-Mire -le dije. –Nos están chequeando.

–Es por usted o por mí, mas por usted que por mí, creo.

– No te preocupes es que aquí les alquilan carros.

Más adelante me señaló un carro AMAROC Café, diciéndome que era ese el que esperaban los señores. Luego partimos a La Esperanza.

–Te quiero invitar un buen café Salva. -Me dijo.

-Gracias Bertita. -Le dije. -Pero estamos en la hora pico y es mejor que no, nos agarre mucho la noche.

–¿Me ayudas a manejar?- Me dijo.

– Claro, pero ya sabe, yo manejo muy despacio.

– Si, no importa, es que el quiropráctico, me puso un parche y se me ha calentado la espalda. Adelantito del Durazno, cambiamos de asiento, en el transcurso se puso a buscar una radio y pronto sintonizó RDS radio.

–Te gusta.- Me dijo.

– Si claro.- Le dije. – Es mi emisora preferida.

Se recostó y se durmió por un breve momento, luego, despertó y se puso a buscar emisoras, ya que se había perdido la señal.

– Esta es buena para vos, es de música del recuerdo.

-Si ahí déjela. Luego empezamos una larga y amena conversación de las hijas y el hijo y de las luchas en común. De Salvita me dijo

– Ese moto viejo no quiso que lo llevara al quiropráctico y me preocupa porque le duele mucho la espalda.

Luego habló con orgullo de que él es bien enfocado en el estudio. De Bertita hablamos de que es bien fuerte, como un soldado espartano. Eso es verdad, ahora que estoy transcribiendo este artículo me manda un mensaje en el que me dice:

– Fuerza y combatividad, Viejo-.

De Olivia habló de que es inteligente y muy parecida a ella físicamente. De Laura habló de su dulzura y su vocación por el teatro y que sí le preocupaba que era un poquito ansiosa. Yo miré en aquel viaje, tanta cosa maravillosa y vi que nos uníamos en un amor profundo, en una dimensión espiritual. De la lucha me dijo alegre que venía un amigo común Gustavo Castro, quien estaría en COPINH, desarrollando un tema sobre energías alternativas. Se acordó cuando Gustavo ofreció llevar a Salvita a México y Gustavo le cumplió la promesa. Se rió cuando recordó, que Salvita le había dicho que no le fuera a mentir.

En un momento se quedó en silencio y me dijo que para que lo supiera yo, ella había hecho el testamento. Era la segunda vez que me lo decía y yo le dije:

–Bertita eso no es lo más importante. Lo importante es que usted se cuide, una noticia de esas destrozaría a su mamá, los cipotes y toda la familia.

–Mirá, me dijo es que en este país a cualquiera suenan en cualquier rato-, y me repitió de las recientes amenazas. Ambos nos quedamos en silencio. Yo, pensé:

–No puede ser ella es muy reconocida y tan imbéciles no han de ser.- Retomamos otras pláticas, pero en el fondo yo estaba preocupado.

Me dijo que Gustavo se iba a quedar en su casa ya que él ocupaba internet y que en UTOPIA no hay. Me dio mucha tranquilidad que no iba a estar sola en su casa. Después de otras pláticas, que llenarían muchas páginas, llegamos a La Esperanza, ya yo no manejaba porque en Siguatepeque, me pidió el carro.

Al llegar a la ciudad me dijo, que dónde me dejaba, en cualquier lado le dije. Me dejó justo al par de la casa de Don Arturo Santos. Me acerqué a ella y le agradecí el haberme llevado a dejar a Laurita. No, no es nada. Nos tomamos las manos e intercambiamos sonrisas. Después de dar mis vueltecitas, me fui a la casa donde vivo, a unas cuadras para llegar me alcanzó un carro que pitó. Era ella que venía en compañía de Gustavo Castro. Gustavo es un gran compañero con el que compartimos en La Escuela Florestan Fernández, en Sao Paulo. Él se bajó y nos abrazamos. Bertita me habló para invitarme a subir al carro y me dio el teléfono mío, que había olvidado en el tablero del carro. Me fueron a dejar. Nos despedimos y cuando iba entrando al portoncito, de nuevo me habló Bertita diciéndome que si tenía cigarros. Que es que Gustavo no había comprado ya que donde Ventura no venden.

– Si claro-. Le dije, procediendo a entregarle unos 3. Repetimos los saludos y me fui a dormir extenuado.

El día siguiente me llamó 2 veces, en la primera llamada me dijo algo que por la bulla no entendí y le pedí que me llamara más tarde. En la otra llamada me preguntó que si Camilo estaba conmigo, le dije que no, que ya se lo había entregado a Olivia. Le pedí que nos viéramos en casa de su madre, ya que tenía que plantearle algo.

– Sí-. Me dijo. –pero cuánto te vas a tardar.

– unos 25 minutos le dije.

– Mucho.

– 15 pues.

– Está bien aquí nos vemos.

Llegué a casa de doña Bertha y ella me abrió la puerta y me dijo que qué le iba a decir y le dije el problema de los jóvenes estudiantes de la Normal y el IDO, que la secretaría de educación los dejo sin maestros y que si COPINH se podría pronunciar y que la CInPH se iba a pronunciar.

– Sí, Me dijo. Hacé el comunicado de COPINH y me lo mandás.

Después de esa corta plática entré a la sala de la casa de Doña Berta, saludé a ella y a Gustavo. Me ofreció jalón, pero yo iba a ir a feisbuquear. Me quedé un poquito más en casa de doña Berta y después salí. Me molestó más el dolor en el colon y dispuse ir donde Rolando para que me fuera a dejar. Me acosté, escuché pasos en la casa donde vivo, pero me pudo el sueño. Luego me desperté con una corta tormenta quizá de unos 10 minutos, ya en la madrugada me volví a despertar, pero era obscuro y decidí seguir durmiendo.

El último viaje de Bertita, fuera de La Esperanza.
3 de Marzo.

Pum, Pum, Pum, Pum, tocaron la puerta de la casa donde vivo. Después de preguntar quién es. Abrí y entró Rolando, un poco desesperado y me dijo

– Esta bien Viejo.

– Si. ¿Que pasa? Le pregunté.

– ¿Está bien del Colon?

– Sí, ¿qué pasa?- le volví a preguntar.

– Mataron a Bertita.-

En eso llego Polito, y su esposa y Paty. Me dio un temblor en todo mi cuerpo, sentí que se me secaba la garganta y dije en mi pensamiento.

-Amado Dios no puede ser-.

Me puse la ropa, rápido y salimos. No podía contener el sudor en mis manos y me parecía que eso no podía ser. Mi respiración estaba entrecortada. Estaba viviendo una pesadilla, sentía nudos en la garganta. No puedo decir más. El dolor está vivo.

Ahora íbamos para Tegucigalpa. Ella y yo. Me senté al par de su cuerpo. Sentía un frío brutal.

– Con permiso Bertita le dije- y levanté la cobija con que ella iba arropada.

Ella iba conmigo. La muchachita de carita bonita, la flaquita de discursos emotivos. Ella y yo al par. Pensé en las cipotas, en Salva, en doña Berta, en el dolor de su familia. Ahí íbamos al par, como cuando nos fuimos juntos a participar, en apoyo al pueblo salvadoreño y en lo más crudo de los combates de noviembre del 89 y que por suerte, logramos salir ilesos. Esa mujer tan valiente y rebelde que cuando yo la tomaba de la mano, para apartarla de los bombardeos, se enojaba, al grado que tenía que persuadirla, rápidamente para apartarla del peligro, hablarle de Tatumira y su madre para que se calmara.

Yo viajando con la madre de mis hijas y mi hijo, pero en qué condiciones. La máxima dirigente de COPINH, una mujer que aun sabiendo que esa posibilidad se podría presentar. No renunciaba a la lucha. Qué convicción, qué fuerza.

Más adelante seguíamos juntos en el helicóptero.

-No díganme que no es verdad-. Decía en mis pensamientos

Pensaba en la grandeza de aquella mujer, que abonaba con su sangre, la lucha por un mundo mejor. Estás con Romero decía, con las hermanas Mirabal, Con el Che. Corriste la misma suerte de Jesús de dar la sangre por los demás. Pero no dejaba de pensar en el dolor que causaron esos cobardes, los que mandaron y los que hicieron el crimen. ¿Tanto miedo les causaba esa mujer, que solo vivía armada de ideas, de palabras y fuerza de la razón?

Alcancé mi mano para tocar su cuerpo martirizado. Sentí culpa. ¿Cómo no pudimos echar a andar un protocolo de seguridad estricto?

Me recordé las palabras de Olivita que me dijo

– Papi mi mami pidió a Gustavo que lo llamara para auxiliarla. Él lo llamo y usted no contestó.

– ¿Cómo no pude escuchar esa llamada? Mierda. Dije. ¿Por qué no pude auxiliarla? Me apreté las manos y sentí culpa.

El regreso fue muy duro, venía de regreso a La Esperanza. Después de los homenajes, salimos juntos. Ella en su féretro en la parte de atrás. Yo en la cabina.

Empezamos un momento muy nuestro. Ambos estábamos tristes. Ella comenzó a sollozar, pase mi mano y la puse encima de ella y no paramos de sollozar juntos, hasta llegar. Estaba quebrantado en un estado de trauma. Me dolía tanto mi corazón.

Luego entre copal y candelas, entre rudas e incienso, en el fuego sagrado, con dulces fresas, con olorosa ruda. Llegó contenta, convocada por las mujeres mayas. Se me metió con fuerza.

Después se apareció en Salvita lo llenó de aún más fuerza de la que él tiene, envolviéndolo con hermosas llamas. Se apareció en La Bertitas, como les dicen ahora, las invadió con una corriente de fortaleza. Se metió en su madre heroica y dulce.

Ahora Tita, hablas en las paredes, convocas luchas, convocas a la unidad. Te vi pasar en una pancarta, luego en 2, luego en 10 hasta perdí la cuenta.

Ahora sos música, hablás en el viento.

Bertita ancestral, regresaste en millones. Espíritu del agua, del bosque. Estás en Camilo y los caminos. Ahora no sollozas. Ahora sonríes. Sonríes porque estas más viva que nunca.

Estás en el pasado, estás en el presente y estarás por siempre, acompañándonos, hasta la victoria.

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