Hotel Abismo: ¿Decolonialidad o discurso de odio antieuropeo?

Por Javier Hernández Alpízar

No hay fetichismo más grande que el de la tecnología, de cuando tú das vida y poder a las cosas y no consideras a las personas, parece que el capitalismo ha producido un montón de riqueza y nos ha empoderado, pero no nos muestran la otra cara, lo que el capitalismo ha destruido, cómo nos ha empobrecido”.

Silvia Rivera Cusicanqui

En estas palabras, Silvia Rivera Cusicanqui parafrasea a Karl Marx apropiándoselo para criticar al capitalismo y al fetichismo de la tecnología (una advocación del fetichismo de la mercancía). La pensadora boliviana compartió el foro, en esa ocasión, con la feminista italo-estadounidense Silvia Federici. Las dos Silvias son teóricas a quienes cualquiera que se proponga entender el mundo contemporáneo y las alternativas anticapitalistas tiene que tener en cuenta.

Acabo de escuchar al teólogo y filósofo de la liberación marxista nacido en Alemania y habitante y pensante en Costa Rica reivindicar el zapatismo, “Un mundo donde quepan muchos mundos”, como inicio de la actual lucha por el bien vivir de inspiración indígena en los movimientos antisistémicos, anticapitalistas, de América Latina.

Todo esto me animó a escribir esto.

Recuerdo que Silvia Rivera Cusicanqui dijo (palabras más, palabras menos) “La decolonialidad es una moda: el poscolonialismo es un deseo; el anticolonialismo es una militancia.”

Me gustan estas posturas heréticas que refrescan el pensamiento libre, crítico. La pensadora boliviana apropiándose creativamente a Marx para pensar el capitalismo que coloniza y devasta América Latina. La feminista italiana criticando la insuficiencia del pensamiento de Marx sobre la acumulación originaria y complementándola con la reflexión sobre el trabajo de cuidado impago que realizan las mujeres, aportando plusvalor al sistema capitalista. El pensamiento crítico del filósofo y teólogo alemán- costarricense, prolongando la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y sobre todo de Walter Benjamin, quien propuso criticar al capitalismo como religión, pues la teoría del fetichismo puede ser leída como una crítica teológica del capitalismo, religión idolátrica.

Frente a esta riqueza y generosidad de pensadores y pensadoras como Hinkelammert, Cusicanqui y Federici recuerdo algunas intervenciones en foros de una cierta versión en caricatura del pensamiento crítico, autodenominada “decolonialidad”, que pregona un discurso de odio contra Europa.

A diferencia de Hinkelammert, quien critica a Friedrich August von Hayek, teórico fundamentalista del libre mercado fetichizado, endiosado en la mano invisible como subterfugio de divina providencia bendiciendo la injusticia social; a diferencia de Cusicanqui, quien critica el capitalismo y el colonialismo interno usando, entre otros, a Marx; a diferencia de Federici, quien critica a Marx para aportar conocimientos que enriquecen el pensamiento marxista, feminista y antipatriarcal, un cierto discurso de odio antieuropeo se bautiza decolonialidad y propone abandonar las aportaciones de autores como Marx y Henri Lefebvre, por su supuesto “eurocentrismo”.

Esa postura panfletaria es una promoción de la ignorancia. Marx es un pensador fundamental para entender la historia de lucha en América Latina. ¿Cómo entender sin Marx la Revolución Cubana, el zapatismo del EZLN o la Revolución Bolivariana en Venezuela? ¿Cómo entender y proponer luchas emancipatorias en las ciudades latinoamericanas sin los conceptos de producción del espacio y derecho a la ciudad de Henri Lefebvre?

Los discursos de odio antieuropeos (bajo pretexto de criticar el “eurocentrismo”) me recuerdan a los marxistas dogmáticos que no leían nada que no fuera “literatura marxista” (Las tres artes y tres fuentes integrantes del marxismo de Lenin como Kibalión universal), a las fundamentalistas que no quieren leer a ningún autor hombre (¿ni siquiera para poder criticarlos?), a los fieles seguidores del obradorismo que no pueden leer, escuchar o ver ningún medio de comunicación porque todos son una conspiración contra su CuatroTé, o a los grupos religiosos cristianos fundamentalistas que en todo, canciones, radio, TV, cine, internet, ven al Diablo.

Con el tema de la Revolución Bolivariana puedo cerrar la pinza. De paso recomiendo el excelente vlog de los venezolanos Escuela de Cuadros (https://www.youtube.com/results?search_query=Escuela+de+Cuadros ), con más de un centenar de programas de aproximadamente 50 minutos sobre teoría marxista y revolucionaria, con pensadores invitados de toda América Latina y de diversos países, incluidos europeos.

Tienen un programa sobre un pésimo artículo que escribió Marx sobre Simón Bolívar. Critican el hecho de que Marx se dejara llevar por su prejuicio acerca de Bolívar (creía que era una copia caricaturizada de Luis Bonaparte, es decir la caricatura de una caricatura). El tema es particularmente delicado para ellos y ellas porque son bolivarianos y marxistas. Pero también entienden que si bien fue un error garrafal de Marx, es un texto mucho menor y sin peso en la obra de un autor fundamental para pensar la situación actual y las alternativas emancipatorias. Concluyen, entre otras cosas, que no debemos idealizar a Marx, ni a Bolívar ni a nadie.

En otro programa, conversan con Marcello Musto acerca de El último Marx, muy poco conocido, por ejemplo, por su carta a Vera Ivanovna Zasulich. Un Marx que está releyendo a sus clásicos de la literatura como Cervantes y Shakespeare, pero también está estudiando los más recientes avances de historiadores y antropólogos. Para contestarle a Zasulich sobre la comuna rusa, se puso a estudiar ruso y a leer todo lo que pudo sobre Rusia. Concluyó que no era necesario destruir la comuna rural rusa para proletarizar a los campesinos y luego hacer una revolución comunista: porque la comuna rural rusa podía ser un elemento de un nuevo mundo ruso comunista. El estalinismo no solo destruyó la comuna rural, sino que escondió lo más que pudo esos textos de Marx.

Marx estaba leyendo sobre La India. Estaba comprendiendo que el capitalismo no desarrolla a los pueblos que coloniza sino que los destruye. Ya no tenía la misma postura de sus años de mayor entusiasmo por el desarrollismo capitalista como paso a una posterior revolución anticapitalista. Porque Marx estaba dispuesto a leer y a modificar sus posturas si encontraba errores que había que corregir. De modo que el eurocentrismo está más en la cabeza de sus lectores “decoloniales” que en Marx.

Finalmente, la típica muletilla de quienes no quieren leer a Marx y se parapetan en “soy anarquista” y Marx expulsó a Bakunin. En Contracorriente, Luis Hernández Navarro entrevistó a Néstor Kohan y a Andrés Barreda. El marxista argentino le dijo que las opiniones erróneas sobre algunos temas latinoamericanos son textos muy menores en la obra del autor de El Capital y que en nada disminuyen la importancia de las obras centrales de Marx para comprender la situación latinoamericana y las vías de emancipación. Barreda, mexicano, le dijo a Hernández Navarro que la polémica entre Marx y los anarquistas es anacrónica y ya no tiene sentido hoy, cuando autores anarquistas importantes retoman a Marx (a su manera, anarquista) y autores marxistas dialogan fructíferamente con el anarquismo.

Delegaciones de los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena recorrieron la Europa de abajo para conocerse, dialogar y embarnecer la lucha anticapitalista, antipatriarcal y anticolonial. En lugar de promover discursos de odio antieuropeos, favorecen la fraternidad y la sororidad por “un mundo donde quepan muchos mundos”.

Promovamos la militancia contra todo colonialismo (incluso el colonialismo interno), el capitalismo y el patriarcado, no la ignorancia y los discursos de odio antieuropeos.

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