Hotel Abismo: La hegemonía y la lucha por la vida

Por Javier Hernández Alpízar

… “las hegemonías se sustentan en construcciones mentales, y las mentalidades sólo se transforman en procesos de larga duración. Por eso hoy es tan importante saber que éste no es el único mundo posible.”

(Ana Esther Ceceña)

Ana Esther Ceceña (en su artículo “Estrategias de construcción de una hegemonía sin límites”) asume una interpretación propia de la concepción de “hegemonía” de Antonio Gramsci y la pone en acción para pensar el problema que plantea para el actual hegemón en el capitalismo mundial, después del ataque a las torres gemelas de Nueva York, el desarrollo de una estrategia de espectro total para una “hegemonía sin límites”.

Desde luego que la hegemonía que los Estados Unidos se empeñan en reproducir y ampliar implica la conservación del capital como ordenador de la vida social, como modo de producción dominante, y la de Washington como centro dominante. Son dos problemas diferentes: el más abstracto y general, el de la dominación capitalista, y dentro de ella, el de quién detenta la centralidad y la hegemonía capitalista.

Sin embargo, las condiciones extremas de la dominación capitalista van haciendo que el adversario o rival de la hegemonía de los Estados Unidos tenga que ser anticapitalista. Puesto que la reproducción capitalista amenaza la vida humana y las condiciones de perpetuación de la vida humana: el enfrentamiento va siendo contra la humanidad en cuanto tal.

La batalla, entonces, es contra cualquier posibilidad de organización distinta a la capitalista.” (Ceceña)

La dominación capitalista y su hegemonía se basan en el poderío económico, militar y tecnológico, pero Estados Unidos necesita enfrentar todo el espectro de formas de vida, civilizaciones materiales, economías de subsistencia y comunidades que impliquen, incluso potencialmente, un desafío a su hegemonía.

Como la hegemonía es no solo dominio, sino aceptación de su necesidad o naturalización del capitalismo, toda cosmovisión que abierta o implícitamente apele a otra forma de vida distinta al mercado capitalista y su ideología es un potencial adversario. Y como el capital avanza controlando territorios y monopolizando (a la vez que dañando o destruyendo) recursos para la vida humana, sobrevivir implica desafiar al capital.

El propio avance del capitalismo va creando las disidencias, antagonismos y oposiciones o resistencias a su paso, porque para muchos seres humanos, en lo individual o colectivo, el capitalismo y su hegemonía se vuelven un obstáculo para su vida.

Mientras más amplia es la exclusión más se promueve la innovación o la creatividad sociales porque es el único camino para la supervivencia. Es decir, mientras más exitoso es el proceso de concentración de riqueza y poder, más condiciones corrosivas genera, sea por los procesos de degradación social que generalmente surgen en zonas empobrecidas y marginadas, pero que poco a poco van permeando hacia el resto de la sociedad, o por procesos de organización alternativa a los de un entorno que no brinda ninguna perspectiva como no sea la inclusión criminalizada.” (Ceceña)

Esto no significa que toda construcción colectiva al margen del capital sea una alternativa, porque hay formas de sobrevivencia en los márgenes que reproducen lo peor de la dominación, como formas de sobrevivencia criminales y violentas, opresivas y autoritarias, pero la necesidad de sobrevivir obliga a la creatividad y la producción de alternativas.

Estados Unidos implementa una estrategia de amplio espectro que implica poner en el centro de la disputa la superioridad tecnológica (la cual viene peleando desde la carrera armamentista, espacial e industrial con la extinta URSS), pero sabe, por ejemplo desde sus derrotas en Vietnam, que necesita disputar la lucha por las mentes y corazones, porque perder esa disputa abre el camino a perder en otros terrenos, incluso en su propio suelo y entre sus ciudadanos.

La construcción imaginaria de un mundo distinto, producto de la conciencia del antagonismo social en que se sustenta el capitalismo, es para Gramsci el lugar donde se hace posible la revolución. Generar una nueva visión colectiva del mundo es un paso previo indispensable para que el acceso al poder ni sea efímero ni sea una nueva imposición sobre la sociedad.” (Ceceña)

Entonces, la disputa por la hegemonía (y para los excluidos, por la supervivencia) implica no solo el terreno militar, territorial o tecnológico, sino que también es de amplio espectro. Tiene que recurrir a su memoria como comunidad y su capacidad de producir otros sentidos de la vida, de lo colectivo (lo político) y de la historia.

Es ahí donde la concepción de hegemonía gramsciana opera: no solo se disputa el dominio material, territorial o económico, sino el del lenguaje, el pensamiento, lo simbólico, la cultura, la memoria, el sentido de la vida humana: o es el capital y su dominio o es el de los seres humanos, la humanidad, como vida y como civilización para la vida.

Por ello, hoy, defender la vida (por ejemplo, la naturaleza, el territorio, la autonomía) se ha vuelto altamente subversivo, antisistémico, anticapitalista en sí mismo.

Ceceña, Ana Esther (2004), “Estrategias de construcción de una hegemonía sin límites” en Ceceña, Ana Esther coord. Hegemonías y emancipaciones en el siglo XXI, Buenos Aires: CLACSO.

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