Hotel Abismo: Ídolos, líderes-fetiche y sacrificios humanos

Por Javier Hernández Alpízar

Si tuviera religión, me pondría a analizar. Si tuviera ideología, pondríame a rezar.

Jaime López.

Las religiones, con su pensamiento mítico y teológico, explicaban a los creyentes qué era el mundo y cuál era el destino de los seres humanos en él. Después las sustituyeron, parcialmente, las ideologías, sistemas de pensamiento, de ideas, que pretenden ser la explicación de “la verdadera naturaleza de las cosas”.

Hoy, en el pensamiento dominante, hegemónico, se mezclan, como aguas lodosas, ideas y pasiones (fanatizantes), tanto religiosas como ideológicas. Tratar de abrirse paso críticamente en medio de ese pensamiento dominante implica un esfuerzo por derribar ídolos.

Francis Bacon decía que había cuatro clases de ídolos: de la caverna, de la tribu, del foro y del teatro. Los de la caverna (figura inspirada en la alegoría platónica, pero con sentido individual) son nuestra idiosincrasia, nuestro narcisismo: Mis ideas son buenas porque son mías. Por ejemplo “Yo no creo en el covid”. Los de la tribu son los de mi grupo, mi horda, mi colectivo, mi partido: “Nosotros, los de tal ismo, creemos que”… Los del foro son los de la vida pública, cristalizada en el lenguaje: “el enemigo es fascista, nosotros defendemos la libertad”… Y los del teatro, los de las grandes teorías, vueltas autoridad venerable y dogmatizada: el aristotelismo, el marxismo-leninismo, el neoliberalismo, el positivismo…

Probablemente hay más. De hecho, el pensamiento de Bacon alimentó, aunque no fuera su deseo, nuevos ídolos: el empirismo, el positivismo, la tecnocracia.

El problema es que las ideas se tomen por la realidad misma., como productos ya elaborados que nos ahorran el esfuerzo de pensar. Se trata solo de repetir, citar, glosar y usar el ídolo como arma contra quien quiere pensar por su propia cabeza: el hereje, el heterodoxo.

Las ideas recibidas, nos dice Klaus Held, explicando a Husserl, se interponen entre nosotros y el mundo, las cosas, la experiencia cotidiana, como un mantel que la cubre. No vemos las cosas sino sus bultos cubiertos por el mantel de ideas.

Además del des-conocimiento del mundo que esto implica, el problema es que ideas muy queridas nos pueden llevar a pasiones como el odio. Recordemos que los discursos de odio son el caldo de cultivo de los crímenes de odio.

Cuando las religiones eran el pensamiento dominante, había guerras de religión. A pesar de que, por ejemplo, judíos, cristianos y musulmanes creen en el mismo Dios, se perseguían, y se mataban. Teocracias como la mexica tenían un sistema geo-político de guerras floridas y sacrificios humanos.

Pensamientos que en un principio fueron críticos, que dieron aliento a los oprimidos, como el cristianismo, el liberalismo o el comunismo, al llegar al poder se volvieron tiránicos, ideologías de sistemas opresores como el Imperio Romano, el feudalismo, el capitalismo, el colonialismo y el socialismo real.

Las grandes religiones fueron los partidos políticos de su tiempo: decidían el ascenso y caída de imperios, aglutinaban masas para la guerra. Luego las ideologías impulsaron revoluciones y contrarrevoluciones, terror, purgas, guerras frías y no tan frías.

Anteponer al mundo en que vivimos, a nuestra experiencia humana histórica, al vínculo que nos une con todos los seres humanos y todos los seres vivos, nuestro mantel de ideas favorito, o el que por inercia portamos, es negarnos a conocer y reconocer el mundo, la vida, a los otros.

Con nuestros ídolos-ideas más queridos, apasionadamente fetichizados, podemos generar discursos de odio contra quienes ven con otros manteles de ideas, y así podemos condenar a la violencia, al linchamiento, o al genocidio, a seres humanos como nosotros: niñas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos y ancianas, hombres y mujeres a quienes después de esconder bajo una etiqueta ideológica, nacional, religiosa, política, partidista, de género, los dejamos de ver como humanos y los convertimos en seres sacrificables en el altar de la Idea-fetiche o del Líder-fetiche o del Partido-fetiche.

No podemos cambiar el mundo solo con un debate de ideas, pero sin un debate libre de ideas, sin odios, con honestidad, todo supuesto movimiento de cambio termina en un nuevo autoritarismo de tendencia totalitaria.

Dice Franz Hinkelammert que el mito del poder consiste en decir que “tenemos que sacrificar vidas para salvar vidas.” De ese modo pretende justificar los asesinatos en masa, las guerras, los genocidios, las armas de destrucción masiva, en el nombre de “salvar vidas”. La mentira es un recurso muy querido del poder opresivo.

Cuando todos los pueblos del mundo necesitaríamos unirnos para enfrentar pandemias y la crisis climática, hay guerra. ¿Así o más irracional?

Estamos, en todo el planeta, en una situación que nos exige pensar. Pero el sistema, productivista y explotador, nos exige actuar, no pensar, producir. No es extraño que una industria así termine por producir, en cantidades industriales, cadáveres.

En lugar de clasificar los cadáveres en buenos y malos, correctos o incorrectos, tenemos que detener esa maquinaria de muerte.

Abandonar los discursos de odio, detenernos y pensar no es suficiente, pero es necesario. Urgente.

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