Al pensar en nuestro hermano Obdulio Ruiz Ayala se nos viene una lluvia de recuerdos: desde su participación durante el 2001 en la conformación del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra hasta los momentos más críticos de los últimos años del mal gobierno de Peña Nieto, Obdulio estuvo ahí con su dignidad, su integridad y su trabajo por su pueblo.
Obdulio se ocupó siempre de organizar San Miguel Tocuila. Frente a cualquier institución, abuso o imposición, buscaba sensibilizar a su comunidad.
Como muchos compañeros, interrumpió su trabajo y tiempo para ir a las marchas, a interponer un amparo, a ir a infinidad de reuniones. Así, sabía que debíamos agotar todos los medios para defender la tierra y el agua.
Durante estos 20 años de lucha, no fueron pocas las veces en que llegamos a sentir que nuestra necedad de conservar la tierra parecía un esfuerzo en vano. En tiempos del saqueo de la maquinaria priista, más de un compañero se vio deslumbrado por los pesos y centavos, su voluntad se doblegaba frente a lo que daban por hecho: la imposición de un aeropuerto sobre la derrota de los pueblos desmoronados y divididos. Sí, la moral se nos iba abajo, pero hasta eso, tuvimos que aprender a disimular nuestra impotencia y caminar erguidos, con la frente en alto.
Uno de esos días inciertos, los compañeros de Tocuila, mujeres y hombres, llamaron a los otros pueblos. Reunidos en alguna casa, ellas y ellos como anfitriones, expusieron sus miedos, sus indignaciones, sus dudas y sus convicciones. Como verdaderos hermanos, uno a uno fue hablando y en ese mismo orden iban manifestando su decisión personal y colectiva: Vamos a defender la tierra. No nos vendemos, nos quedamos junto a quienes decidan luchar. Obdulio fue parte de ese momento.
Esa resolución firme removió de nuevo nuestra región. Quizás no lo sabían los compas, pero al resto de los pueblos nos devolvieron la moral. Su firmeza honesta nos convocó de inmediato a poner trincheras y banderas. Pronto se levantaron campamentos en los límites de los ejidos. Empezaron los de Tocuila, le siguieron Atenco y Nexquipayac.
Los campamentos que no eran otra cosa que, carpas con lonas, con fogatas, guardias permanentes, y mucha, mucha determinación para defender la tierra, enfrentaron intimidación y agresiones por parte de grupos de choque. Obdulio también fue clave en este proceso al organizar dentro de su comunidad: informaba a medios de comunicación, encabezaba los recursos agrarios interpuestos por su pueblo contra el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y la complementaria autopista Pirámides-Peñón Texcoco, no dejaba de insistir dentro de su pueblo.
Además, nuestro hermano fue también muy importante durante la campaña para hacer visible el Lago de Texcoco. Nativo de una comunidad lagunera como lo es Tocuila, recordaba su vida de niño al lado de la laguna e insistía en lo que es nuestra exigencia hoy: esos terrenos se deben volver a llenar para recuperar los cuerpos de agua.
Pensar en Obdulio es, pues, un lago de inspiración, una lluvia de determinación para seguir. Él era de los principales promotores de que la región impactada por el aeropuerto asesino se convirtiera en un Área de Protección de la Vida.
Nuestro compañero derrotó a la pandemia de la indiferencia. Se sostuvo. No se venció, no entregó las tierras. Fue íntegro hasta el final. Para honrar su memoria, debemos evitar que su comunidad sea partida, ya sea por la carretera o por las acciones de las instituciones.
Aunque las condiciones del mundo hacen que no nos podamos abrazar físicamente, nuestro corazón abraza a su familia y les decimos que no están solas.
A Obdulio lo sembraremos en la tierra que defendió. Regresará y con él la fuerza para detener la autopista impuesta sobre su pueblo y para que el lugar que tanto amo vuelva a ser lo que era.
Publicado originalmente en la página del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco: http://atencofpdt.blogspot.com/2021/03/obdulio-y-la-dignidad.html