Por Nodho de Derechos Humanos.
#AlertaPuebla
Puebla, 24 de Febrero de 2016.- El 2016 se está convirtiendo en un año de violencia exacerbada y muerte en Puebla. Catorce mujeres asesinadas en menos de dos meses en hechos que parecieran indicar que se trata de feminicidios, es decir, que quienes las mataron lo hicieron por razones de odio, desprecio o posesión hacia ellas por el hecho de ser mujeres. Estas catorce mujeres asesinadas, varias de ellas embarazadas, además de ser una alarmante tragedia en sí, son la consecuencia y el síntoma de una enfermedad social que ha ido creciendo con el tiempo y en la que si bien la sociedad comparte la responsabilidad en este deterioro, las instituciones públicas en lugar de frenarlo lo han favorecido.
La impunidad y el abuso de poder han sido el sello institucional desde hace ya muchos años en Puebla, desde los casos de pederastia y trata de personas durante la administración de Mario Marín y en la que el propio ex gobernador logró evadir su responsabilidad a pesar de las abrumadoras evidencias de su complicidad; hasta el desprecio violento y sistemático que ha caracterizado a la administración de Rafael Moreno Valle evadiendo restricciones legales o legalizando la brutalidad como ocurrió con la #LeyBala. Lo que los gobiernos en Puebla han dado como ejemplo es que el poder implica impunidad y esto abre la puerta a todo tipo de abusos y tragedias. El problema real para quienes están en el poder no es detener las tragedias sino ocultarlas o callarlas cuando se vuelven evidentes.
Asaltos, desapariciones, feminicidios, agresiones a periodistas, detenciones arbitrarias, agresiones a activistas y líderes comunitarios, rupturas de todo mecanismo de diálogo real entre gobernantes y gobernados, corrupciones y complicidades entre poder económico y político, impunidad para el que tiene algún tipo de poder, todo esto genera un ambiente violento, un clima de miedo y hostilidad de clase, de género, de todo, un ambiente donde el que matar se vuelve no sólo posible, sino cotidianamente aceptado. José Luis Tehuatle, Samai Márquez, los seis jóvenes de la colonia Lomas de San Miguel asesinados y calcinados en venganza por el robo a un empresario, y todos los demás casos, son parte de una misma enfermedad social que tiene entre sus causas un enorme deterioro institucional que no se resuelve con gendarmes, sistemas punitivos o estrategias de medios para ocultar lo inocultable.
Puebla está siendo un terrible símbolo de lo que provoca la ambición política, el oscuro y letal juego electoral que ha sido el principal objetivo de la presente gubernatura, en Puebla están quedando claros los verdaderos intereses de los de arriba, poder, control, dinero a costa de lo que sea; lo que pasa abajo, lo que le sucede a la población es un estorbo, un elemento que sobra en el tablero del poder. En las muertas, en las víctimas, en el dolor yacen las huellas de un estado de terror fundido en una práctica cotidiana y sistemática de impunidad e injusticia. El ejemplo constante del atropello a la condición y a los derechos humanos, la violencia como medio para lograr objetivos, el desprecio encarnado en transgresión permanente y legalizada ha dejado sus profundas consecuencias.
Como se ha sentido en México desde hace ya casi una década la sociedad esta, estamos ante una constante sensación de indefensión, de desamparo. Esta vez en Puebla no podemos ver cómo nos integramos a los estados con altos índices de violencia, nos queda hilar voces, reproducir gritos, buscar horizontes en los que quede algo más que el inminente panorama de desolación y silencio.
Es cierto que la sociedad tiene que hacer su parte, y la está haciendo, denunciando, difundiendo, sobreviviendo, organizándose a pesar de la represión y la violencia. Los gobiernos también tienen que hacer su parte, porque no la están haciendo, y no parece que la vayan a hacer, ni siquiera el primer y mínimo paso que es frenar sus acciones de impunidad, desprecio y violencia, y reconocer la gravedad de la situación y su responsabilidad en ella.
Ante esta situación no queda más que buscar formas de protegernos mutuamente, de sobrevivir juntos, de difundir la #AlertaPuebla y exigir un paso mínimo de las instituciones oficiales, sin excusas, sin pretextos (aunque parece inútil): Una declaratoria oficial de ALERTA DE GÉNERO para Puebla.
Nodo de Derechos Humanos