Hotel Abismo: De fanatismo y fanáticos

Por Javier Hernández Alpízar

Ni Hamás ni Netanyahu. El pueblo de Israel pervivirá. El pueblo de Palestina pervivirá. Sólo necesitan darse una oportunidad y empeñarse en ella.

Mientras tanto, cada guerra seguirá siendo sólo el preludio de la siguiente, más feroz, más destructiva, más inhumana.” Subcomandante insurgente Moisés, EZLN.

A la comunidad otomí en resistencia y rebeldía, atacada por policías con entrenamiento israelí.

A las comunidades zapatistas, que conocen la guerra de primera mano y han exigido parar la guerra en Ucrania y en Palestina.

El escritor judío Amos Oz dijo en una conferencia ante militares israelíes, en 2015: “Si no hay aquí dos Estados, y pronto, habrá un solo Estado. Si hay aquí un solo Estado, será un Estado árabe desde el Mar Mediterráneo hasta el río Jordán.”

Y más adelante describió una situación muy parecida a la actual: “es muy posible que, para demorar la creación de un Estado árabe desde el mar hasta el Jordán, se instaure aquí, temporalmente, una dictadura de judíos fanáticos, una dictadura con tintes racistas, una dictadura que oprima con mano de hierro tanto a los árabes como a sus opositores judíos. Una dictadura así no durará mucho. Casi ninguna dictadura de una minoría que oprime a la mayoría ha durado mucho en la era moderna. También al final de ese camino nos aguarda un Estado árabe desde el mar hasta el Jordán, y antes también un veto internacional, un baño de sangre o ambas cosas.”

Amos Oz les dice a los militares y expertos en inteligencia israelíes que deben negociar la paz con los palestinos y los árabes y, en esa paz, permitir dos Estados, el palestino e Israel. De lo contrario, al final los árabes derrotarán a Israel y habrá un solo Estado, un estado árabe.

Esto que dijo en conferencias, se publicó también en un libro que reúne diversos textos bajo el título Queridos fanáticos, publicado en español en 2017.

Antes de la derrota israelí final, Amos Oz teme una dictadura de fanáticos judíos. Porque piensa que se necesita un acuerdo de paz, y que los fanáticos judíos y los fanáticos árabes se opondrán a ese acuerdo. “En ambos lados hay demasiadas personas que rechazan la idea del acuerdo. En cualquier tipo de acuerdo ven debilidad, repliegue, tal vez incluso mezquindad. Sin embargo, yo creo que en la vida familiar, en la vida vecinal y también en la vida de los pueblos, elegir el acuerdo es de hecho elegir la vida. Lo contrario del acuerdo no es dignidad, no es integridad o entrega a unos ideales. Lo contrario del acuerdo es fanatismo y muerte.”

Y claro, los fanáticos siempre prefieren luchar “hasta el último hombre”, porque normalmente los muertos los ponen otros, pero también porque para ellos la vida es sacrificable a todo tipo de ideales y heroicidades patrióticas y nacionalistas. Esa preferencia de cualquier valor por encima de la vida misma también es fanática, piensa Amos Oz: “Esta guerra se libra entre los fanáticos, que están convencidos de que su fin justifica los medios, y todos los demás, que piensan que la vida misma es un fin y no un medio. Esta es una batalla entre los que afirman que la justicia, sea lo que sea eso a lo que se refieren cuando dicen “justicia”, es más importante que la vida, y los que consideran que la vida misma se antepone a muchos otros valores.”

Así, haciendo honor al título del libro, Queridos fanáticos, el escritor israelí dedica un puñado de buenas páginas a describir el fanatismo. Por ejemplo, su tendencia a simplificar y pedir siempre una solución sencilla y definitiva: “A medida que las preguntas se vuelven más difíciles y complicadas, también aumenta el ansia de más y más personas por obtener respuestas sencillas, respuestas de una sola frase, respuestas que señalen sin ninguna duda, a los culpables de todos nuestros sufrimientos, respuestas que nos aseguren que, si aniquilamos y exterminamos a los malvados, al instante desaparecerán todos nuestros problemas.”

Nótese que para el fanatismo, la solución simple y definitiva y la muerte van bien juntas. Además, las notas características que encuentra Amos Oz en los fanáticos judíos y árabes, que conoce de más cerca, son sin duda las de muchos otros fanáticos de causas religiosas, políticas e ideológicas, nacionalistas, patrioteras, chauvinistas y similares. Yo pienso en México y en los fanatismos mexicanos que estamos padeciendo y que quisiéramos cambiar cuando leo: “Los fanáticos tienden a vivir en un mundo de blanco y negro. En un western simplista de “buenos” contra “malos”. El fanático, de hecho, es alguien que solo sabe contar hasta uno.”

Además de ese maniqueísmo típicamente fanático, Amos Oz también señala un rasgo que Alberto Moravia había detectado en su novela El conformista. Así lo dice el israelí: “Conformismo, seguimiento ciego de la corriente, obediencia sin ninguna reflexión ni objeción, deseo feroz de pertenecer a un grupo humano unido y compacto, también son piedras angulares de la mente fanática.”

Y otro rasgo, que se señaló respecto al estalinismo, pero que se da con otros dictadores y líderes populistas: “Si el impulso de seguir la corriente y el deseo de pertenecer a la multitud son el caldo de cultivo de los fanáticos, también lo son las diferentes formas de culto a la personalidad, el endiosamiento de líderes religiosos y de dirigentes políticos, el culto a las estrellas del espectáculo y el deporte.”

La infantilización de las masas, como ya han señalado antes otros estudiosos de las multitudes como Serge Moscovici y Elías Canetti, también Oz la subraya: “La creciente infantilización de multitudes de personas en todo el mundo no es casual, hay quienes están interesados en ella y quienes cabalgan sobre ella buscando poder o riqueza. El publicista, y el que financia al publicista, desean con todas sus fuerzas que todos volvamos a ser niños pequeños y mimados, porque los niños pequeños y mimados son los consumidores a quienes más fácilmente puede seducirse.”

Y desde luego, con la publicidad y la propaganda, viene a cuento un elemento que señaló, desde 1968, Guy Debord en La sociedad del espectáculo. Oz lo menciona también: “Ante nuestros ojos va borrándose la frontera entre la política y la industria del entretenimiento. El mundo entero está convirtiéndose en un “jardín de infancia global”. Las capacidades que necesita el aspirante para lograr ser elegido son casi opuestas a las capacidades que se requieren para liderar. Tanto la política como los medios de comunicación se han convertido en una rama de la industria del entretenimiento: exactamente igual que en la antigua Roma, los medios de comunicación arrojan cada día a los leones a dos o tres víctimas famosas, culpables o inocentes, para divertir a las masas, desviar su atención y sacarles dinero.” Y miren que en México el linchamiento público de masas es como la Canoa sexenal, el pan (y circo) de cada día en prensa y en redes digitales.

Y el proselitismo obsesivo, otro rasgo fanático, sobre todo en el fanático religioso, pero no únicamente en él: “Una de las marcas distintivas inconfundibles del fanático es su ardiente deseo de cambiarte para que seas igual a él. De convencerte de que tienes que apostatar. De hacer que abandones tu mundo y te vayas a vivir a su mundo. El fanático no quiere que haya ninguna diferencia entre las personas. Su deseo es que todos seamos como un solo hombre”. Como diría Fernando Savater, si somos muchos y vamos a luchar juntos, ¿no es mejor luchar como esos muchos en lugar de “como uno solo”?

Además, Amos Oz mira al fanático por dentro, y encuentra un vacío, no hay nadie ahí: “La razón por la cual el fanático tiene mucho más interés en ti que en sí mismo es que, por lo general, el fanático no tiene ningún “sí mismo”, o apenas lo tiene. El fanático es una persona pública al cien por cien. Pública hasta el tuétano. No tiene vida privada. Y, si la tiene, siempre huye de ella.”

Pero sin duda uno de los rasgos más peligrosos del fanatismo es su propensión a los sacrificios, el propio y los de los otros: “El sacrificio de uno mismo no siempre es una expresión de anulación del “yo” por algo que es más preciado que el “yo”. A veces, el sacrificio de uno mismo es una arma fanática, precisa y afilada, que se utiliza para ejercer una destructiva manipulación sentimental.”

Es más: a quien es capaz de sacrificarse en forma entusiasta, no le resultará difícil sacrificar a otros.”

Sin duda, algo completamente antiético. De hecho, Amos Oz cita la opinión de sabios judíos que, al comentar el pasaje bíblico en que Abraham está dispuesto a sacrificar a Isaac por obedecer a Dios, dicen que Abraham no pasó la prueba, pues debió haber contestado a Yahveh: “no lo sacrificaré, porque tu ley prohíbe los sacrificios humanos.” Lo mismo diría Franz Hinkelammert, que lo importante no fue que Abraham estuvo dispuesto a obedecer, sino que al final no hubo sacrificio y que, por tanto, en adelante no debe haber más sacrificios (El mito de Abraham y el Edipo occidental).

Pero el escritor judío no solo describe el fanatismo, también piensa en algunos elementos que pueden ayudar a las personas a vacunarse, a preservarse del fanatismo. “Además de la curiosidad y la imaginación, también el humor puede ser un antídoto eficaz contra el fanatismo. Y, sobre todo, el humor con uno mismo, la capacidad de burlarnos de nosotros mismos.”

El humor me recuerda a los zapatistas, a las cartas en que el subcomandante Marcos le recomendaba a los estudiantes del CGH que firmaban como “tres veces heroico CGH” reírse un poco, tener humor. Y un judaísmo con humor, como el de Woody Allen puede ayudar a sacudir el fanatismo, o la broma de Luis Buñuel en su película “Ese oscuro objeto del deseo”, donde aparece un grupo terrorista que se llama GARNJ: Grupo Armado Revolucionario del Niño Jesús.

El humor y el reírse de sí mismo, como buen elemento antifanático, además de la curiosidad y la imaginación: “Nunca he conocido a un fanático con sentido del humor –escribió Amos Oz–. Nunca he visto a alguien capaz de reírse de sí mismo que se haya convertido en fanático. (Sarcasmo, mordacidad y lengua viperina sí tienen algunos fanáticos. Pero no sentido del humor, ni mucho menos capacidad para reírse de sí mismos). El humor implica cierta inflexión que te permite, al menos por un instante, ver cosas viejas con una luz completamente nueva. O verte a ti mismo, al menos por un instante, como te ven los demás. Esa inflexión nos invita a que nos vaciemos de nuestros aires de grandeza y dejemos de darnos importancia.”

Para cerrar, citamos a una filósofa uruguaya a quien ya habíamos comentado en otra ocasión María Noel Lapoujade, como Gastón Bachelard, filósofa de la imaginación: “Ante todo es urgente emprender una enseñanza y difusión de una profilaxis de los imaginarios colectivos e individuales dañados, con el fin de sembrar en adultos y niños imaginarios sanos, vitales, libres gozosos, felices de ser. Es urgente propiciar la memoria del goce de la belleza simple, sencilla, vital: el color de una flor, el canto de un pájaro, la música marina, la noche estrellada, la ecuánime serenidad de las piedras, que son la calma del mundo; la belleza cósmica. En la belleza cósmica incontaminada, es preciso provocar el despertar del recuerdo oculto de la belleza del otro, hoy invisible, mancillada por él mismo y por los demás en el nigredo del horror imperante. Esas gotas de belleza que están en todos y la belleza, ¿por qué no?, de la vida humana digna.”

Para Emmanuel Levinas, la ética nace de reconocer el rostro del otro, la otra. Para los árabes, reconocer la humanidad y dignidad en el rostro del judío, su hermano. Para los israelíes, reconocer la humanidad, la dignidad, en el rostro de los otros, los palestinos, los árabes, sus hermanos.

Por eso necesitamos el oxígeno ético que nos da reconocer el rostro sabio y digno de los mayas zapatistas, nuestros hermanos, nuestras hermanas, y su palabra: “Ni Hamás ni Netanyahu. El pueblo de Israel pervivirá. El pueblo de Palestina pervivirá. Sólo necesitan darse una oportunidad y empeñarse en ella.”

Empeñémonos todos en la paz en Palestina e Israel, en Ucrania y Rusia, en Chiapas y en todo México. Entre el fanatismo y el acuerdo, elijamos la vida.

El libro al que nos referimos es: Amos Oz, Queridos fanáticos, Siruela, Madrid, 2017.

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