Por Javier Hernández Alpízar
“¿Qué sentido tendría que una espora estuviera mejor dotada que usted?”
Rosa Beltrán
En primera instancia parecería que la obra de Charles Darwin influyó en esas formas de clasismo y racismo, de patriarcado y jerarquización humana opresora y colonialista que pretende justificarse bajo la ideología de “darwinismo social”. Sin embargo, fue a la inversa, las nociones de la concepción burguesa liberal (incluso en su versión autoritaria) de la sociedad que postulan a la lucha, la fuerza y el derecho del más fuerte como elementos fundamentales de la sociedad por “naturaleza humana” (“estado de naturaleza”), tales que obligan a un pacto o contrato social para alcanzar la paz de la sociedad civil y salir de la “guerra de todos contra todos” (Thomas Hobbes), fueron estos pensamientos los que influyeron en la idea de Darwin de selección natural por adaptación y sobrevivencia de los mejor adaptados, en tanto que los menos adaptados tienden a extinguirse.
Es decir, la concepción individualista del liberalismo burgués, consagrada en la economía política clásica, que Karl Marx criticó y refutó, puede haber influido en los conceptos con que leyó la evolución de las especies el naturalista inglés. Es algo como lo que Leopoldo Zea dice de los físicos griegos presocráticos: tomaron conceptos de la polis (por ejemplo: justicia e injusticia en Anaximandro) para tratar de encontrar una legalidad (logos) en la naturaleza (físis).
Pese a que además de la lucha entre individuos y especies es muy importante la cooperación, la solidaridad, para sobrevivir y para evolucionar (recalcan autores como Piotr Kropotkin), en el imaginario social quedó reducida la teoría de Darwin a la lucha y el predominio del más fuerte: “al vencedor, las papas”, dice un personaje de Machado de Assis.
Si leemos en el índice de una publicación: “Sobrevivencia del más apto”, “El origen de las especies”, Teoría de la adaptación” y “El salto evolutivo”, parecería que estamos ante un ensayo científico, naturalista y darwiniano. Lo cierto es que tenemos en las manos una selección de cuatro cuentos de Rosa Beltrán.
La mirada darwiniana, herejía que muchos aún no perdonan, mirada que nos hermanó con todas las especies vivas, con una teoría científica fecunda, revolucionaria, regresó luego a la sociedad para vernos como un “mono desnudo” (Desmond Morris). Y esta mirada puede tener una perspectiva humorística, como la autora de una carta a “El correo ilustrado” en los años 90, quien dijo haber dejado de enojarse con los comportamientos absurdos de los varones, alejándose y mirándolos como si viera Discovery Channel o National Geographic. O la mirada de la estandopera Sofía Niño de Rivera (humor clasista y patriarcal) en su show “Selección natural”.
Con Rosa Beltrán, el darwinismo nos lega en sus cuentos un humor más sutil, que abreva no sólo en el naturalista sino en psicólogos como Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche. Las relaciones humanas se muestran como relaciones de poder y de dominio (microfísicas, dijera Michel Foucault).
Entre madre e hijos, por ejemplo. Cuando una madre quiere negar su vejez probando a usar cosas de su hija (su maquillaje), pero la hija, consciente de su juventud y atractivo, le pide encontrar otra manera de cambiar su aspecto. “Pero no es fácil que te digan que tu mamá es un avestruz”.
O la madre que consigue las atenciones desmedidas de su prole, antes indiferente, jugando a la carta de una posible herencia. …“mi madre reina desde el sillón orejero que tiene en cada una de nuestras casas”…
En la relación de pareja, con un esposo que entrena a su mujer para la viudez y las desgracias de una vejez de padecimientos y soledad. “Por eso he decidido entrenarla en el arte del deterioro.”
La comicidad, a veces cruel, es más que verosímil. Y la competencia darwiniana entre fuerzas y posibilidades de desarrollo y evolución puede llevarse al plano psicológico y moral, como en la relación entre una mujer y sus terapeutas. Un poder asimétrico que puede cambiar de dirección.
La literatura, y la cuentística en específico, pueden tener como herramientas una observación de los seres humanos con el frío desapego y el riguroso método de un naturalista, pero quizá no pueden evitar, al escribirse, un espíritu satírico y humorístico.
Así Rosa Beltrán nos invita a prolongar las premisas del darwinismo para observar el egoísmo con el que nos conducimos en la vida moderna, burguesa, en una jungla humana. Verlo con humor es un acierto, pues nadie ha probado que el humor no pueda ser una herramienta de conocimiento ni que el conocimiento no pueda ser una fuente legítima de humor.
Rosa Beltrán, Material de lectura 137, Cuento contemporáneo, nota introductoria de Mónica Lavín, UNAM, México, 2020.