Reseña sumaria del libro “Solitario” de Albert Woodfox

Albert Woodfox: Solitary: Unbroken by four decades in solitary confinement. My story of transformation and hope (Solitario: Inquebrantable durante cuatro décadas en confinamiento solitario. Mi historia de transformación y esperanza). New York City: Grove Press. 2019.

Reseña sumaria por Carolina Saldaña

Albert Woodfox salió de prisión el 19 de febrero de 2016, después de pasar 43 años en condiciones del aislamiento en una celda, es decir, en confinamiento solitario. Robert Hillary King había salido el 8 de febrero de 2001, y Herman Wallace el 1 de octubre de 2013, para morir de cáncer 3 días después. Se conocen como “los 3 de Angola” por organizar  una agrupación de los Panteras Negras en la prisión reconocida como la más violenta del país en una ex plantación de esclavos en Angola, Luisiana, que siguió funcionando como tal.

En este libro autobiográfico, Albert Woodfox nos cuenta de su niñez y juventud en la comunidad negra de Tremé en Nueva Orleans, su encarcelamiento en Angola y otras prisiones, su toma de conciencia y el trabajo de los 3 de Angola. Escribe de lo que lograron en condiciones de tortura y supremacía blanca, y del apoyo de los Panteras Negras de Nueva Orleans, entre otros. A cada paso, reflexiona sobre sus temores, aciertos, errores y aprendizajes.

Crecer en Nueva Orleans

En los años 40 y 50 la segregación racial era absoluta en la comunidad de Tremé. En un ambiente de discriminación racial y pobreza, Ruby, la madre de Albert, tuvo que escapar de un hombre que la golpeaba. Ella trabajó duro para  apoyar a su familia, a veces en un café, a veces en un bar, a veces en la prostitución. Por lo general logró que los niños tuvieran ropa y suficiente comida, aunque cuando hacía falta, Albert salía a robar pan. No lo consideró un delito, sino algo necesario para la familia.

En sexto año, la maestra de Albert le enseñó “su lugar” en la sociedad, según libros escritos por y para gente blanca. Aunque siempre había vivido el racismo, por primera vez entendió que todo el mundo sabía de esto y lo toleraba.  También aprendió que el trabajo de su madre era una desgracia para la sociedad y empezó a tener una relación ambivalente con ella. Dice que es la vergüenza de su vida poder haber pensado mal de la mujer que tanto amaba y que hizo tanto por él y por toda la familia.

Un poco después, un buen hombre conocido como Pop Skeeter se enamoró de su madre. Todos comentaban que si Ruby dijera ¡Salta!, Pop Skeeter preguntaría ¿Qué tan alto? Era un excelente carpintero y llevó algo de estabilidad a la casa. Varios años después, se casaron y se quedaron juntos toda la vida en las buenas y en las malas.

Albert era muy buen estudiante y le fue bien en los deportes, especialmente el futbol americano y volibol. Aunque no hubo equipo de básquet en su escuela, jugaba en los parques. Dice que sólo en los deportes “sabía qué hacer en cualquier momento dado”.

De joven empezó a escuchar historias sobre el linchamiento de la gente negra por el Ku Klux Klan. “Yo, como todos” dice, “le tenía mucho miedo. Por lo regular, mis amigos y yo nos quedábamos en nuestras comunidades. Ahí nos sentíamos más seguros. Ahí llegaríamos a cometer delitos”.

Empezó a andar en la calle, escuchando música y violando la ley para ganar dinero. “Nunca pensamos que estábamos cometiendo crímenes”, dice Albert, “sino que estábamos demostrando que éramos más abusados que todos los demás”.

Woodfox, ya conocido como “Fox”,  participó en una pandilla llamada “Los Highsteppers”; para él y sus amigos, este nombre dio la impresión de que eran “ganadores”. Al ser pandillero, tuvo que aprender a pelear. Su buen amigo Frank vio que un chico más grande lo estaba tratando mal y le preguntó: “¿Cómo puedes permitir esto?” Aunque tuvo miedo, la siguiente vez que Lawrence lo empujó, Albert lo golpeó y peleó con él una y otra vez hasta que los dos quedaron exhaustos.  “Aprendí que la valentía no significa que no tengas miedo, sino que lo dominas y actúas a pesar de tener miedo”, dijo.

Para complacer a su novia en la primavera de 1965, Albert confesó que había robado un coche que en realidad no robó. Recibió una sentencia de dos años en la cárcel de Thibodaux, donde tuvo que cortar pasto y recoger basura.  Después de dos semanas, se cansó de esto y se fugó. “No tuve un plan. No estaba pensando”, dijo. Salió de la cárcel en una vieja bicicleta y cuando se cansó de pedalear, vio algunos camiones y decidió tomar una siesta en un camión mezclador de cemento. Al acostarse ¡vio que las llaves estaban puestas! Se enseñó a manejar  el camión e iba lentamente por una calle cuando algunos policías lo vieron y reaccionaron. ¿¡Un joven negro manejando un mezclador de cemento en la ciudad?! ¡Imposible! Cuando lo detuvieron, Albert salió corriendo, pero luego se dio cuenta que había dejado su billetera en el tablero del camión. ¡Qué estupidez! pensó después.

El siguiente día, estaba sentado en las escaleras de la casa de una amiga, cuando llegó un coche lleno de detectives de Thibodaux y Nueva Orleans. “‘¡Vaya, vaya!’ dijo un agente con mi cartera en la mano. ‘El señor Woodfox’”.

Lo metieron en el coche donde lo golpearon duro y lo llevaron a la cárcel bajo cargos de fugarse, robar, conducir sin licencia, resistirse a un oficial y manejar con exceso de velocidad. El juez le dio dos opciones: pasar cuatro años en la cárcel del condado, o dos años en la penitenciaria de Angola. Albert sabía que sus vecinos respetaban a los hombres que habían sobrevivido Angola. “Pensé que sería un honor ir. Escogí Angola”, dijo.

Angola en 1965

Albert Woodfox entró en Angola por primera vez en junio de 1965. Después de ocho meses salió bajo libertad condicional, pero debido a una violación suya de las condiciones, cumplió otros ocho meses ahí, saliendo por segunda vez el 31 de agosto de 1967.

La prisión se desplegaba sobre miles de hectáreas de tierras agrícolas en un área aproximadamente del tamaño del estado de Chiapas, México. La mayoría de los presos eran Negros, quienes hacían 99 por ciento del trabajo en el campo. Algunos guardias blancos montados en caballos y armados con escopetas les supervisaban, gritando una y otra vez: ¡Más rápido niggers!

Albert Woodfox nos informa que la mayoría de los presos estuvieron encerrados en una prisión central rodeada por “campos”  con dormitorios, bloques de celdas, comedores y oficinas a varios kilómetros de distancia.

Las tierras habían sido propiedad de un esclavista, y después de la Guerra Civil los esclavos fueron alquilados por su viuda. En 1901, el estado de Luisiana compró las tierras y se volvió el dueño de la prisión de Angola, nombrada así porque los esclavos originales vinieron de ese país africano.

Dice Albert: “El legado de la esclavitud estuvo en todas partes. En la tierra debajo de nuestros pies, en el aire que respiramos, y en dondequiera que mirábamos.”

Todos los guardias y altos oficiales  en Angola eran blancos, y sus familias vivían en las tierras de la prisión. Sólo hubo 300 de ellos para vigilar a 5,000 presos, por eso dieron armas a algunos presos para que funcionaran como guardias.

Dice Albert: “Yo siempre tenía mucho miedo pero lo ocultaba. Portarte suave puede ser la diferencia entre la vida y la muerte en prisión”.

Tan pronto que llegó a Angola, Woodfox empezó a escuchar del “día de los peces frescos”, cuando los presos recién encarcelados fueron llevados desde el Centro de Recepción a la población general. Era el día cuando presos depredadores buscaban a sus víctimas. Algunos ya habían realizado sus pedidos por un preso en particular.

“La esclavitud sexual era la cultura de Angola”, dijo Albert. “Las autoridades la aprobaron. Querían tener presos sin espíritu. Querían que los presos se temieran y se abusaran entre sí. Así sería más fácil controlarlos. Si te violaban en Angola…te convertías en un ‘gal-boy’, una posesión de tu violador. Serías vendido, prostituido, usado y abusado… y tu única salida sería matarte o matar a él. Si lo matabas, tal vez te librarías del sufrimiento dentro de la prisión, pero  probablemente te encontrarían culpable del homicidio y pasarías el resto de tu vida en Angola”.

Sólo un agresor intentó violar a Albert, quien se defendió, peleando hasta ganarle. Dice que en realidad no le gustaba pelear, pero tuvo que hacerlo una y otra vez para protegerse o mantener la reputación que iba ganando como un hombre que peleaba hasta el final y  nunca se rendía.

El saxofonista Charles Neville hacía tatuajes entre los presos de Nueva Orleans en Angola, y Albert le pidió uno de una calavera con huesos cruzados con la palabra “muerte”.

Albert Woodfox conoció en carne propia dos de las unidades del aislamiento extremo en Angola. En  “la mazmorra”, cuatro o cinco presos estaban totalmente encerrados 24 horas al día en una pequeña celda infestada con ratas y cucarachas.  Recibían dos piezas de pan tres veces al día. A las 5 pm un guardia llevaba un colchón a la celda y a las 5 am lo sacaba de ahí. Nunca faltaba un gandallón que tomaba el colchón para él mismo y robaba el pan de los demás.

Dice Albert que cuando él llegó a la mazmorra, su reputación le sirvió. Les dijo a todos que iban a compartir el colchón y que nadie iba a robar pan. Nadie lo desafió y durante su estancia el sufrimiento y dolor en esa celda se alivió un poquito.

Un año después, Albert  fue enviado a la vieja unidad conocida como el “Sombrero Rojo”. Su celda medía uno x dos metros. Su cama era una plancha de concreto sin colchón. El excusado no funcionó y tuvo que usar una cubeta que sólo fue vaciada un par de veces a la semana. La celda infestada con ratas e insectos era sofocante y oscura. “Un ataúd”, dijo Albert. Intentó moverse para mantener su flexibilidad. Hizo saltos de tijera y mil lagartijas cada día.    Vio las condiciones como una prueba y después de diez días en el hoyo, sintió que se había convertido en  “algo nuevo”, un joven desafiante.

Encuentros con Panteras

Al regresar a su comunidad, Albert volvió a cometer robos. Durante un año fue adicto a la heroína. En 1969, fue detenido y enviado a la cárcel de la ciudad de Nueva Orleans. Un viejo amigo tuvo una idea de cómo Albert podría escapar. El día de su juicio, el amigo se disfrazaría como abogado vestido de traje y corbata para dejarle una pistola en el baño del tribunal. Con el arma, Albert podría amenazar a los policías para salir del edificio. Así lo hicieron y Albert pudo salir corriendo. El amigo lo llevó a Atlanta, donde tomó un Greyhound para la ciudad de Nueva York.

En las calles de Harlem Albert se fijó en algunos hombres y mujeres vestidos en chamarras de piel y boinas, quienes andaban vendiendo periódicos y platicando con la gente. Quedó impresionado porque fue la primera vez que había visto a gente negra moverse con tanta confianza en la comunidad sin miedo a la policía. Después supo que eran Panteras Negras.

Con la expectativa de ganar cien dólares, Albert hizo una apuesta que resultó ser un engaño y terminó en la cárcel en Manhattan conocida como The Tombs (Las Tumbas). Ahí conoció a tres integrantes de “los 21 Panteras de Nueva York”. Además de la confianza y valor que él había visto en los Panteras en Harlem, eran muy respetuosos con los presos y los trataban como sus iguales.

A Albert le gustó lo que dijeron de su trabajo en las comunidades negras y de su Programa de 10 Puntos. Cuando supo del malísimo trato dado a los 21 Panteras, le sorprendió que no tuvieran mucha rabia. “Por lo contrario, actuaron como si ni siquiera estuvieran en prisión”, dijo. “Nos contaron de los grandes logros de algunos Africano-americanos. Nos hablaron de la asistencia médica que habían organizado en sus comunidades. Dijeron que el país siempre había tratado horrible a la gente negra pero que un cambio estaba por llegar”.

Cuando los Panteras explicaron el racismo institucionalizado, Albert empezó a entender por qué toda la gente de su comunidad era tan pobre, por qué nadie sabía nada de su historia africana, y por qué la segregación racial había sido impuesta. Empezó a entender los principios de los Panteras. Dijo: “No sólo los capté con mi mente. Los sentí con mi corazón, mi alma, mi cuerpo. Fue como si una luz se prendiera en un espacio dentro de mí…”

Resistencia en NYC y Nueva Orleans

Las condiciones horrendas en Las Tumbas impulsaron a algunos presos a organizar resistencia, y en agosto de 1970, estalló una rebelión. Los presos rebeldes tomaron control de cuatro pisos de la cárcel y tomaron como rehenes varios guardias para negociar sus demandas. Además de exigir un fin a la larga espera antes de un juicio, la falta de acceso a libros sobre derecho, las sucias cobijas, los colchones infestados con piojos, y la comida podrida, su demanda principal era un fin a la violencia de los guardias y policías contra los presos, especialmente los negros y puertorriqueños.

Albert Woodfox fue enviado a la cárcel Branch Queens, donde él y muchos otros presos se sumaron a la resistencia cuando Las Tumbas explotó por segunda vez. Los guardias y policías retomaron las prisiones con fuerza brutal.  Un poco después, las autoridades en Nueva Orleans lo localizaron y promovieron su traslado a su ciudad natal para ser enjuiciado.

A partir de la transformación que Albert había hecho en su vida en las cárceles de Nueva York, ahora era considerado “un militante” por el Estado y por eso, asignado al “piso de los Panteras” en Nueva Orleans. Ahí conoció a Malik Rahim y otros Panteras de esa ciudad que habían sido encarcelados por enfrentar a la policía en el proyecto de vivienda pública “Desire” ese mismo año.

Albert supo que sería trasladado a Angola de nuevo, y en conversaciones con los compañeros se decidió que él organizaría una agrupación de los Panteras en la prisión.  Antes de salir de la cárcel de Nueva Orleans, juró unirse al Partido Pantera Negra (BPP) y vivir su vida según sus principios. Al encomendarle a siempre recordar su compromiso, los Panteras le dijeron: “Educa. Agita. Sea fuerte. Mantente fuerte”.

Angola en 1971

Cuando Albert Woodfox regresó a Angola en 1971, empezó a platicar con los demás presos sobre el BPP y su Programa de 10 Puntos: Queremos libertad, el poder de determinar nuestro propio destino, pleno empleo, el fin del robo a nuestras comunidades por los capitalistas, viviendas decentes, educación que nos enseñe nuestra verdadera historia, salud, el fin de la brutalidad policiaca, el fin de las guerras de agresión contra otros países, la libertad de las y los presos negros y otras personas oprimidas, y un plebiscito para determinar nuestro futuro.

Pensó que era necesario promover acciones contra las condiciones en la prisión, y aprendió que, para hacerlo, tenía más éxito en hacerles preguntas a los presos en lugar de arengarles: ¿Cómo te sientes sobre no tener ropa adecuada para trabajar en los campos? ¿Qué opinas de tu pago de dos centavos por hora?

A veces le pareció necesario actuar. La esclavitud sexual aún existía en Angola y un día Albert vio a un preso llamado Joseph Richey seguir a un jovencito de 17 años al baño. Reconociendo el modus operandi de los depredadores, le pidió prestado una navaja a un amigo, entró en el baño  y evitó la violación pretendida. Al salir, subió en una mesa y anunció a todos: “Escuchen bien hijos de la chingada que andan violando a los demás. No van a violar a nadie mientras yo esté en este dormitorio”. Y así fue, dijo Albert, con orgullo.

Hooks y Fox

Fox había escuchado de Herman Wallace, apodado ‘Hooks’,  cuando estaba en la cárcel en Nuevo Orleans. Su mundo, también, había cambiado después de conocer a algunos Panteras Negras ahí. Cuando Albert llegó a Angola en 1971, estuvo presente. El día que se conocieron, Hooks sonrió y se abrazaron.

“Herman tenía una sonrisa que iluminaba toda su cara”, dijo Albert.  “Era franco y abierto conmigo y le tuve confianza. En el temperamento, éramos opuestos. Hooks era un extrovertido– retador, agresivo y audaz. Yo era un introvertido más reservado y diplomático. Pero tuvimos los mismos propósitos y principios”.  Los dos platicaron de lo que habían estado haciendo en sus lugares respectivos y de lo que pretendían hacer. “Sabíamos que habría represalias y que tendríamos que hacer sacrificios…Juntos nos dedicamos a organizar una agrupación del BPP en Angola”.

Tenían reuniones en el espacio donde jugaban futbol. Les decían a los hombres: “Para estar libres, primero tienen que liberarse ustedes mismos…No merecen ser tratados como esclavos…No son propiedad. Son hombres”.

Mientras trabajaban con los presos, Albert empezó a lamentar el daño que había hecho a la gente negra en su propia comunidad cuando cometía crímenes ahí. Se lo dijo a Herman, quien se sentía igual. Lo platicaron con los presos en una reunión y tomaron la decisión de que ahí en adelante uno de sus principios sería no hacerle daño a nadie.

Un escuadrón contra la esclavitud sexual

El trabajo principal de Fox y Hooks  estaba enfocado en el trabajo de los presos en el campo. Pero la esclavitud sexual siguió siendo una dura realidad en Angola. Un día un chavo quien había sido violado se sentó en frente de Albert. “Cuando vi su cara, me di cuenta por primera vez de las consecuencias brutales de la violación”, dijo. “Vi la cara de una persona con su dignidad robada, su espíritu roto, su orgullo destruido. En este momento desgarrador vi a un ser humano completamente destruido…”

Albert y Herman lo platicaron y decidieron actuar. Los otros presos en su grupo estaban de acuerdo y aceptaron trabajar en pares en un escuadrón, sin violencia cuando fuera posible. Empezaron a proteger a los nuevos presos que llegaban a Angola. Los acompañaban a sus dormitorios y les decían que estaban protegidos por los Panteras Negras.   Les explicaron las maniobras usadas para agredir a las víctimas y les aconsejaron a nunca pedir prestado nada y nunca aceptar favores, para no estar en deuda con un depredador sexual. Ayudaron a los nuevos presos conseguir lo que necesitaban y si veían a alguien amenazando a otro preso con la violación, lo detuvieron. A veces sólo era necesario decirle algo al agresor. Otras veces tuvieron que pelear.

Después de estar en el mismo lugar durante seis o siete meses, Herman Wallace y Albert Woodfox fundaron la primera agrupación oficial del Partido Pantera Negra tras las rejas. No fue una agrupación normal. No tenían libros o materiales de lectura para repartir y por eso no pudieron requerir que cada integrante leyera dos horas diario, como era el caso en otras sedes. Cuando de vez en cuando les llegó un artículo o noticias sobre los Panteras Negras, fueron castigados por tener “materiales racistas relacionados con una pandilla”. Unos pocos presos que asistían a las reuniones inmediatamente entendieron los principios de los Panteras y los honraron. Otros no tenían la voluntad o la fuerza para seguir. “La mayoría no hicieron un compromiso con el BPP”, dijo Albert, “pero me gustaba pensar que estaban influidos por las cosas que platicamos”.

El asesinato de Brent Miller

El 17 de abril de 1972, Albert y Herman se despertaron y desayunaron como siempre. Herman se fue a trabajar y Albert regresó a su dormitorio porque no tenía trabajo ese día. De pronto hubo caos en la prisión con guardias armados corriendo por todos lados y las autoridades gritando órdenes por los altavoces a los presos negros: “Salgan y fórmense”. Luego se escucharon los gritos de muchos presos negros siendo golpeados.

Por fin supieron que el guardia blanco Brent Miller había sido asesinado a puñaladas. Albert no lo conocía pero lo había visto y sabía que su familia había vivido ahí en las tierras de Angola durante muchos años.

Albert y Herman fueron golpeados brutalmente e incriminados del asesinato de Brent Miller aunque muchas personas habían visto que no habían estado remotamente cercanas a la escena del asesinato.

El Jefe de Seguridad Hayden Dees le gritó a Albert: “¡Woodfox, maldito nigger, tú mataste a Brent Miller”.

“No lo maté”, respondió Albert.

El Director Murray Henderson le preguntó: ¿Por qué mataste a Brent Miller?

“No lo hice”, dijo Albert.

¿Y por qué odias a los blancos?

“No odio a los blancos”, respondió.

Ni siquiera había terminado la interrogación de los presos negros y mucho menos empezado la de los presos blancos, cuando salió en la prensa que “militantes negros” y “proponentes del Poder Negro” habían asesinado a Miller.

En el CCR

Los guardias llevaron a Albert al bloque de celdas llamado Celdas Cerradas Restringidas (CCR), otra forma del confinamiento en solitario. En la tarde, llevaron a Herman a la celda a su lado. En el CCR las llamadas telefónicas, libros, revistas, radios y periódicos estaban prohibidos. Cada preso podía salir de su celda durante una hora diaria.

Los dos estaban convencidos de que los Panteras Negras en Oakland iban a organizar un movimiento para rescatarlos. “La gente se va a levantar en nuestro apoyo”, dijo Herman. “Por supuesto que sí”, respondió Albert.

“Qué ingenuos éramos”, dijo Albert después. “Ni siquiera sabíamos de los estragos en el partido hecho por COINTELPRO”.

El 5 de mayo Albert Woodfox y Herman Wallace fueron formalmente acusados del asesinato de Brent Miller, junto con otras dos personas que no tenían nada que ver con los Panteras Negras.

Los guardias blancos que controlaban el CCR odiaban a Woodfox y Wallace   porque no acataban sus órdenes. Cuando les gritaron obscenidades, los dos respondieron con lo mismo. Cuando atacaron a otro preso, los dos sacudieron las barras y gritaron, aun sabiendo que un grupo de guardias entraría a atacarlos.

“Me obligué a no ceder al miedo”, dijo Albert. “Fue uno de mis logros más importantes en esos años. No permití que el miedo me controlara…No peleas para ganar. Peleas para que no tengas que bajar tus ojos con vergüenza al verte en el espejo”.

Durante la hora que podían salir al piso, llegaron a practicar artes marciales con los otros presos. Leyeron textos en voz alta. Dieron clases de matemáticas y ortografía. Hablaron de lo que estaba pasando en el mundo. Alentaron los debates y conversaciones. “También hay que defenderse”, les dijeron, “por su propia auto-estima, por su dignidad…”

Dice Albert que después de estar en CCR durante un mes, él empezó a sudar. “Las paredes se empezaron a mover hacia mí…y la ropa apretaba mi cuerpo…Sentí que estaba estrangulado, apretujado. El techo me estaba oprimiendo. Estuvo difícil respirar, pensar, ver…Caminé de un lado al otro de la celda hasta que me caí dormido de cansancio”. Albert tuvo episodios como éste durante todos sus días en prisión. A veces duraban cinco o diez minutos, a veces horas. Después supo que sufría claustrofobia.

King llega a Angola

Robert King se había integrado al Partido Pantera Negra en la cárcel de Nueva Orleans y participaba en protestas ahí. Lo trasladaron a Angola un poco después del asesinato de Brent Miller en 1972, primero asignándolo a las celdas de aislamiento de  la mazmorra, luego al Sombrero Rojo y después al piso D del bloque de CCR.

Woodfox y Wallace, quienes estaban en el piso B, enviaron mensajes a King para preguntar si le hacía falta algo. King respondió que estaba bien y no le sorprendieron las represalias.

Dice Albert: “En las cartas de King, vi su fortaleza, su moral, su integridad. Sentí que podríamos confiar en él…Herman, King y yo, Panteras Negras en Angola, estuvimos en una terrible situación. Pero ahora éramos tres”.

Durante los siguientes meses, los tres siguieron organizando la resistencia desde el CCR con diferentes tipos de protestas, incluyendo huelgas de hambre. Con frecuencia fueron agredidos con gases lacrimógenos. A veces fueron separados para poner fin a su organización. “Pero sólo lograron extender nuestra influencia”, dijo Albert.

Woodfox y Wallace condenados a cadena perpetua

En 1973, Albert Woodfox fue encontrado culpable del asesinato de Brent Miller y en 1974, lo mismo le pasó a Herman Wallace.

El año anterior, Woodfox había presentado una petición alegando que la ausencia de mujeres y personas negras en el Gran Jurado acusatorio era anti-constitucional, pero la petición nunca fue escuchada por un juez.

El abogado que representó a Woodfox y Wallace era Charles Garretson, un joven blanco con las mejores intenciones pero muy poca experiencia.

En los juicios, no se presentó ninguna evidencia física que relacionaba a Woodfox o Wallace con el asesinato. Una huella digital sangrienta fue encontrada en la escena, pero  las autoridades de la prisión se negaron a comparar esta huella con las huellas en su propio banco de datos, así que no hubo comprobación entre ésta y las huellas de Woodfox o Wallace para determinar su culpabilidad  o  para determinar quién era el verdadero asesino.

Albert Woodfox tuvo tres testigos que juraron que él no se encontraba en el lugar del asesinato de Brent Miller la mañana del asesinato, y Herman Woodfox tuvo cinco que juraron que él tampoco estuvo en la escena del crimen.

El testigo estelar de Estado en los dos juicios era Hezekiah Brown, un mentiroso patológico y soplón bien reconocido. Estaba purgando una sentencia por violación agravada y fuertemente involucrado en el negocio del sexo. Era bolero para los guardias y les preparaba café diariamente. Brown cambió su testimonio inicial para jurar que  él había visto a Albert Woodfox, Herman Wallace y Chester Jackson apuñalar a Brent Miller.

Joseph Richey juró que él vio a Brent Miller entrar en el dormitorio Pine 1, donde Miller fue asesinado,  y que unos minutos después vio a Albert, Herman, y otros presos salir corriendo del dormitorio.

Paul Fobb testificó que él vio a Woodfox salir corriendo del dormitorio Pine 1, cosa que hubiera sido imposible porque Fobb estaba legalmente ciego.

A pesar de tantas contradicciones, el jurado sólo deliberó una hora antes de encontrar Woodfox culpable y sentenciarlo a cadena perpetua.

En el juicio de Herman Wallace, Chester Jackson se volvió testigo de cargo. El jurado compuesto sólo de personas blancas no tardó en llegar a un veredicto de culpable para Wallace, quien también fue sentenciado a cadena perpetua. Lo devolvieron al CCR, pero no al mismo piso con Woodfox.

“Aquel año y durante décadas, ellos han intentado causar problemas entre Herman y yo”, dice Albert. “Lo que no entienden es que con cada acción suya, nos hacen más fuertes y unidos…Nos dimos cuenta que estamos en esto para siempre y esto nos dio una nueva determinación, fortaleza y sentido de dedicación a nuestra causa. Hay una fuerte lealtad y devoción entre nosotros”.

Tienden una trampa a King

En el verano de 1973, Robert King fue condenado injustamente por el asesinato de un preso en su piso.

August Kelly murió mientras peleaba con otro preso, Grady Brewer. Los dos iban armados. Durante la pelea, Brewer apuñaló a Kelly, asesinándolo. No cabía la menor duda que él solito lo hizo. Estaba cubierto en sangre y les dijo a las autoridades que lo hizo en defensa propia. Una decena de testigos vieron que pasó.

Pero las autoridades querían involucrar a King, y por eso acusaron de asesinato a todos los presos en el piso. Funcionó. Encontraron a un preso dispuesto a dar testimonio en su contra. King y Grady Brewer serían enjuiciados juntos por el asesinato de Kelly y tendrían un abogado de oficio.

A Grady Brewer le preocupaba que el abogado tuviera poco tiempo para preparar la defensa y se quejó con el juez varias veces. El juez le dijo que si dijera una sola palabra más, sería atado y amordazado. Es lo que pasó cuando Brewer volvió a quejarse. Y King también fue atado y amordazado. Sus manos fueron esposadas a sus espaldas y sus bocas cubiertas con cinta adhesiva. Así quedaron durante todo el juicio.

Debido al testimonio del preso mentiroso, los dos fueron encontrados culpables y sentenciados a cadena perpetua. Los devolvieron al CCR y durante un rato, King estaba en el mismo piso con Albert Woodfox.

En 1974, la Suprema Corte de Luisiana revocó la condena de King, argumentando que el juez en su juicio incurrió en un error al permitir que King y Brewer estaban atados y amordazados durante el juicio. King fue enjuiciado de nuevo en 1975. No estuvo amordazado pero estuvo atado y obligado a vestirse con un mameluco de la prisión. Grady Brewer juró qué él solito había matado a August Kelly en defensa propia y el previo testigo contra King se negó a dar testimonio. De todos modos, King fue condenado a cadena perpetua de nuevo y devuelto al CCR.

La lucha para recibir comida limpia

Cuando estaban en el mismo piso, King y Albert hablaron de la práctica denigrante y sucia de entregar la comida a los presos en el suelo debajo de la puerta de la celda. Se comunicaron con Herman y tomaron la decisión de actuar. Presentaron una petición al Director de la prisión para cortar ranuras en las puertas para entregar la comida. King enfatizó que mientras esperaban, querían sostener las charolas entre las barras para comer.  Platicaron con los presos en el piso para llegar a un consenso, y cuando el Director no respondió, declararon una huelga de hambre. Después de 45 días, los supervisores cedieron a sus demandas. Tardaron un año y medio en cumplir, pero por fin lo hicieron en el CCR.

En aquellos años se hicieron algunas reformas en Angola; eliminaron a los presos que funcionaban como guardias y eliminaron la segregación racial. Un preso blanco llamado Pelts fue enviado a la celda al lado de Woodfox. Se hicieron amigos y un día cuando Woodfox recibió un nuevo radio de su cuñado, le regaló el viejo a Pelts. Muy agradecido, Pelts le dijo que era la cosa más amable que alguien le había hecho en su vida. El siguiente día, Pelts murió de un ataque cardiaco mientras luchaba para respirar.

La auto-educación

Albert, Herman y King llegaron a pensar en la necesidad de la educación y de un enfoque más allá de las prisiones.

Esto coincidió con un aumento en donaciones de libros a la biblioteca de la prisión. La auto-educación de los compañeros se magnificó porque les encantaba leer libros. Empezaron con los de George Jackson, Frantz Fanon, Malcolm X, Marcus Garvey,  Steve Biko y Ho Chi Minh. A King le gustó también Shakepeare y varios autores de ficción. Dice Albert que su logro más grande era enseñar a un hombre a leer. Se llamaba Goldy.

Alrededor de 1977, las autoridades pusieron un letrero afuera de los pisos A y D del CCR que decía “PISO DE PANTERAS: PELIGRO.  Cuando el joven Kenny Whitmore llegó y empezó a conocer a Albert, le preguntó: “¿Pero por qué? Pareces más a un profesor que a un tipo peligroso”. Albert empezó a compartir libros con él y se hicieron amigos y compañeros. Kenny tomó el nombre africano “Zulu”; hoy en día se conoce como el preso político Kenny “Zulu” Whitmore, quien sigue en prisión.

Los 3 de Angola se convierten en abogados auto-didactas

Como parte de su auto-educación, los compañeros empezaron a estudiar derecho, escribir reclamaciones y entablar demandas para lograr mejores condiciones.

Durante los siguientes años, Woodfox, Wallace y King reclamaron la falta de atención médica, la revisión y destrucción de la poca propiedad de los presos,  y  las humillantes revisiones denudos y de sus cavidades corporales. Goldy accedió ser uno de los demandantes en esta demanda a pesar de las represalias que tendría. En algunos casos ganaron victorias parciales. Con respecto a las revisiones desnudos, por ejemplo, un juez puso límites en los registros en el CCR aunque no las prohibió completamente. Estas revisiones siguieron en otras unidades de Angola y en otras prisiones del estado de Luisiana.

En 1979, King presentó una demanda contra el trato cruel e inusual del confinamiento en solitario; ese mismo año, Herman Wallace presentó otra demanda que cuestionaba la legalidad del largo confinamiento de los tres en el CCR.

Alrededor de este tiempo, Goldy salió de Angola. Meses después supieron que murió en la calle por el uso de drogas.

Apelaciones sin fin

Durante muchos años, Herman y Albert no apelaron sus condenas desde los 70s. Pensaron que no valía la pena. Pero en 1990, King les convenció hacerlo.

Albert alegó que un tribunal nunca contestó su moción para anular las acusaciones de un Gran Jurado que no incluía Negros o mujeres.  También alegó asistencia ineficaz de asesoramiento jurídico. El 27 de mayo de 1992, el juez de distrito Thomas Tanner revocó su sentencia condenatoria. El Estado apeló la decisión y perdió. Albert tendría un nuevo juicio, pero primero tendría que ser acusado formalmente de nuevo.

En Marzo de 1993, esto ocurrió en el tribunal de St. Francisville. El Gran Jurado incluyó personas negras y mujeres pero una de éstas fue Anne Butler, la esposa del ex Director de Angola, C. Murray Henderson. Butler había escrito un libro altamente perjudicial contra Herman y Albert.

Dos abogados de oficio fueron nombrados para representar a Albert. Ellos le preguntaron a Albert si se sometería a una prueba poligráfica y se sorprendieron cuando lo hizo y la prueba afirmó que él no asesinó a Brent Miller. Albert les pidió conseguir un cambio de lugar para el juicio, sin saber que el nuevo lugar era aún peor: el Ku Klux Klan tuvo una fuerte presencia en el área y Brent Miller estaba sepultado ahí.

Durante seis años Albert vivió parte del tiempo en Angola y parte del tiempo en las cárceles de pequeños pueblos alrededor de la prisión, donde él observó que todos los jueces, fiscales y miembros del jurado eran amigos que solían comer juntos, reírse y hacer bromas cuando no estaban en el tribunal. Durante los traslados de una cárcel a otra, Nix y los otros hermanos de Brent Miller intentaron hacerle daño varias veces.

Ruby murió el 27 de diciembre de 1994. Albert se sintió desconsolado y aún peor cuando el Director de Angola, John Whitley, se negó a darle permiso a asistir al funeral. Tuvo su peor episodio de claustrofobia inmediatamente después.

Los abogados de Albert encontraron documentos en una caja que habían sido ocultados de su abogado defensor en su juicio original. Estos revelaron que el Director Henderson y otros oficiales pagaron a Hezekiah Brown un cartón de cigarrillos cada semana por su testimonio, le dieron un lugar cómodo para vivir, y le ayudaron a salir de prisión.

Albert envió copias de los documentos a Herman para que él también pudiera usarlos para apelar su condena. Nunca tuvieron la oportunidad de cuestionar a Brown porque él murió antes de que el nuevo juicio de Albert iniciara.

En el juicio de Albert, el jurado no fue informado de evidencia clave en el caso. El resultado fue un veredicto de culpable,  y el 23 de feb de 1999, Albert Woodfox quedó con la sentencia de cadena perpetua.

El Campo J 

En septiembre de 1977, King había sido enviado a un programa de castigo llamado Campo J por resistir los registros sin ropa y de las cavidades corporales. Empezó a educar  a los presos de sus derechos, aunque el aislamiento en Campo J era muy extremo y el contacto entre presos difícil. King estuvo ahí hasta que lo devolvieron al CCR en noviembre de 1979.

En 1986, Albert, Herman y King fueron enviados a Campo J. Supuestamente estarían ahí  durante la renovación del viejo edificio, pero los mantuvieron ahí durante tres años.

En 1999, después de haber estado en otras prisiones de Luisiana para pelear su caso, Albert regresó a Angola. Supo que un nuevo oficial tachado ‘Macho Man’ estaba haciendo las condiciones en el CCR y Campo J aún peores que antes. Herman y King habían llamado a una huelga de hambre después de enviarle  un reclamo escrito, y por eso les echaron gases lacrimógenos, los golpearon y los enviaron a la mazmorra del Campo J.  Cuando Albert, de regreso,  alentó a los 60 huelguistas a seguir con la protesta, Macho Man también lo envió a Campo J, donde los tres quedaron casi todo un año.

En 2002, como una represalia por haber ganado un dictamen positivo en una demanda, Herman Wallace fue enviado al Campo J y mantenido ahí hasta febrero de 2004. Durante varios meses fue confinado a la mazmorra del campo. Aunque le daban poca comida y nada de asistencia médica, luchó para sacar a la luz las condiciones de tortura que estaba viviendo. También supo de los sufrimientos de otros presos. Uno le contó que estuvo obligado a acostarse en su propia caca y orina durante 13 días. Otro le dijo que tuvo que pagar dos dólares por el gas Mace que los guardias usaron contra él tres veces. Otro le contó que había intentado colgarse con su propia ropa. Herman empezó a documentar las experiencias de otras personas en la mazmorra del Campo J, y con la ayuda de la activista inglesa Anita Roddick y el artista Rigo 23, pudo publicar la información.

Creciente apoyo público

En 1972, Malik Rahim había organizado un comité de apoyo en Nueva Orleans para recaudar fondos y buscar abogados. Hubo mucho apoyo al principio, pero a la hora del inicio del primer juicio de Albert Woodfox en 1973, el apoyo había desaparecido. Después se supo que esto se debía en parte a la filtración de dos informantes del FBI, Gi y Jill Schafer, instruidos a sabotear los esfuerzos del comité. También tuvo que ver con el llamado de Huey Newton a los Panteras en Nueva Orleans y todo el país a centralizar el trabajo del BPP en Oakland.

Sin embargo, para las apelaciones Malik Rahim pudo organizar más apoyo. Habló con Gerónimo Ji Jaga Pratt, recién liberado después de haber sido injustamente encarcelado durante 27 años. Gerónimo alentó  a su red de seguidores a apoyarlos, explicando que eran Panteras Negras y presos políticos.

Este apoyo creció bastante a finales de los años 90, cuando las injusticias en los juicios y las noticias de las horrendas condiciones en el Campo J habían tenido mayor difusión. Para el año 2000, el comité de apoyo estuvo fuerte con partidarios en Nueva Orleans, California y Nueva York, incluyendo ex Panteras y activistas como Marion Brown, Althea Francois, Marina Drummer, y Anne Pruden,  y simpatizantes en otras partes del mundo.

El 30 de marzo, 2000, el ACLU ayudó a Herman a presentar una demanda civil alegando que el confinamiento en solitario 23 horas diario era una violación anticonstitucional del debido proceso de ley y de la protección contra el castigo cruel e inusual. Albert y King se sumaron a este caso seminal como demandantes. Durante 16 años, un nuevo equipo de abogados, investigadores y activistas destacarían los detalles de esta práctica inhumana. Los 3 de Angola pudieron contar con la experiencia jurídica de Scott Fleming, Chris Aberle, Nick Trenticola,  George Kendall, Carine Williams y Sam Spital, entre otros.

King se libera de Angola

En diciembre de 2000, King ganó el derecho a un nuevo juicio debido a una violación constitucional en su juicio original. Con la ayuda del abogado Chris Aberle, es posible que hubiera ganado un veredicto de inocencia, y la exoneración era muy importante para King. Sin embargo, el Estado le ofreció un trato en el cual King saldría libre si aceptara ser culpable de conspiración al asesinato. King no quiso aceptarlo, pero por fin, Albert y Herman lo convencieron de la importancia de su libertad para los tres.  El 8 de febrero de 2001, King salió libre mientras decenas de partidarios y presos gritaron su apoyo.

Dice Albert que si King hubiera tomado la decisión de simplemente empezar una nueva vida, él y Herman le hubieran deseado lo mejor. Pero King no perdió un solo momento en reunirse con el comité de apoyo para planear acciones. En la siguiente audiencia de Herman, llegó con dos autobuses llenos de simpatizantes y dio una conferencia afuera del tribunal. El 7 de diciembre de 2002, King organizó una manifestación afuera de Angola, donde dijo a los reporteros: “El Campo J es un campo de tortura. Muchos de los internos mantenidos ahí han cometido suicidio”.

King nunca dejó de organizar protestas y hablar en eventos en contra del confinamiento en solitario y por la liberación de Albert y Herman. Viajó a Sudáfrica, Europa y muchas ciudades en Estados Unidos con su mensaje. Albert y Herman sabían de sus viajes cuando empezaron a recibir muchas cartas o postales de lugares como Amsterdam, Bélgica, Paris, London, Lisboa, Río, Washington DC, Boston, Los Ángeles, Chicago o Houston.

“Sus palabras conmovieron a la gente e inspiraron la acción”, dice Albert. “Decenas de simpatizantes, periodistas y amigos querían platicar con nosotros…”

King solía decir: “Estoy libre de Angola pero Angola nunca será libre de mí”.

2008

Este fue un año clave por varios motivos. Por el lado negativo, el imitador de Elvis y ex Fiscal de Distrito, James “Buddy” Caldwell, fue elegido Procurador del estado de Luisiana. Era de la misma mentalidad racista de Burl Cain, el Director de Angola desde 1996, quien usó todo en su poder para mantener a “los 3 de Angola” en solitario, alegando que si los asignaran a población general, estarían constantemente alborotando a los otros presos con el “Panterismo Negro”.  Caldwell, por su parte, apeló cada dictamen favorable a Herman y Albert para mantenerlos en prisión para siempre.

Pero el 2008 también fue un año de varios avances.

Leontina ‘Teenie’ Rogers, la esposa de Brent Miller, hizo una declaración pública en apoyo a Albert y Herman. Pidió que el Estado reconociera sus errores en el caso y que encontrara los verdaderos asesinos de su esposo.

En enero, King y varios grupos de derechos humanos llevaron las historias de Albert y Herman a Washington D. C.  El diputado de Luisiana, Cedric Richmond, arregló una reunión con John Conyers, el entonces jefe de la Comisión de Asuntos Judiciales en la Cámara de Diputados y algunos de sus colegas.

En la reunión Teenie leyó en voz alta una carta emotiva que ella había escrito al gobernador del estado de Luisiana, Bobby Jindal, dejando a muchas de las personas presentes en lágrimas.

Conyers inmediatamente pidió una investigación federal y arregló una visita a Angola a pesar de la oposición del Director Burl Cain. Al conocer a Albert y Herman, los abrazó y dijo que se sentía horrorizado por lo que estaban sufriendo.

Una semana después de la visita, Albert y Herman fueron permitidos vivir juntos en un dormitorio durante ocho meses. Dijo Herman que para él, esto aligeró el peso y la depresión que sentía en la celda. Para Albert estuvo maravilloso estar con Herman y poder platicar bien con él, aunque reconocía que todavía estaban encerrados en una celda.

Platicaron de maneras de relacionarse con los otros presos. Herman decía que la única manera de hacer cambios dentro de la prisión era relacionarse con los jóvenes pandilleros y armarlos con nuevas maneras de pensar. Le citaba a Mumia Abu-Jamal, quien dijo: “Si nuestros hermanos jóvenes están perdidos, es nuestra obligación encontrarlos”.

El 8 de julio de 2008, Albert recibió la estupenda noticia que el juez federal James Brady había revocado su condena debido a la asistencia ineficaz de consejería jurídica y la ocultación de evidencia por la Procuraduría que podría haber ayudado a la defensa.  Después de desestimar la moción del Estado para reconsiderar el dictamen, Brady le concedió a Albert un amparo de habeas corpus.

Caldwell apeló el dictamen y mientras tanto, aterrorizó a la sobrina de Albert, quien había aceptado recibir a su tío a vivir en su casa al salir de prisión. Caldwell lo hizo con la difusión de mentiras entre sus vecinos, diciendo que Albert era un asesino y violador peligroso. En un programa de la Radio Nacional Pública (NPR), Caldwell dijo que Albert era “el hombre más peligroso en América”.

El abogado de Albert, Nick Trenticosta, lo defendió, y Noelle Hanrahan de Prison Radio le concedió a Albert una entrevista para refutar las falsas acusaciones.

El juez Brady hizo otro dictamen, concediendo la libertad condicional a Albert durante la apelación y agregando que él no había encontrado ninguna evidencia de que Albert era un peligro para la sociedad.

Sin embargo, un panel de jueces del Quinto Circuito le negó la libertad condicional.

Separados pero nunca aparte

Albert y Herman supieron que Caldwell y Cain se habían puesto de acuerdo de moverlos a distintas prisiones porque la publicidad sobre su caso era mala para Angola.

En marzo, trasladaron a Herman a la prisión Hunt cerca de Baton Rouge, creando un nuevo bloque de CCR ahí para él y otros presos.

En noviembre, trasladaron a Albert a la prisión David Wade en el Norte del estado, un centro de castigo para “los peores de los peores”.

Antes, Albert supo que había perdido el amparo de Habeas Corpus debido a la ley Anti-Terrorismo y Pena de Muerte del ex presidente Bill Clinton, la cual dificultó muchísimo las apelaciones de los presos.

Mientras tanto Amnistía Internacional había empezado a defender a Albert y Herman con la circulación de peticiones y la organización de giras para promover apoyo.

Albert y Herman estaban acostumbrados a las separaciones, y para mantenerse en comunicación escribieron cartas cada semana.

El 26 de febrero de 2013, el juez James Brady revocó la condena de Albert de nuevo, esta vez por la discriminación racial en la selección de la persona encargada del gran jurado. Numerosos grupos de derechos humanos y personas apoyaron la petición de Albert para un nuevo juicio.

Herman se despide

En junio de 2013, el abogado George Kendall informó a Albert que Herman tenía cáncer del hígado y sólo tres o cuatro meses para vivir.

El 31 de julio, Albert vio a Herman, King y los abogados después de viajar cinco horas desde la prisión Wade. Herman entró al cuarto alegremente balanceando los brazos, sonriendo, con su beret inclinado en su cabeza. Estaba muy delgado, pero animado. Dijo que ahora que estaba recibiendo tratamiento, iba a salir bien y que nadie debe preocuparse.

“Sabía que ibas a reaccionar así”, dijo Albert.

La segunda vez que se vieron, un mes después, Herman estaba en una silla de ruedas y había perdido más peso. Albert y King, alarmados, se esforzaron a platicar como en los viejos tiempos sobre Trayvon Martin, Black Lives Matter y otras cosas pasando en el mundo.

A principios de septiembre, Herman publicó una declaración:

“El sábado 31 de agosto, me trasladaron al Hospital de la Universidad del Estado de Luisiana (LSU) para una evaluación. Me informaron que el tratamiento de quimioterapia ha sido un fracaso y que estaba empeorando mi salud; por eso, todos los tratamientos han terminado. Los oncólogos dijeron que no pueden hacer nada para mí dentro de la atención estándar que ellos están autorizados a prestar. Recomendaron que me aceptaran en el programa de hospicio para que me sienta lo más cómodo posible en los días que me quedan.

Me han dado dos meses de vida. 

Quiero que el mundo sepa que soy un hombre inocente y que Albert Woodfox también es inocente. Somos sólo dos entre miles de presos injustamente condenados a vivir en cautiverio en el Gulag Norteamericano. Van nuestras condolencias a la familia de  Brent Miller y a las demás víctimas de homicidio que nunca tendrán una sensación de conclusión ante la pérdida de sus seres queridos debido al injusto sistema penal en este país. Y lamentamos el sentido de pérdida que aflige a todas las familias de personas injustamente acusadas de cometer crímenes; también padecen la ausencia de sus seres queridos.

Sólo un puñado de presos a nivel global han aguantado tantos años como Albert y yo del duro confinamiento en solitario, es decir el aislamiento en una celda.

Puede ser que el Estado me ha robado la vida, pero mi espíritu seguirá luchando con Albert y con los muchos compañeros que han estado aquí con nosotros en las tripas de la bestia. 

En 1970, juré dedicar mi vida a ser un sirviente del pueblo. Ahora aunque casi no puedo levantarme de la cama, me quedo a su servicio. Quiero agradecer a todos ustedes, a las y los que me han apoyado durante todos estos años, por estar conmigo hasta el final”. 

Para la última reunión del 1 de octubre, Albert fue obligado a llevar sobre sus manos “la caja negra”, un aparato doloroso con cadenas desde la cintura a los pies.  Dijo que seguramente las autoridades de la prisión Wade pensaron que no aceptaría llevarlo porque estaría en dolor durante por lo menos 15 horas. “Pero lo que no sabían”, dijo Albert, “es que nada menos la muerte me hubiera robado la oportunidad de ver a Herman otra vez”.

En camino a la prisión,  la abogada Carine Williams recibió una llamada para informarla que el juez federal Brian A. Jackson había concedido el amparo de habeas corpus para Herman y ordenado su liberación inmediata.

En el hospital de la prisión, Albert, King, y los abogados rodearon la cama de Herman y le informaron que iba a salir libre. Al principio no entendió. Sonrió,  pensando que se referían a Albert, y cuando lo aclararon preguntó: ¿Mi condena?

La visita terminó y el oficial de transporte permitió que Albert quedara en otro cuarto al rato hasta que Herman saliera del hospital. Muchos presos expresaron su apoyo por su liberación.

Cuando el director de la prisión se negó a dejarlo salir, el juez emitió una segunda orden.  Dijo que si Herman no fuera liberado de inmediato, el director estaría en desacato a la autoridad.

Por fin, una ambulancia llevó a Herman fuera del hospital de la prisión mientras muchos amigos le gritaron palabras de apoyo. Le preguntó a Carine, su abogada: “¿Todos están sonriendo?” Y es que Herman había tenido un sueño en que él salió de prisión bailando alocadamente mientras todo el mundo se reían y sonrían.

Antes de llevarlo a la casa de su amiga Ashley y su esposo, lo llevaron a otro hospital en Nueva Orleans. Ahí le sonrió a Carine y dijo: “Ahora estoy libre”.

A las 4 de la madrugada el 4 de octubre, Albert se despertó pensando en Herman. Cuando pudo platicar con Ashley, ella le dijo que se había dormido y nunca se despertó. Murió tranquilo a la edad de 71.

Albert se sentó y escribió lo siguiente para sus simpatizantes:

Pues, el viejo ya decidió dejarnos. Sé que para él, fue una decisión muy difícil: ¿A quién serviré? ¿A los antepasados que me llaman a casa? o ¿a la humanidad que tanto amo? 

“Viejo” fue mi nombre afectuoso para él. Tenía que ver con la edad, con su corazón y con su alma. Herman “Hooks” Wallace no era un ser humano perfecto. Como todo el mundo, tenía sus fallas y debilidades. ¡Pero también tenía carácter! Podía hacerme enojar tanto que quisiera romperle la cabeza. Luego me  derretía el corazón con una sola palabra o acto de bondad hacia otro ser humano. 

El 1 de octubre, cuando estaba yo sentado en su cuarto de hospital con la otra parte de mi corazón  (Robert H. King), intenté usar mi fuerza de voluntad para efectuar un milagro. Y se me concedió. No el milagro de vida que yo quería, pero el milagro de la libertad. Después de 42 años de lucha incansable contra el mal, Herman estaba libre.

Pude despedirme de mi compañero de lucha, mi mentor en la vida, mi compañero Pantera, y más que nada, mi amigo.

Herman me enseñó que un hombre puede tropezar, hasta puede caer, mientras se levanta. Que puede tener miedo mientras se aferra al valor. Que perder una batalla no es lo mismo como perder la guerra.

El orgullo más grande de Herman Wallace fue  unirse al Partido Pantera Negra por la Auto-Defensa. Nunca  rompió la fe con el partido, con sus compañeros o con su pueblo. Cuando me incliné a besarlo en la frente, mi corazón dijo adiós, te voy a amar para siempre. Mi alma dijo, separados pero nunca aparte, nunca tocando pero siempre conectados. Herman era lo mejor de nosotros, pero mientras lo recordamos, él vive.

El funeral de Herman Wallace se celebró el 12 de octubre de 2013 en un centro comunitario en Tremé. Seis ex Panteras cargaron el féretro.  Hubo pinturas y dibujos de Herman, King y Albert en las paredes. La hermana de Herman cantó y muchos familiares y amigos hablaron de Herman – de su espíritu, su compromiso, su humor, su valor, su corazón. Escucharon a una de las canciones favoritas de Herman: “At Last”, por Etta James. Albert dijo a si mismo y a todos: No piensen en lo que perdimos, sino en lo que teníamos.

¿Justicia en el horizonte?

Después de la muerte de Herman, Albert se sentía deprimido y tenía mucha incertidumbre sobre su propio caso. Sin embargo dio la bienvenida a unos avances en la lucha contra el confinamiento en solitario.

A mediados de octubre de 2014, El Relator Especial sobre la Tortura de la ONU, Juan Mendez, instó a las autoridades a poner fin a la larga imposición del aislamiento en una celda para Albert. Dijo: “El mantener a Albert Woodfox en solitario durante más de cuatro décadas es claramente un caso de tortura y deber ser terminado inmediatamente”.

En mayo de 2014, el diputado Cedric Richmond presentó al Congreso una iniciativa para investigar y reformar el uso del confinamiento en solitario en las prisiones, cárceles y centros de detención juveniles en Estados Unidos.

Y en julio de 2014, Amnistía Internacional publicó un informe de 54 páginas sobre el uso de confinamiento en solitario en Estados Unidos, alegando que este país es el único en el mundo que encarcela a miles de personas en condiciones de aislamiento durante largos periodos de tiempo.

En noviembre, Albert supo que el conservador Tribunal del Quinto Circuito aprobó el dictamen de forma unánime el dictamen del juez James Brady sobre el sesgo racial en la selección de la persona encargada del gran jurado en mi caso. El Estado apeló la decisión pero perdió. Esto significaba que Albert tendría un nuevo juicio.

En junio del 2015, hubo otro dictamen positivo del juez Brady, quién dictó un amparo excepcional de habeas corpus. Este amparo ordenó que el Estado permitiera la salida del preso de prisión y prohibiera que lo enjuiciara de nuevo.

En el verano de 2015, Buddy Caldwell fue derrotado como candidato por tercera vez de Procurador del estado de Luisiana.

Albert Woodfox se libera de Angola

En enero de 2016, Albert esperaba la programación de dos juicios: El primero sería una audiencia en su demanda civil en contra el uso del confinamiento en solitario. Y el otro, la apelación de su condena por un asesinato que no cometió.  Tuvo excelentes abogados y sintió que podría ganar los dos juicios.

Sin embargo, hubo una seria de dictámenes desfavorables en los dos casos. Además,  el nuevo Procurador de Luisiana sería otro derechista racista del Tea Party.

En enero, Albert recibió una visita de sus abogados George Kendall y Carine Williams, quienes le preguntaron su opinión sobre hacer un trato en lugar de proceder con su apelación. No tendría que declararse culpable, sino hacer una declaración de “nolo contenderé” (no me opongo).

Con esta declaración su libertad sería cierta. Pero Albert sintió que nunca tendría justicia. Sus abogados lo recordaron que si perdía el juicio, no tendría libertad, tampoco justicia.

Por fin Albert decidió aceptar el trato. El 19 de febrero (el día de su cumpleaños) Albert se vistió con la ropa que George Kendall lo había llevado: jeans y sudadera negras. Su hermano Michael entró con una sonrisa en la cara. Cuando salieron, escucharon muchos gritos de apoyo. Primero fueron al cementerio para dejarle flores a su mamá. Luego fueron a un evento programado en Tremé y ahí lo llamaron al escenario con King, Malik Rahim y otros. Toda la gente estuvo de pie, gritando su apoyo.

Dice Albert: “Hubo un sentido de compañerismo en el salón que yo no había sentido en tanto tiempo, un sentido de unidad, un sentido de alivio y victoria para todas y todos nosotros, un sentido que compartimos. Estaba siendo recibido por mi comunidad. Me dejaron sin palabras. No pude contener las lágrimas. Levanté mi puño”.

Epílogo

Albert vivió con su hermana Michael y su familia durante casi un año. Recibió la atención médica que le hacía falta. Hizo algunas cosas que siempre había querido hacer, como visitar al Parque Nacional Yosemite, donde caminó con amigas y amigos hasta la cascada. Le ha dado gusto conocer a su hija y sus nietos.

Dice que tiene esperanza para la humanidad. Recuerda que Herman siempre quería que todo el sufrimiento que vivieron no sería en vano. Por eso dice que cuando va con King a hablar, Herman va con ellos.

Apoyan a movimientos como Black Lives Matter y se oponen al racismo y al sistema letal del encarcelamiento con un énfasis particular en el confinamiento en solitario.

Les preocupa que la mayoría de la gente no reconoce que hay presos políticos en Estados Unidos y apoyan la libertad de Mumia Abu-Jamal, Sundiata Acoli, Mutulu Shakur, Jamil Abdullah Al-Amin, Leonard Peltier y muchos otros.

Sienten que es necesario organizarse en contra de la esclavitud en las prisiones.

Una tarde Albert tuvo la oportunidad de conocer al juez Brady y agradecer su apoyo. “Usted tuvo la ley de su lado. Yo sólo estaba cumpliendo con mi deber”, dijo el juez.

Albert da la bienvenida a la gente que acaba de empezar a participar en las luchas sociales: “No se rindan…Durante 44 años  desafié el estado de Luisiana y su Departamento de Correcciones. Su objetivo principal era romper mi espíritu. No me quebraron…No perdí mi humanidad. Llevo las cicatrices de golpizas, soledad, aislamiento y persecución. También estoy marcado por todo tipo de amabilidad”.

 

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