Los 21 Panteras de Nueva York y los torbellinos de nuestros tiempos

Reseña de carolina saldaña

Búsquenme en el torbellino: Desde los 21 Panteras hasta las revoluciones de Siglo XXI. (Look for Me in the Whirlwind: From the Panther 21 to 21st Century Revolutions). Sekou Odinga, Dhoruba Bin Wahad, Shaba Om, Jamal Joseph. Ed. dequi kioni-sadiki y Matt Meyer.  Prefacio Jamil Al-Amin. Epílogo Mumia Abu-Jamal. (Oakland: PM Press. 2017)

A las 5 am del 2 de abril de 1969, cientos de agentes del FBI, la CIA, y la Policía de la ciudad de Nueva York, armados con escopetas, chalecos anti-balas y una actitud de disparar a matar, tumbaron las puertas de decenas de casas,  departamentos y oficinas con la meta de detener a 21 integrantes claves de los Panteras Negras de Nueva York.  Según las absurdas acusaciones basadas en los informes de tres agentes infiltrados, ellas y ellos habían conspirado para volar escuelas, centros comerciales, oficinas de policías y los Jardines Botánicos de Nueva York. Fue en aquel momento el proceso más largo en la historia de la ciudad.

El 13 de mayo de 1971, los 21 Panteras fueron absueltos de todos los cargos después de sólo 45 minutos de deliberación por el jurado.

Originalmente publicada en 1971, Búsquenme en el Torbellino: la Autobiografía Colectiva de los 21 Panteras de Nueva York, escrita desde la cárcel, aparece de nuevo con textos adicionales que demuestran la relevancia de su experiencia para las luchas de este siglo. Aquí encontramos poemas, historias, elogias, canciones y artículos de análisis nunca o raramente vistos hasta ahora.

Dedicatoria

Este libro publicado en 2017 se dedica al preso político de guerra Nuevo Africano Sundiata Acoli, un matemático, analista de sistemas, miembro del Partido Pantera Negra en Harlem e integrante de los 21 Panteras de Nueva York. A sus 81 años, es el único de “los 21” que sigue en prisión.

“Sundiata Acoli es una inspiración para las generaciones del pasado, presente y futuro debido a su amor eterno por el pueblo, su brillantez académica, su constancia y su sonrisa que no se apaga tras décadas de tortura”.

Los autores y editores del libro hacen tributo a este compañero atrapado en las mazmorras del sistema carcelario imperial donde  la defensa contra el genocidio se considera un crimen.

Piden que “si una palabra, poema, párrafo o sección de este libro conmueve un poco a cualquier lector un poco, que lo conmueva (¡a ti!) a actuar por él este año. Menciónalo en una cena; cuenta su historia a alguien; lleva información sobre él a un evento; manifiéstate; haz un donativo; súmate a la campaña por su libertad inmediata”.

En el Prefacio a la nueva edición, Jamil Al-Amin (antes H. Rap Brown), dice: BÚSQUENME EN EL MUNDO…

…Quien se excusa, se acusa…

Nos hicimos viejos a una edad joven,

en un mundo donde la justicia y la ley

son dos conversaciones distintas.

En la IntroducciónShaba Om dice: BÚSQUENSE A USTEDES MISMOS.

“Después del largo proceso de dos años y nuestra exoneración, quedó claro que la verdadera conspiración se hizo por parte de la policía y el gobierno de Estados Unidos”. ¿Su meta?  “Reventar y destruir las actividades de una rama central del Partido Pantera Negra…Nuestro 21 era de los años 60 y ahora enfrentamos el siglo 21. Como Panteras, aprendimos a tener un amor sin fin por el pueblo…Lean esto para saber quiénes son ustedes;  sean quienes son. Búsquense – descúbranse – en los torbellinos del siglo 21”.

El editor Matt Meyer comenta que este libro explora una extraordinaria página de la historia moderna que ha sido oculta de la vista del público en gran medida. Aunque hoy en día muchas personas progresistas saben algo de los Panteras Negras de Oakland, es poco común que hayan escuchado de las actividades del grupo de Nueva York.

Ahora que hay un resurgimiento del Movimiento de Liberación Negra con la formación del movimiento Black Lives Matter  (La vida de los negros importa) y otros grupos de resistencia, hay más jóvenes que saben algo de Assata Shakur  y llevan playeras que dicen “Assata Taught Me” (Assata Me Enseñó). Millones de amantes del rap conocen a Tupac Shakur y debido a su canción “Dear Mama”, saben que Afeni Shakur era Pantera Negra. Pero desgraciadamente, muchos sólo están conscientes de su lucha contra una adicción al crack, sin saber nada de su papel clave en el juicio de los 21 Panteras de Nueva York o de su trabajo en los programas del partido. ¿Y cuántas personas te pueden decir algo sobre las vidas de Lumumba Shakur, Jamal Joseph, Sundiata Acoli, Dhoruba Bin Wahad, Sekou Odinga, Joan Bird o Kuwasi Balagoon? De jóvenes, todos ellos formaban parte de “los 21 Panteras de Nueva York”.

Meyer sostiene que en un momento en que un imperio sobre-extendido ha entrado en una profunda crisis e intenta apagar la resistencia con agencias de policía cada vez más militarizadas, es crucial escuchar las reflexiones,  ideas y propuestas de estos Panteras. Nos traen a las revoluciones del siglo actual con el imperativo planteado por su compañera de lucha Assata Shakur: “Es nuestro deber pelear por nuestra libertad. Es nuestro deber ganar”.

La editora dequí kioni-sadiki nos recuerda que J. Edgar Hoover ordenó al FBI a destruir al Partido Pantera Negra a través de un programa secreto de contrainsurgencia llamado COINTELPRO. Ella explica que los 21 Panteras de Nueva York enfrentaron 186 acusaciones y sentencias de más de  300 años. La fianza establecida para cada persona fue $100,000. Su juicio no tenía nada que ver con la justicia o la protección de los ciudadanos frente a personas que supuestamente conspiraron para asesinarlos. En su opinión, Hoover y sus secuaces nunca tuvieron la menor intención de perder este juicio, aunque de hecho, lo perdieron en sus propios tribunales y a los ojos del pueblo. Lo que lograron fue reventar y destruir una gran parte del trabajo de los Panteras de  Bronx-Harlem al sacar a sus integrantes de las comunidades durante dos años.

Ella pregunta: “¿Qué fue lo que le permitió a estos jóvenes desafiar con tanta fuerza la estructura del poder capitalista al grado que tener que ser eliminados?” ¿Habrá sido su organización basada  en el derecho a luchar por la justicia, la  auto-determinación y la liberación? ¿O sus raíces en la tradición negra radical de auto-defensa y resistencia armada contra la violencia de los blancos? ¿O su fuerte compromiso para defender y servir a sus comunidades con programas de desayuno para niñas y niños, clínicas de salud gratuitas, campañas para asegurar alojamiento decente y programas para asistir a personas afectadas por la violencia doméstica, entre muchos otros?

Al explorar las posibles respuestas, dequi kioni-sadiki  afirma que la práctica y el legado de los Panteras son una fuente de tremendo poder y potencial para las luchas actuales.

Ella nos recuerda que la lucha sigue por la libertad de Sundiata Acoli, Jalil Muntaqim, Herman Bell, Veronza Bowers, Janine Africa, Mike Africa, Janet Africa, Eddie Africa, Debbie Africa, Delbert Africa, Chuck Africa, Leonard Peltier, Robert Seth Hayes, Russell Maroon Shoatz, Imam Jamil Al-Amin, Kamau Sadiki, Ed Poindexter, Mutulu Shakur, Mumia Abu-Jamal, Kenny “Zulu” Whitmore, Joseph Bowen, Romaine “Chip” Fitzgerald and Ruchell Magee, entre muchos otros presos y presas.

¿Quiénes eran “los 21 Panteras”? Dos mujeres –Joan Bird y Afeni Shakur- y 16 hombres: Michael “Cetewayo” Tabor, Alex “Katara” McKeiver, Curtis “Doc” Powell, Sundiata Acoli (Clark Squire), Ali Bey Hassan, Lonnie Epps, Lumumba Shakur, Lee Berry, Kuando Kinshasa, Shaba Om, Baba Odinga, Dhoruba Bin Wahad, Jamal Joseph, Bob Collier, Kuwasi Balagoon, y Richard “Nine” Harris, más los que evitaron captura: Sekou Odinga, Thomas Berry, y Larry Mack. Eventualmente se desestimaron los cargos contra ocho de ellos, dejando a trece Panteras enjuiciados.  Kuwasi Balagoon y Nine se encontraban detenidos en Nueva Jersey bajo otros cargos, pero aportaron textos al proyecto. Después de varios meses, Dhoruba Bin Wahad, Michael “Cetewayo” Tabor, Afeni Shakur y Joan Bird salieron bajo fianza para dar discursos y recaudar fondos para los demás.

Las edades de “los 21” iban desde los 18 hasta los 34 años en el momento de su detención. La mayoría eran del norte del país, algunos del sur. La mayoría era de familias pobres encabezadas por su madre, mientras algunos tenían familias con ingresos de la clase trabajadora. Algunos no tenían mucha educación formal, mientras otros tenían títulos universitarios. Algunos hacían cualquier cosa para sobrevivir en la calle, mientras otros tenían empleos regulares. Algunos eran miembros de pandillas y varios tenían problemas con la droga.  Algunos pasaron tiempo en la cárcel. Algunos pasaron meses o años en las fuerzas armadas. Algunos viajaron a otros países mientras algunos nunca salieron del barrio en que nacieron.  Algunos trabajaron en proyectos de la salud o educación. Algunos se vieron influenciados directamente por Malcolm X. Algunos se unieron al BLA. Algunos gravitaron a la República de Nueva Áfrika.  Entre ellos hay músicos, poetas, maestros, mentores, historiadores  y analistas políticas.

Afeni Shakur hizo un trabajo decisivo al representarse como su propia abogada y formar parte del equipo de defensa jurídica de los demás. En un elogio colectivo para honrarla en su muerte, Sekou Odinga, Dhoruba Bin Wahad y Bilal Sunni Ali afirman que a pesar de la imagen que le fue creada en los medios de comunicación, “Afeni era una líder revolucionaria y vocera del Partido Pantera Negra. El verdadero legado histórico de Afeni y finalmente, la celebración de su vida, depende de cómo nosotros vivimos y percibimos su vida…Afeni era un verso en nuestra bio-historia colectiva…Te queremos, hermana Afeni. Ya te has ido pero nunca estarás olvidada”.

Los que enfrentaron otros cargos después de su exoneración y pasaron largos años en prisión son Sundiata Acoli (45 años), Sekou Odinga (33), Dhoruba Bin Wahad 19), y Jamal Joseph (10)  Los autores del Prefacio y del Epílogo, Jamil Al-Amin (H. Rap Brown) y Mumia Abu-Jamal, respectivamente,  no formaron parte del grupo de “los 21”, pero  siguen en prisión hasta la fecha bajo cargos fabricados.

Sundiata Acoli: Poemas y artículos suyos sobre el Partido Pantera Negra y la lucha Nueva Afrikana en las prisiones.

Tras ser absuelto en el caso de los 21 Panteras, dos años después Sundiata regresó a la cárcel, condenado a toda una vida en prisión ¡más 30 años! por sobrevivir una emboscada policiaca en la Autopista de Nueva Jersey.  Su compañero Zayd Malik Shakur fue asesinado, mientras Sundiata y Assata Shakur fueron encarcelados. Assata se fugó en 1979 con la ayuda de sus compañeros del Ejército de Liberación Negra (BLA) y recibió asilo en Cuba.

A sus 81 años, Sundiata no ha salido. El juez que lo sentenció tuvo razón en una sola cosa. Sundiata es “un revolucionario de hueso colorado”. Ahora más que nunca hace falta que salga a la calle este hombre de lucha, este poeta, este brillante historiador.

En su breve artículo sobre el Partido Pantera Negra, Sundiata analiza sus aportes positivos y negativos al Movimiento de Liberación Negra. Y en su detallado artículo sobre la lucha Nueva Afrikana en las prisiones,  el historiador explica:

Usamos el término “Nuevo Afrikano” para definirnos como un pueblo afrikano que ha sido trasplantado por la fuerza a un territorio donde nos formamos en una nación “Nueva Afrikana” en América del Norte. Pero nuestra lucha tras los muros no empezó en América… La lucha afrikana anti-carcelaria empezó en los litorales de Áfrika, tras los muros de jaulas medievales que encerraron a cautivos que serían llevados en barcos hacia la esclavitud en el Oeste.

Sundiata recuerda que con la actividad del Comité Coordinador No Violento (SNCC), el Movimiento de Acción Revolucionaria (RAM), el Partido Pantera Negra (BPP), la República de Nueva Áfrika (RNA), el Ejército de Liberación Negra (BLA), y otras organizaciones durante los años 60 y 70, hubo detenciones masivas, y estos grupos llevaron sus maneras de pensar y actuar a las prisiones. Impulsaron acciones para conseguir mejores condiciones, acceso a educación, periódicos, bibliotecas, atención médica, visitas de contacto, capacitación vocacional y un fin a la represión carcelaria, entre muchas otras cosas. Iniciaron todo tipo de acciones que iban desde campañas de llamadas telefónicas y demandas jurídicas hasta huelgas de hambre y rebeliones. Lograron ciertos cambios y un apoyo comunitario más amplio durante aquel periodo.

Assata Shakur, quien ha trabajado incansablemente por la libertad de Sundiata y otros presos políticos,  dedica las siguientes líneas de un poema a él.

…Recordamos tu sonrisa…

Amamos tu sonrisa
Necesitamos tu sonrisa…

Hay que liberar esa sonrisa
Esa sonrisa de libertad
Para que todos podamos sonreír de nuevo.

Sekou Odinga: Tierra e independencia

Sekou Odinga plantea que el caso de los 21 Panteras siempre ha sido un importante factor histórico en el movimiento del pueblo Nuevo Afrikano. Fue uno de los primeros casos políticos con un gran número de presos radicales negros y llamó la atención pública a sus ideas y actividades. Su victoria jurídica fue una victoria del pueblo. Pero para el Estado era importante sacar a estos Panteras de la calle e interrumpir el trabajo revolucionario que estaban haciendo. En esto, tuvo éxito.

Dice Sekou que él trabajó con los Panteras en el Bronx y en Harlem, y luego  entro en las filas autónomas y semi-autónomas del Ejército de Liberación Negra (BLA), donde vieron la necesidad de crear un potencial de represalia ––“que las acciones de la policía y el gobierno deben tener consecuencias”. Sus integrantes entendían la necesidad de una capacidad clandestina para poder actuar. Sekou fue acusado y declarado culpable de  entrar en la prisión Clinton en Nueva Jersey para sacar a Assata Shakur de ahí. Él menciona que habría sido muy difícil hacer esto si su imagen hubiera aparecido en los periódicos en actividades públicas.

Ahora que él salió de prisión después de 33 años, trabaja en el movimiento público para ganar la libertad de todos las y los presos políticos y en especial, los del movimiento Nuevo Afrikano.

¿Su mensaje para la juventud hoy en día? ¡Organícense, organícense, organícense! Estudien su historia—antigua y moderna. Y sepan que “nunca tendremos libertad sin tierra e independencia”.

Dhoruba Bin Wahad: Assata Shakur y la defensa de presos políticos en el imperialismo de la nueva era

 En una serie de artículos en el nuevo libro, Dhoruba Bin Wahad ofrece un análisis de algunos problemas que se presentan con respecto a la defensa de las presas y los presos políticos.

Su defensa hoy en día se dificulta por el contexto internacional. Mientras los Panteras Negras nacieron en un ambiente de luchas de independencia y liberación nacional en África, Asia y América Latina, y  sostuvieron relaciones solidarias con muchas de esas fuerzas, ese mundo ya no existe.  En su ensayo titulado “New-Age Imperialism” (Imperialismo de la nueva era)  Dhoruba opina que en África, “la integración económica global, definida por las economías industriales desarrolladas, es la forma más alta del neocolonialismo hasta la fecha. Es imperialista por definición debido a su masiva incorporación y cooptación de las ideas progresistas post coloniales”. En lugar de favorecer la interdependencia panafricana, el imperialismo de la nueva era promueve la avaricia, el individualismo y la egoísta adquisición del poder.

Una cosa que falta hacer es estudiar los programas de represión que en el pasado eran ilegales en Estados Unidos y que actualmente están incorporados en “la lucha contra el crimen”.  En una pieza titulada “Urban Police Repression” (Represión urbana policial), Dhoruba comparte información revelada en su propio caso y los casos de Assata Shakur y otros activistas y guerrilleros sobre COINTELPRO y dos programas similares implementados en Nueva York: NEWKILL y CHESROB.

Al referirse a la designación por el FBI de Assata Shakur como “terrorista”, Dhoruba comenta que muchos grupos e individuos quieren apoyarla pero se equivocan en enfatizar su inocencia para rechazar esa etiqueta. Algunos la apoyan como una mujer excepcional o una “Madonna Negra” desconectada de su papel como activista, luchadora por la libertad y soldada de un movimiento anti-imperialista y anti-racista. Aunque Dhoruba afirma que sus abogados tienen que refutar con hechos las alegaciones contra ella para lograr su seguridad, insiste en que, políticamente, la cuestión de su inocencia es irrelevante.  Hay que defenderla en el contexto de la criminalización del Movimiento de Liberación Negra del que ella forma parte. Lo que hace falta, dice,  es una campaña masiva para liberar a todas y todos los presos políticos, sea cual sea su situación jurídica.

Jamal Joseph: Jovencito en tierra revolucionaria

 El integrante más joven de los Panteras Negras en Nueva York habla de sus días en la organización. “Pensé que lo único que teníamos que hacer era liberar a Huey y él nos llevaría a la tierra prometida revolucionaria”. Dice que por supuesto era necesario preparar a la gente para la revolución. Por eso él participó en el trabajo de organizar a inquilinos, estudiantes y trabajadores de salud. Los Panteras impidieron que los policías echaran a familias enteras al frío, tomaron control de hospitales y los convirtieron en “clínicas del pueblo”, dieron clases durante huelgas de maestros que consideraron anti-comunitarios, escoltaron y llevaron comida a los ancianos, y resolvieron conflictos y peleas en la comunidad sin la ayuda de la policía.

“Ser pantera significaba trabajar en la comunidad todos los días en programas de acciones concretas—no sólo con palabras y consignas”, dijo. “La libertad para una persona con hambre es una comida…La libertad para una persona sin techo es un lugar seco y calientito para dormir. Por eso, nuestro programa de desayuno para los niños era uno de nuestros éxitos más grandes”.

Bilal Sunni Ali: Lumumba Shakur y los Panteras Negras más notorios

 El gran saxofonista nos cuenta que él conoció a Lumumba Shakur a través de su suegra, Mariamne Samad, una maestra de la cultura africana en la comunidad. Su hija Sayeeda se casó con Lumumba y los presentó. También conoció a su padre, Salahdeen Shakur, un compañero cercano de Malcolm X que viajaba mucho a África y apoyaba a los Panteras Negras. A través de él supieron del Panafricanismo revolucionario y les interesaba su  perspectiva internacionalista. Estudiaron los libros de Malcolm, Mao Tse Tung y Franz Fanon y respetaron a la gente de la Organización de Unidad Afro Americana (OAAU).

Dice Bilal que él se unió al Partido Pantera Negra y reclutó a Lumumba Shakur y Sekou Odinga. Luego tuvo que desaparecer. Regresó en 1972, cuando Lumumba estaba trabajando en el Comité Nacional por la Defensa de Presos Políticos. Esto los llevó a tener una relación de trabajo con personas de la República de Nueva Áfrika. Fueron a vivir a Nueva Orleans y se relacionaron con los organizadores del Festival de Jazz ahí. Lumumba iba a acompañar a su padre en un viaje a Ghana, pero fue asesinado. Esto ocurrió unos pocos días antes de la detención de Mutulu Shakur, quien fue acusado de conspirar para liberar a Assata Shakur, entre otras cosas.

Dice Bilal que Lumumba siempre será recordado por ser el jefe de los Panteras Negras en Harlem, por ser anti-droga, por su apoyo al BLA y por organizar a la gente a apoyar la liberación.

          BÚSQUENME EN EL TORBELLINO (1971)

La Autobiografía Colectiva de “LOS 21 DE NUEVA  YORK”

Búsquenme en el torbellino o la tormenta, búsquenme en todo su alrededor porque con la gracia de Dios, volveré y traeré conmigo incontables millones de esclavos negros que han muerto en América y las Antillas y millones más de África, para ayudarles en su lucha por la Liberación, Libertad y Vida.

                                                                                      Marcus Garvey

La nueva edición del libro incluye el texto original escrito por “los 21” en prisión. En esta reseña, las páginas siguientes contienen comentarios sobre sólo unos pocos extractos de los muchos testimonios valiosos que forman esta autobiografía colectiva.

Norte y Sur

Aunque la mayoría de “los 21” nacieron en los estados norteños de Nueva York, Nueva Jersey o Massachusetts, Afeni Shakur nació en Carolina del Norte; Sundiata Acoli en Vernon, Texas; Kuwasi Balagoon en Lakeland, Maryland; y Baba Odinga en el país caribeño de Antigua. Algunos Panteras del Norte pasaron días, meses o años en tierras sureñas.

En el Sur, el racismo estuvo totalmente abierto. Al caminar en la calle, solo los blancos pudieron caminar en la sombra y era común ver letreros que decían “perros y negros no permitidos aquí”. Los integrantes del KKK solían pasar en sus coches por las áreas designadas por los negros, gritando todo tipo de insulto y tirando piedras o basura a la gente. “Yo nunca lo llamaba la discriminación o el prejuicio,”, dice Afeni. “Yo lo llamaba el odio, y esto es lo que era.”

Kinshasha recuerda a Clayton, un chavo quien al llegar a Nueva York, dejó de aceptar la violencia racial. Pero esperaba que pudiera haberlo convencido de no regresar a Georgia, porque cuando regresó, Clayton fue linchado y castrado supuestamente por tocar, o tal vez sólo mirar, da igual, a una joven blanca.

En el pueblo de Vernon, Texas, Sundiata Acoli fue atacado por niños en la parte blanca del pueblo y tiró una piedra para defenderse. La madre de uno de ellos lo amenazó, y Sundiata razonó que si él le avisara a su madre  del incidente, ella saldría a defenderlo y terminaría detenida. “A la edad de cinco o seis”, dijo, “tuve un diploma en los ABCs de la sobrevivencia”.

En el Norte, la pobreza, las pandillas y la droga eran las armas para destruir a la comunidad negra. “Cuando creces en el gueto”, dice Katara, “no tardas en conocer a tu enemigo: la policía”.

Ali Bey Hassan estuvo presente en la rebelión en Newark, Nueva Jersey, en el verano de 1967. Cuenta que vio a mucha gente negra morir, herida de bala, sin armas para defenderse.

La familia

La vida familiar de “los 21” podría variar. Algunos vivieron con su mamá o con padres adoptivos, como fue el caso de Jamal Joseph. En una casa temporal, lloraba por falta de comida antes de llegar a tener una relación de apoyo con su abuela adoptiva “Noonie” y su abuelo “Pa Benjamin”.

Shaba Om se acuerda que su abuela en Carolina del Norte siempre le daba inspiración al contarle que la Madre Naturaleza y el Padre Tiempo estaban enamorados. El uno no pudo vivir sin la otra. Ella siempre le aconsejó a ser independiente.

En varios casos, las mamás de “los 21” limpiaban casas para ayudar a sus hijos vivir mejor. La de Joan Bird, por ejemplo, logró pagar clases de tap, ballet y acrobacia para su hija.

Kuwasi Balagoon no conoció el hambre, mientras su mamá  y papá trabajaban continuamente, enseñando su oficio a personas blancas que luego ascendieron a puestos más altos. Su abuela aseguró que no iba a haber nada de “los Tres Cochinitos” o “Humpty Dumpty” en su casa, y sus mandamientos nutrieron la rebeldía del joven que un día subió a los columpios, amarró una toalla que era su “capa de Superman”,  y se lanzó al aire.

Kinshasha sentía que heredó mucha fortaleza, valor e indignación de sus padres, quienes se esforzaron para darle una comprensión amplia de la vida. Le dieron lecciones de piano y él llegó a tocar en Carnegie Hall. A la edad de cinco, su papá lo llevó a un “motín” para que entendiera los reclamos de la gente. Al final del séptimo año, tomó un examen de nivel y recibió una calificación de 98. Fue acusado de hacer trampa.

Ali Bey Hassan vivió en una situación de extrema pobreza con su mama, quien era enfermera, y a veces con otros parientes en un solo cuarto. Su mamá era conocida en la comunidad como alguien buena para pelear cuando hacía falta defenderse. Una vez ella discutió con un policía que la golpeó en la cabeza. Ella acomodó a su pequeño bebé Alí en la nieve, pateó el trasero del policía, agarró su tolete, placa y pistola, luego recogió su bebé y se marchó.

Mientras algunos adultos enseñaron a sus hijos a aguantar la violencia para no morir joven, otros les enseñaron a defenderse. Una vez cuando Lumumba y Zayd Shakur fueron atacados con piedras por racistas en Portsmouth, Virginia, pelearon con ellos  y ganaron. Cuando llegaron a casa, su tía Rita les preguntó qué les habría pasado si no lo hubieran hecho. “Tú nos hubieras dado unas nalgadas tan duras que no podríamos sentarnos durante varios días”, dijeron. “Correcto”, dijo la tía Rita, “Aquí nos guiamos por principios”.

La escuela

A Baba Odinga le obligaron a cantar canciones sobre Dios en su escuela, pero él tenía más interés en el hombre Obeah que caminaba por su barrio. Su madre odiaba a la Reina de Inglaterra y le prohibió cantar canciones a ella. De las materias, sólo le interesaban las rebeliones de esclavos.

A Bob Collier le daba pena ir a la escuela porque los otros chicos se burlaban de su ropa remendada. En 1959, escuchó un discurso de Malcolm X y regresó a la escuela para sacar su diploma del bachillerato. Hizo bien sus exámenes para la universidad y asistió a seminarios como oyente mientras trapeaba pisos para ganar la vida.

La mamá de Sundiata Acoli  trabajó duro, limpiando casas, para darle a sus hijos la oportunidad de ir a la universidad. Con libros de una patrona suya, ellos aprendieron el abecedario antes de empezar la primaria. Sundiata siempre sacó buenas notas y pudo avanzar rápido. Terminó el bachillerato a la edad de 15. Pero no le agradaba que solamente le enseñaron “el sueño americano”, “el sistema empresarial”, “la justicia ciega”, “los indios salvajes” y “los esclavos felices”. Fue a la universidad y después consiguió un trabajo en la NASA.

Los padres de Curtis “Doc” Powell también trabajaron duro para que su hijo tuviera una educación universitaria. A pesar de muchos incidentes de discriminación, Doc ganó su Ph.D e hizo un trabajo importante sobre su teoría del mecanismo de cáncer. En una ocasión mientras trabajaba en la madrugada, se dio cuenta de que mucha agua estaba entrando  en el laboratorio y actuó para cortar el agua y salvar todo el equipo. Sin embargo, un técnico blanco recibió el crédito por su acción.

Las pandillas

Durante los años 50, era casi imposible ser joven y no ser parte de una pandilla en los barrios de Nueva York y otras ciudades. Algunas eran muy grandes, con más de 10,000 integrantes. Varios de los integrantes de “los 21” tenían experiencia en una o más pandillas. Algunos lo vieron como asunto de estatus, otros de seguridad.

Dice Dhoruba (Dhoruba Bin Wahad) que era peligroso ir a la escuela si no formabas parte de una pandilla. “La cosa insólita de vivir en una colonia es que tienes que buscar reconocimiento entre tus pares, mientras intentas quedar anónimo a tu opresor. Pero cuánto más reconocimiento ganes entre tus pares, más atención policiaca atraes”.

Lumumba Shakur cuenta que todos tenían su nombre de calle: Tombstone, Graveyard, Ghost, Cherokee, Apache, Snake, Killer, etc.  El suyo era Shotgun (Escopeta). Era símbolo de la masculinidad. Si no pertenecías a una pandilla, no podrías conseguir una novia. La animosidad se expresó entre sí y no en contra del sistema. Cada año, hubo una pelea pandillera masiva en Coney Island el día 30 de mayo. La actitud fue “matar a un fantasma, acuchillar una piedra, ahogar una gota de agua”. Si esos chavos hubieran reconocido a su verdadero enemigo, el sistema estadounidense estaría en peligro de colapsar, concluye Lumumba.

La droga

Poco a poco la inundación de las comunidades negras con heroína en el Norte se convirtió en el arma preferida para destruirlas.

Dhoruba recuerda a su padre como un hombre genial que le gustaba divertirse y que llevaba buena música a la casa. Pero su gusto para la droga lo llevó a la cárcel una y otra vez, hasta que él mismo llegó a pensar que el influjo de la heroína había destruido toda una generación de gente. Tal vez dos o tres generaciones, comenta Dhoruba.

En un extracto de su Autobiografía, Michael “Cetewayo” Tabor describe los pasos al volverse adicto a la heroína a partir de los once años de edad, y de cómo por fin logró dejar el hábito. Dice que en una ocasión cuando él se había empezado a inyectar, algunos de los vendedores de hierba en la comunidad lo esperaban, incluyendo su ex entrenador de básquet, quien le había dado el sueño de trabajar duro para jugar en la NBA un día. Lo llevaron a la azotea y le platicaron del peligro de lo que estaba haciendo. Su entrenador lloró y dijo que mejor muerto que adicto a la heroína. Él era de la facción que quería tirarlo al suelo desde la azotea, pero ganó la facción de patear su trasero. Cetewayo no tomó la decisión de dejar el hábito en ese momento, aunque sabía que tendría que salir de la comunidad. [Un extracto de su panfleto “El Capitalismo + Droga + Genocidio, escrita en 1969, se incluye en este libro.]

La muerte de Sandra, la mejor amiga de Afeni Shakur, por una sobredosis de heroína, le afectó a Afeni profundamente. Sin embargo, no les tenía rencor a los adictos. Sintió que era necesario ayudarles.

Las fuerzas armadas

Varios integrantes de “los 21” cuentan sus experiencias en el Ejército, la Armada o los Marines.

A la edad de 16, Dhoruba se enroló al Ejército y fue nombrado líder de su escuadrón. Sin embargo, su posición fue tomada por un racista blanco que criticaba a Dhoruba cada vez que su escuadrón mostraba destreza militar. Después de constantes batallas con las autoridades, un sargento le dio de baja por conducta no deseable. En un discurso, el Coronel dijo que esto fue muy injusto y que él estaría dispuesto a darle una recomendación para obtener un empleo.

Asentados en Alemania, Kuwasi Balagoon y otros soldados negros del Ejército se negaron a aceptar la violencia racista. Formaron una organización clandestina para hacer una represalia cada vez que los soldados blancos atacaran a un negro. Se llamaban “De Legislators” (Los Legisladores), y sus integrantes eran De Judge, De Prosecutor, De Executionar, Hanibal y De Prophet (el Juez, el Procurador, el Verdugo, Hanibal, y El Profeta). Su táctica más efectiva era brincar y pisotear con fuerza sobre la cara del agresor. El papel del Profeta era predecir que un racista sería atacado, encontrarlo y atacarlo. Eventualmente algunos latinos, hawaianos, indios, y uno u otro forajido blanco se sumaron al grupo. ¿El secreto de su éxito? Ser cuidadoso y decisivo. No hubo descanso. Siempre faltaban cinco traseros más para patear, dijo Kuwasi.

En 1961, Kinshasha fue enviado a Guatemala para trabajar con la embajada de Estados Unidos ahí, protegiendo a los Marines. Su primera escala fue Panamá, donde vio una gran marcha que tenía como su demanda principal el regreso del Canal a sus dueños legítimos. Se enteró que la mayoría de la gente de Panamá era negra y que veía al personal de la embajada como un instrumento de la opresión estadounidense. “De hecho,” dice Kinshasha, “considerando lo que yo representé en aquellos días, en realidad yo era su enemigo.”

Kinshasha pasó dos años y medio en Guatemala. Dijo: “Entré en el país como un marine negro muy apolítico y salí un revolucionario negro resoluto”.  Aunque formaba parte de las fuerzas armadas del enemigo, la gente se relacionaba con él como un compañero negro que tenía el mismo opresor.

En London, Kuwasi Balagoon se hizo parte de una hermandad de gente de las Antillas, África, Asia y América Latina. Al escuchar la música de Otis Redding y James Brown, “mi alma revitalizó”, dijo.  Fue un tiempo de relajarnos, hacer fiesta, aprender, enseñar y platicar sobre lo que pasaba con la gente negra en todas partes del mundo.

Ali Bey Hassan se inscribió en la Armada de Estados Unidos en 1955. Aunque un oficial le presionó a ser parte de la división de Servicios, él insistió en inscribirse en Artillería. Él escuchó que un marinero blanco quiso apuntarse en Servicios, pero el oficial le dijo: “No, tenemos una división mejor para ti”. Una noche Ali Bey fue a un club en Portsmouth, Virginia, donde B. B. King estaba tocando. Se le ocurrió caminar al otro lado del club y vio que una alta cerca de alambre de púas dividió la pista de baile. Por un lado los negros estaban bailando y divirtiéndose, por otro lados los blancos sólo se sentaban ahí sin moverse. Tres o cuatro mujeres blancas intentaron cruzar al otro lado, pero los policías los detuvieron. Una empezó a pelear con ellos, pero la golpearon con un tolete y se la llevaron.

A pesar del maltrato que prevalecía en las fuerzas armadas, la mayoría de los integrantes de “los 21” no hubieron tenido otra manera de viajar y ganar una perspectiva internacional que cambió sus vidas. Sin embargo, Curtis “Doc” Powell, Bob Collier y Sundiata Acoli reportan que aprendieron mucho al visitar otras partes del mundo por su cuenta, incluyendo África, Cuba, México, Jamaica y los países de Centroamérica.

La influencia de Malcolm X

En Paris, Curtis “Doc” Powell conducía investigaciones cada día y tocaba jazz en el piano en las noches. “ENTONCES CONOCÍ A MALCOLM”, dijo. Él estaba de regreso de la Meca y sabía que iba a morir muy pronto. Sabía quién le iba a asesinar: el gobierno de Estados Unidos. “Yo me acercaba a la etapa de no tener alternativas: la victoria o la muerte. Él ya había llegado”.

Richard “Nine” Harris escuchó un discurso de Malcolm en la mezquita de Newark, el cuál le inspiró a leer y estudiar. Después de su asesinato, Nine se mantuvo en contacto con otros seguidores suyos.

Lumumba Shakur informa que en la prisión Comstock, donde él se encontraba en 1962, todos los hermanos adoraban a Malcolm X. Un día su papá [Salahdeen Shakur] lo visitó y le dijo que él conocía a Malcolm y que era un genio. Hablaron de la represión en la calle y en las comunidades negras. Después, Lumumba contó a los demás hermanos presos que su papá conocía a Malcolm y que estaba de acuerdo con él, que iba a cambiar su nombre a Shakur (los agradecidos) y que tenía que encontrar un nombre africano. “¡No exageres, Shotgun!” contestaron los hermanos. “Ah, pues voy a exagerar en no compartirles  este pay de frijol musulmán que tengo,” bromeó Shotgun. Luego todos comieron el pay y platicaron sobre lo que su padre le había dicho.

Después de que las autoridades carcelarias le negaron a Lumumba la libertad condicional, hubo un enorme levantamiento en la prisión Comstock, y todos los líderes fueron transferidos a Áttica donde los confinaron en celdas solitarias.

Luchas anti-carcelarias, comunitarias y de auto defensa

Cuando Sundiata Acoli supo de los tres compañeros asesinados en Mississippi mientras registraban a la gente a votar, viajó al Sur, aunque realmente no pensaba que el voto era la mejor manera de lograr cambios sociales. Llevaba un arma, pero  encontró que no era necesaria porque la hermana que le dio un lugar para quedarse creía fuertemente en la auto-defensa. Le gustaba la Organización de Unidad Afro-Americana (OAAU), fundada por Malcolm X, y apoyaba su énfasis en la auto-defensa, los derechos humanos, y la lucha internacional.

Kuwasi Balagoon estaba trabajando en la lucha por alojamiento adecuado en Harlem, donde hacían huelga para obligar a las autoridades a exterminar las ratas. Hicieron una manifestación en Congreso que fue atacada por la policía. Perdieron sus fondos del programa anti-pobreza, pero siguieron trabajando en esto.

En Newark, Richard “Nine” Harris trabajaba con el Ejército de Liberación del Hombre Negro. Durante la rebelión de 1967, seis secciones de su grupo participaron. Ninguno regresó a la calle. La policía estaba eliminando a todos los que veían como una amenaza, dijo Nine.

Cuando Lumumba Shakur salió de prisión, él y Sekou Odinga se sumaron al OAAU. Sintieron que debido al chovinismo masculino, muchos integrantes no querían seguir a la hermana Ella Collins después del asesinato de Malcolm X y que los programas no se estaban implementando en las comunidades negras. Durante unos meses trabajaron en Jamaica Queens para hacer que los fondos anti-pobreza llegaran a las manos de la gente, pero la mayoría no estaba de acuerdo y llamaron a la policía.

Unirse a los Panteras

En junio de 1968, Ali Bey Hassan escuchó a Bobby Seale hablar en público. “Él dijo lo que yo estaba sintiendo, por eso me uní al BPP”. Ali Bey estudió el imperialismo y  las luchas por la auto-determinación en el mundo. Le gustaban las reuniones comunitarias de los Panteras.

Katara había escuchado que los Panteras usaban el término “cerdo”, pero no estaba seguro a qué se refería. Fue a una reunión y se unió al grupo. Luego preguntó: ¿Qué es un cerdo?” Todos lo vieron como si fuera de otro planeta y un hermano le dio una larga explicación. Empezó a participar en mítines en apoyo a la huelga contra la renta. Sintió que no hubo una respuesta fuerte por parte de la gente, hasta que un hermano fue detenido por la policía en un tributo a Malcolm X. Katara fue a presentar una queja formal y de pronto, vio que lo acompañaba todo un ejército de adictos, traficantes y  hermanas callejeras  para asegurar que nada malo le pasara.

En agosto de 1968,  Curtis Powell tenía su Ph.D y trabajaba en la Universidad de Colombia en Nueva York. Se unió a los Panteras Negras por ser “un revolucionista” y porque se daba cuenta de que “el sueño americano” se construyó sobre la esclavitud, la fuerza, el racismo, el robo a gran escala y el fascismo”.

Shaba Om vio una copia de la revista Ramparts con la foto de los Panteras en la portada. Después compró una copia del periódico The Black Panther. Dice que las clases de educación política y la música de John Coltrane le llevaron a dejar de vender droga y de vender los cuerpos de mujeres. “Supe que el amor de mi vida murió por la heroína…Yo ayudé a los cerdos a asesinar a mi hermana,” dijo. Con esto, cambió su nombre de Lee Roper a Shaba Om.

En 1967, Afeni Shakur vio a Bobby Seale hablar en la calle 125, esq. Avenida 2 en Harlem, donde Malcolm, Marcus Garvey y Kenyatta habían dado discursos… En agosto Eldridge habló desde otra plataforma…Dijo: “Les desafío a asistir a la clase de educación política”. “Yo asistí”, dijo Afeni. “Cuando preguntaron quién quería ser Pantera, levanté la mano…Cuando conocí a Sekou y Lumumba, fue la primera vez en mi vida que conocí a hombres que no abusaban de las mujeres. Después me casé con Lumumba”. Afeni cuenta que Sekou tuvo que estar en la clandestinidad y luego se fue a Argelia. Dice: “Escuché que ahí los niños y niñas gritan desde las ventanas, ‘¡Sekou, Sekou, Sekou!’ Siempre están alrededor de la casa porque aman a ese hombre”.

Dice Baba Odinga que en las calles de Harlem en 1968, un hombre negro que cargaba unas cajas le pidió su ayuda. Llevaron las cajas a la oficina de los Panteras Negras y el hombre le preguntó si le gustaría ayudar a darles de comer a unos niños y niñas que tenían hambre. Dijo que sí.

Sundiata Acoli estaba ganando mucho dinero en su trabajo para la NASA, pero se dio cuenta que estaba engañando a otras personas negras sobre el significado del éxito en la vida. Empezó a buscar una organización que realmente aliviaba el sufrimiento de la gente negra.

Jamal Joseph se unió al Partido Pantera Negra en octubre de 1968. Al principio había pensado que el grupo era demasiado extremo, orientado al suicidio. Un amigo quería investigar lo que estaban haciendo y empezaron a asistir a las reuniones comunitarias. Se unió al grupo y trabajaba en la oficina de Brooklyn en las tardes y luego en Harlem, para encontrar una solución a las ratas y cucarachas en el alojamiento público.

Joan Bird se unió al partido en septiembre u octubre de 1968. Había escuchado de la historia del grupo en los medios. Cuando una amiga le invitó a su casa, conoció a unas personas que trabajaban en la oficina en Harlem. Sintió que sus programas eran lo que toda la gente negra buscaba –algo que respondía a sus necesidades básicas y a su derecho de determinar el destino de la comunidad negra y traer paz. Joan asistía a clases en la universidad en la noche e hacía trabajo del partido en el día. A partir del 17 de enero de 1969, vivió una represión brutal. Algunos policías la arrastraron de un coche, la golpearon y pisotearon brutalmente, amenazando a su vida y a la de su familia. A la vez, la difamaron en la prensa de ser testigo contra los Panteras. En un momento la colgaron de los tobillos desde el tercer piso de un edificio para intentar sacar información de ella. Dijo Joan: “En los Panteras, lo que mantiene tu espíritu fuerte es que estás dispuesto a morir por tu libertad”.

La vida diaria en la Casa de Detención de las Mujeres, NYC

En este segmento de la autobiografía colectiva, Joan Bird describe en detalle las condiciones horrendas  en la prisión para mujeres ubicada en Greenwich Village, NYC. Desde las ratas que muerden a las presas hasta las revisiones brutales de las cavidades del cuerpo por un supuesto “doctor”, Joan da los pormenores lo que pasa en cada hora y cada piso del edificio. En el tercer piso, por ejemplo, durante muchos años las presas estaban obligadas a trabajar en la lavandería o la sala de costura sin ganar absolutamente nada. A principios de los años 70, cuando este libro se publicó, llegaron a ganar 10 centavos US cada hora, con una prohibición de ganar más de $120 dólares US en todo un año.

Una rebelión en la prisión Branch Gardens, Queens, NYC

El 1 de octubre de 1970, después del inicio del juicio de los 21 Panteras de Nueva York, una rebelión se desató en la prisión conocida como “Branch Queens”, seguida por toda una serie de rebeliones en “Las Tumbas” de Manhattan y otras prisiones en Brooklyn y Queens.  Desde la perspectiva de los presos que se definen como “prisioneros de guerra (POWs)”, Kuwasi Balagoon narra en gran detalle las condiciones de genocidio en las prisiones de Nueva York, las acciones que iniciaron en Branch Queens y los problemas y temas de debate durante la rebelión.

El primer día, dice Kuwasi, se llamaba “Turnabout Day”, el día que se dio un giro radical e inesperado. Ese día los guardias fueron capturados y encerrados mientras las celdas de todos los presos fueron abiertas. Los POWs tenían las llaves a todas las celdas. El mantenimiento fue organizado, barricadas establecidas, gente de vigilancia designada y todos los teléfonos rotos. Mensajeros corrieron por todos los pisos, equipos de seguridad fueron organizados en cada piso y un plan de batalla fue desarrollado.

Hubo varios problemas para resolver. Los presos encargados del comisariado, por ejemplo, se sirvieron. Otros comieron demasiado y otros no tomaron su turno de guardia.

Sin embargo, las negociaciones empezaron bien. Los presos soltaron dos de los siete rehenes para mostrar buena fe en las negociaciones. Todas las demandas fueron reportadas en la prensa comercial. En seguida, la rebelión en “las Tumbas” se desató y ahí entraron tres jueces de la Suprema Corte para realizar audiencias. Hubo unas pocas reducciones de la cantidad de fianza y unos pocos presos liberados. Hubo manifestaciones de apoyo en todas partes de la ciudad por los Panteras Negras y los Young Lords.

Entonces los problemas más graves ocurrieron. Hubo señales de miedo entre algunos de los presos. Con una masiva concentración de policías afuera de Branch Queens, el alcalde de NYC, John Lindsay mintió a la prensa al anunciar que todos los rehenes serían liberados y que no habría represalias. Algunos de los negociadores querían soltar a todos los rehenes. Alguien empezó a cantar: “Todos quieren ir al Paraíso pero nadie quiere morir”.

Dijo Kuwasi que los Panteras y otros guerreros se sintieron muy  bien al estar en la rebelión y estaban listos a llevarla a un nivel más alto. Querían lograr justicia para todos. Todos tendrían que tomar una decisión. ¿Mantener los rehenes y nuestro poder de negociar? O ¿entregar los rehenes y renunciar este poder, aceptando las consecuencias que vendrían? Es una pregunta que los rebeldes en las prisiones de Babylon tendrán que contestar una y otra vez en el futuro, dijo.

Se celebró una reunión general para hacer una pregunta: Si los cerdos atacan ¿Vamos a matar a los rehenes? Aquí algunas de las respuestas: “¡Síi, carajo!” “¡No, no, no!”  “¡Vamos a degollarlos,  prenderles fuego y echarles abajo desde la ventana del piso ocho!” “Los pongamos en la ventana y digamos a los cerdos que se detengan. Si no lo hacen, los echemos pa’ abajo uno tras otro”.  “Creo que hemos hecho lo suficiente. Debemos llamar una conferencia de prensa y entregarlos”.

Luego tomaron un voto. Cuatro de los pisos dijeron “entregarlos” y tres dijeron “pelear”. Los no guerreros los entregaron.

Para los guerreros, ésta fue una enorme decepción, dijo Kuwasi. “El dolor de perder una batalla que no tuvimos chance de pelear”. Lo peor del asunto, dijo, es que algunos presos negros preferían morir antes de matar a tres cerdos. Pensaron que sus vidas valieran menos que las vidas de tres agentes del estado.

Mientras los guerreros se prepararon a resistir al final, y a llevar con ellos todos los policías posibles, les llegó la noticia que los cerdos estaban matando a golpes a algunos de los presos en el jardín. Usaron su megáfono para anunciarlo al público y pidieron que la gente se pusiera en contacto con los abogados de “los 21” y otras figuras públicas responsables. Vieron por lo menos un reportaje honesto en la tele y llevaron a cabo una reunión con sus abogados.

Al fin y el cabo dejaron la cárcel en una grua de plataforma elevadora  (cherry-picker), una manera chida de salir de cualquier edificio, dijo Kuwasi. “El pueblo nos había salvado. ¡Todo el poder al pueblo! Los amamos!”

 En el Epílogo, Mumia Abu-Jamal nos dice que el libro es “como una canción…tan hermosa como maravillosa”.

Afirma que al leer estas historias escritas en primera persona, él aprendió “por qué estas personas tan distintas se juntaron”.

Se juntaron porque el encanto de la revolución era demasiada fuerte para evitar. Se juntaron porque alguna vez habían escuchado al Ministro Malcolm X hablar y él dejó una vibración de resistencia en su sangre. Se juntaron porque en la unidad encontraron su fuerza. Se juntaron porque era lo más justo que pudieron hacer. Se juntaron porque querían que sus vidas contaran por algo más allá de ellos mismos. Se juntaron porque no hubo otra cosa que pudieran hacer. Se unieron al Partido Pantera Negra porque al no hacerlo, no pudieron vivir consigo mismos.

https://amigosdemumiamx.wordpress.com/2018/01/28/los-21-panteras-de-nueva-york-y-los-torbellinos-de-nuestros-tiempos-en-espanol-and-english/

ENGLISH TRANSLATION HERE: https://elenemigocomun.net/2018/01/review-2017-edition-look-whirlwind/

 

 

 

 

 

 

 

 

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